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Mikel Erentxun: “De joven me tocó la trilogía sexo, drogas y rock and roll y fue divertida mientras duró”

Mikel Erentxun, con la guitarra y la bicicleta

José Antonio Díaz

4 de diciembre de 2021 21:31 h

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En su día componente de Duncan Dhu y desde 2001 viajero musical semisolitario, la biografía de Mikel Erentxun (Caracas, 1965) está asociada a no pocas canciones que han hecho historia y pertenecen ya al bagaje cultural y sentimental de una generación. Pero hay más. Deportista tardío, Erentxun es devoto del 'running' y aficionado confeso al pedaleo estático y el coleccionismo de bicicletas vintage. Y de eso, de su vida, su música y algunas otras cosillas, hablamos con él.

La tarde empieza bien. Con risas. Hemos quedado con Mikel en la puerta de su casa. De acuerdo con lo hablado, se presenta con una bici para las fotos. ¡Oh, oh, primer inconveniente! Si sus ruedas estuvieron alguna vez hinchadas, eso fue —como diría el propio Erentxun— hace mucho más de tres lunas. Por suerte y a modo de precaución, Txemi Llano, mi buen amigo y fotógrafo, ha venido provisto de una bomba de pie que solventa el problema.

Pasado un rato y en busca de otra bici con la que cambiar el aire de las fotos entramos en el garaje de su casa. ¡Voilá!: allí hallamos, desparramado, el tesoro de Alí Babá. A nuestros ojos se muestran varias tablas de 'snowboard', una moto sepultada bajo una manta, cajas de ropa, diversos cachivaches y, entre otros tesoros ocultos, una bonita cazadora de la gira internacional de Duncan Dhu en 1990 (¡leches, qué ganas de ser malo y llevármela!) en cuya espalda y por error se serigrafió Japón como uno de los países acogedores de sus conciertos. También nos contemplan no menos de veinte bicicletas de todo tipo, estado y tamaño. ¡Y, por supuesto, la mayoría convenientemente desinfladas! El pacto propuesto por el cantante donostiarra surge tan rápido como amistoso. “Digo yo que si me infláis alguna de estas os enseño mi estudio de grabación y hacemos allí algunas fotos”. Sin dudarlo hay trato. Entramos en el sanctasanctórum musical y así damos comienzo a nuestra historia.

“Como le sucedía a una gran mayoría de los niños de mi época, el fútbol fue mi primer deporte”, rememora Mikel. “Primero en la playa y más tarde en campo de gravilla, aunque la verdad es que lo dejé pronto, porque a los quince años ya me tiraba más la música. Entonces empecé a faltar a los entrenamientos y a chupar banquillo y, claro, lo terminé dejando”, cuenta. 

—Dejémoslo claro: Mikel quería ser arquitecto (terminó sus estudios muchos años más tarde), pero fue la música la que le ganó la partida a aquel chaval que en casa se pintaba patillas para parecerse a Elvis Presley.

—Tuve la suerte de que mis hermanas mayores escucharan buena música (Elvis, Beatles, Bowie, Cat Stevens y un largo etcétera) y como además en casa había una guitarra, el paso fue automático.

Enrolado primero en grupos como Los Aristogatos y Los Dalton, en 1984 Mikel se une a Diego Vasallo y Juan Ramón Viles y forman Duncan Dhu. De ahí en adelante la cosa es ya historia del rock en castellano. Para Mikel, tiempo de vida frenética, de giras, conciertos y rock and roll, y con él todos esos estereotipos que aparecen pegados al mismo como se adhiere (quieras o no) un chicle a la suela de un zapato. Años huérfanos de deporte, dado que en los 80 y 90 era algo impensable ver a cualquier estrella del rock salirse de ese su supuesto marco natural, casi una puesta en escena promocional constreñida a los conciertos, las grupis, el humo de tabaco (¡ejem!) y una vida ciertamente agitada.

—Vamos, que lo del rock no casaba con el estereotipo habitual de una vida sana.

—Sí, es cierto —concede—. Hablamos de la famosa trilogía: sexo, drogas y rock and roll. Yo la viví, me tocó de joven y fue divertido mientras duró. Éramos muy jóvenes y entonces el cuerpo lo aguantaba todo. Luego, con la edad, la cosa fue cambiando y ahora mismo mi trilogía es familia, 'running' y, claro está, rock and roll.

