La derecha ha ganado las elecciones extremeñas de forma abrumadora. Entre PP y Vox suman el 60% de los votos en un territorio donde la izquierda casi siempre arrasó. Nunca antes, desde que regresó la democracia, el PSOE ha sufrido en Extremadura un batacazo equivalente. No hay precedentes de un resultado así.
Pese a esta victoria, el PP se queda muy lejos de la mayoría absoluta que soñó. María Guardiola convocó estas elecciones anticipadas porque quería “acabar con los bloqueos”, para no depender de Vox. No solo no lo ha logrado, sino que aumenta su dependencia de la extrema derecha, que más que duplica su representación. Todo este recorrido se cierra con diez mil votos menos para el PP y solo un escaño más.
Si María Guardiola hubiera conocido este resultado, ¿habría convocado elecciones anticipadas? Yo creo que no. El gran vencedor de esta noche electoral es Vox.
El desplome del PSOE, en cualquier caso, es histórico. Y para entenderlo, hay que fijarse primero en otro dato: una histórica abstención. Los datos señalan que la desmovilización fue por barrios, y que la combinación de una alta abstención del votante socialista con una gran movilización del votante conservador es el factor que más explica este resultado electoral.
Las líneas generales de la noche son, probablemente, un resumen de la situación general. La derecha está hipermovilizada. La izquierda, desmovilizada. Pero todo el crecimiento en el bloque conservador no se lo lleva el PP: lo gana Vox.
La estrategia trumpista de la derecha está logrando su objetivo: que el votante progresista se quede en casa. El precio es alto: el PP está alimentando a Vox, que no para de crecer sin que la gran mayoría de los votantes conozca siquiera el nombre de sus candidatos. Lo que hemos visto en las elecciones extremeñas es un aperitivo de lo que probablemente vendrá en Aragón, Andalucía o Castilla y León.
En Extremadura, además, se juntó el peor momento nacional del PSOE con un pésimo candidato, Miguel Ángel Gallardo, cuyo menor problema era su injusto procesamiento por el supuesto enchufe al hermano de Pedro Sánchez. El PSOE en Extremadura siempre tuvo liderazgos muy fuertes y carismáticos: Juan Carlos Rodríguez Ibarra y Guillermo Fernández Vara. Al lado de ellos, Gallardo no llega ni a candidato a concejal.
Sin embargo, el mal desempeño del candidato Gallardo no explica por si solo este histórico desplome del PSOE. Justo hace diez años, el 20 de diciembre de 2015, Mariano Rajoy perdió la última mayoría absoluta. Hoy el ciclo político es otro: es la derecha la que sube por el desgaste paulatino del Gobierno de Pedro Sánchez, que ha sufrido un calvario en este mes de diciembre. Diez años más tarde, sí hay una constante que sigue igual: la fragmentación de la política española y la necesidad de coaliciones, que en esta nueva etapa no cambiará.
La mejor campaña en la izquierda la protagonizó Irene de Miguel, al frente de Unidas por Extremadura. La mejor campaña y la mejor legislatura, porque su capacidad de trabajo y su constancia explican muy bien cómo ha podido superar el 10% de los votos y alcanzar los siete escaños, el mejor resultado de este espacio político en Extremadura de la historia. También es el mejor ejemplo: el de la unidad. Con todo, esta coalición entre Podemos e Izquierda Unida apenas logra recoger una tercera parte de los votantes que pierde el PSOE, el gran derrotado hoy.
Hace falta algo más que una estrategia de resistencia ante la extrema derecha para frenar esta ola reaccionaria. Si es que tal cosa es posible aún.