En el caso de Mikel Erentxun su epifanía deportiva, el redescubrimiento del deporte en primera persona, le llegó relativamente tarde, a los 30 años. Entonces pasó de la condición de deportista de sofá a la de practicante más que entregado. Y es que como a muchos otros rockeros, tales que Rod Stewart, Johnny Mars (The Smiths) y Robert Smith (The Cure), por citar algunos ejemplos, a Mikel Erentxun le gustaba el fútbol, siendo un fan apasionado de la Real Sociedad, pero hacía muchos años que no se calzaba unas zapatillas para volver a sudar una camiseta.

Con la edad, la cosa fue cambiando y ahora mismo mi trilogía es familia, 'running' y, claro está, rock and roll

—Recuerdo que en el año 96 estábamos grabando un disco en Francia, en las Landas, en un entorno maravilloso de bosques, y el teclista del grupo salía a correr todas las mañanas. Me dio envidia, un día le acompañé y ahí empezó todo. Comencé a correr casi a diario, seguí cuando se acabó la grabación y volví a casa y, lo más importante, continué corriendo cuando tiempo después salí de gira. Al ser un deporte fácil de practicar (de zapatillas y camiseta) me enganchó y estuve los diez años siguientes simplemente entrenando. Después me picó el gusanillo y corrí mi primera carrera, que en mi caso fue la Behobia-San Sebastián. Fue la primera vez que me puse un dorsal y entonces se me abrió un mundo. Descubrí la adrenalina de la competición, que fue para mí como salir a un concierto. De allí pasé a hacer carreras más populares, luego a los maratones (hice ocho) y después a los maratones de montaña. Vamos que me empecé a poner cachondo con este mundo. 

—Y en 2013 tuvo un susto que de alguna forma cambió su vida. Se hallaba corriendo y comenzó a dolerle el pecho. Fue al hospital y allí le regalaron tres días en la UCI y dos semanas de hospitalización.

—Tuve una angina de pecho. Creí que me moría. Me pusieron un 'stent' y a partir de ahí digamos que cambié. Los médicos me dijeron que corriera, pero que no participase en carreras de alta exigencia, y desde entonces entreno con mucha más cabeza. Lo curioso es que ahora, cuando en teoría no debo esforzarme (aunque lo cierto es que a veces me salto un poco las recomendaciones), he conseguido tener mejores marcas que nunca. He conseguido tener mi mejor crono en la Behobia y por fin conseguí hacer los 10 kilómetros por debajo de 40 minutos. Marcas que siempre había querido tener las he conseguido ya con 50 años y con un 'stent', es curioso. Yo empecé muy tarde (a los 30 años) con el deporte en serio y me jode haber comenzado a entrenar bien con 50 años. Si hubiera empezado a trabajar con cabeza a los 30 hubiera sido un machaca, otra cosa, porque creo que tengo facultades. Una lástima, porque a mis 30 simplemente rodaba, no controlaba el hacer series y alternar, ni la importancia del descanso, ni el usar un buen calzado. Yo que sé, mil cosas. No es normal que con 55 años tuviera mejor marca en un diez mil que quince años atrás. Y lo curioso es que todavía, y tengo 56, sigo mejorando. Bueno, en la Behobia creo que toqué techo hace dos años. Entiendo que a partir de aquí iré para abajo, pero en mi caso lo compenso con un buen entrenamiento y con correr con cabeza, que antes no lo hacía.

—¿Ha requerido la ayuda de algún preparador o de otros atletas que le aconsejen?

—En mi caso tengo buenos amigos, como Txema Martínez (uno de los mejores fondistas españoles de la historia), que me aconsejan. La Behobia de 2019 (20 km, desnivel positivo 192 metros, altura máxima 80 metros) que corrí con él fue mi tope, mi supermarca. Txema me guiaba, me marcaba el ritmo y hasta me traía el agua. Resultado: la corrí en 1:20 cuando antes no conseguía bajar de 1:25. Logré una mejoría de cinco minutos, que es una barbaridad.

Yo empecé muy tarde, a los 30 años, con el deporte en serio y me jode haber comenzado a entrenar bien con 50 años. Si hubiera empezado a trabajar con cabeza a los 30 hubiera sido un machaca, otra cosa, porque creo que tengo facultades

—El deporte, sea cual sea sí que es adictivo, ¿verdad? Cuando uno no entrena y lo echa de menos sabe que está atrapado.

—A mí me sucede. Cuando paso dos o tres días sin salir a rodar ya me siento mal, noto un vacío casi total. El hacer deporte viene muy bien en todos los aspectos, hasta para pensar. Cuando estoy en época creativa, componiendo canciones, me encanta salir a correr. Voy pensando y a veces me tengo que parar; llevo un teléfono con mi programa de 'running' y música, y si me viene alguna idea, sobre todo letras, pues me detengo y la grabo. Normalmente corro por el monte porque tengo las rodillas tocadas y el asfalto no me viene bien. Entonces aprovecho para escuchar música. Llevó unos cascos inalámbricos y un iPhone con un programa de Adidas que me va diciendo los tiempos, las calorías y todas esas mierdecillas.

—Volvemos a mezclar música y deporte, un cóctel que (con cascos) funciona bien si se consume en un entorno no peligroso, digamos que corriendo por el monte o haciendo spinning o bicicleta estática.

—Yo tengo mis 'playlists' tanto para entrenar en 'running' como en 'spinning'. Lógicamente no es la misma música si voy a hacer una tirada de tres horas en el monte que si voy por asfalto a hacer series, que llevo música distinta, si bien lo que más me gusta es escuchar a Led Zeppellin. Y como en Donosti llueve bastante, pues también hago cinta de correr en casa y mucha bici estática.

Y aquí entra en escena la máquina de dos ruedas accionada a pedales, la bici. Mikel tiene unas veinte en su garaje. Una bonita 'fixie' tuneada, varias MTB, una buena máquina de carretera con cuadro de carbono, varias bicis infantiles, no menos de cuatro grandes bicis de paseo holandesas y hasta una de media competición de finales de los 80, que compró a indicación de un amigo y por cuatro perras en un viejo comercio que echaba la persiana.

—Me gustan mucho las bicicletas vintage —aclara Erentxun—, y en su día, cuando tuvimos un pequeño apartamento en Baqueira, sí que anduve mucho en bici. Tenía una de carretera y otra de montaña. Con la de carretera sufría mucho y con la de montaña disfrutaba. Me encantaba rodar por unas pistas guapísimas que había allí. Ahora ya no ando tanto, lo más algún paseo por la ciudad. Lo que si hago es bastante bici estática. Hace unos años tuve una fascitis plantar y me tiré casi un año sin poder correr. Entonces me compré una buena bici de 'spinning' y le metí muchas horas. Luego me hice con una bici elíptica y fui alternando entrenamientos. De hecho, pasé el confinamiento de la COVID-19 con largas sesiones de pedaleo en la bici de 'spinning' para así mantener la forma física.

—Parece que, a diferencia de Freddie Mercury (Queen), John Frusciante (Red Hot Chili Peppers), Mark Ronson, Tom Waits o los componentes de Wilco, Mikel Erentxun no es especialmente devoto del ciclismo al aire libre, ¿o sí? Vamos por partes. Para empezar, Mikel, tire de memoria y rememore.

—Sí, sí, es cierto que Queen dedicó alguna canción a la bicicleta y en la portada de uno de sus discos aparecían un montón de señoras gorditas desnudas montando en bicicleta —afirma. Se refiere a 'Bycicle Race. Fat Bottomed Girls', que se puede traducir como “Carrera de bicicletas. Chicas de traseros gordos”. De 1977 y, por cierto, censurada en nuestro país.

Dicho esto, pasa a hilar más fino en lo tocante a su relación con la máquina de las dos ruedas y sus pedales:

—Yo la única bici que ahora utilizo habitualmente es una de paseo. Con ella me muevo por Donosti, que es una ciudad muy amable para recorrer a pedales y además tiene bastantes carriles-bici. El problema surge a veces con los peatones. Entre nosotros todavía no hay una cultura (de convivencia) como la hay en Países Bajos, por ejemplo, o en otros países. Aquí lo que hay es una guerra casi continua entre el ciclista y el peatón y eso no ayuda a coger la bici. En cuanto a la bici de carretera, la de carreras de toda la vida, pues lo cierto es que desde que vendimos aquel apartamento de Baqueira casi no la he tocado, porque me da un poco de miedo el tráfico. Y con la bici de monte, pues fuera de rodar por pistas no controlo demasiado, así que he sustituido las dos, carretera y MTB, por la bici de 'spinning', que me gusta mucho y con la que además sudo mucho. Curiosamente, en el pasado sí que tuve bastante relación con el ciclismo en carretera, además en su faceta de competición. Un tío mío estuvo vinculado a la organización de la Vuelta al País Vasco y fue él quien me metió la afición por la bici. Tuve una época en que fui muy fan. Iba a ver etapas y acudí a no pocas salidas. Recuerdo que actué en las Seis Horas de Euskadi (una famosa prueba de ciclismo en pista) y en 1992 con Duncan Dhu en la salida del Tour de Francia desde Donosti. También conocí a Perico e Indurain; vamos, que yo también tuve mi época ciclista.

El año pasado fue malo, evidentemente, y este tampoco ha sido uno bueno, pero las cosas parece que se van arreglando un poco. ¿El futuro? Creo que según se vaya normalizando todo, la gente irá a los conciertos porque tiene ganas

Vida deportiva. Nos cuenta Mikel que “ahora mismo la gente de la música se cuida bastante”, citando a Dani Martín y Leiva como adeptos al running. En lo que a él respecta lo tiene claro:

—Todas las semanas hago un día 'spinning', otro bici elíptica y tres 'running': un día hago series; otro día, una tirada de 12 kilómetros, y otro día ,un entreno de 20 o 25 kilómetros. Cinco días de ejercicio y dos días off, de descanso activo. Esa viene a ser mi vida deportiva de los pasados dos años, mientras que antes, cuando preparaba alguna carrera, como la Behobia, hacía un trabajo más específico. Sé también que debería hacer un poco de musculación, pero no es lo mío. Mira que me lo aconseja Txema Martínez, y además a mí, que tengo problemas de rodilla, me vendría muy bien fortalecer la musculatura de la zona, pero no lo puedo evitar, me da mucha pereza.

—Toca hablar de música. Si en los años ochenta, con Duncan Dhu, llegó a hacer cien conciertos al año y en la Expo de Sevilla de 1992 actuó delante de 120.000 personas, en nuestros días por obra y gracia primero de las nuevas formas de escuchar música (Spotify y compañía) y más tarde de la COVID-19, triunfa con conciertos acústicos más íntimos. ¿No es así?

—En mi caso la cosa no ha cambiado demasiado porque la faceta que más he trabajado ha sido el directo y así tanto en los tiempos buenos como en los malos siempre he tenido conciertos, más grandes o más pequeños. Entonces mi vida siempre ha estado muy ligada a la carretera y eso no ha cambiado con la llegada de las nuevas tecnologías. Evidentemente ahora se venden menos discos y la forma de comunicar la música es otra, pero el directo es insustituible y en mi caso no me faltan los conciertos, afortunadamente. ¿Y la COVID-19? A mí me pilló en medio de una gira y suspendimos un tramo muy apetecible, que era por América, en Estados Unidos. El año pasado fue malo, evidentemente, y este tampoco ha sido uno bueno, pero las cosas parece que se van arreglando un poco. ¿El futuro? Creo que según se vaya normalizando todo, la gente irá a los conciertos porque tiene ganas. Ahora va en condiciones difíciles, las de mascarilla, estar sentado, separado de los demás y en cuanto se vayan normalizando las cosas espero que la gente retome sus costumbres de antes y acuda a los conciertos.

Vamos terminando. En la puerta de su casa nos despide un 'tío normal', que no ha sucumbido a la fama. Una persona amable de pelo alborotado, diente partido y chupa de cuero transmutada hoy en chaqueta vaquera. Alguien que gusta, según confesión propia, más del cine que de la música y que disfruta viendo series como Ozark, Juego de Tronos o Gambito de Dama. En su nuevo disco, 'Amigos de Guardia', un repaso a sus 35 años de carrera musical en el que colaboran 24 invitados muy especiales, contándose entre ellos Diego Vasallo, Bumbury, Coque Malla, Leiva, Eva Amaral y Calamaro, entre otros grandes artistas. A la espera de una normalidad que se echa de menos, la familia, el deporte y el rock and roll seguirán vertebrando su vida.

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