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Sobre este blog

A pesar de que tiendo a quererme me cuesta definirme y decir lo que soy. Periodista, empresario, analista, abogado economista, politólogo, ... Me gustan poco las etiquetas pero me quedo con la de ciudadano activo y firme defensor de la libertad de prensa. He trabajado en la tele y en alguna revista, salgo de vez en cuando en la radio pero lo sitios donde más tiempo he trabajado han sido el Gobierno vasco y el diario El País. Lo que siempre he buscado en el trabajo es divertirme y que me dé para vivir.

Información o deseo

Pedro Gómez Damborenea

Hace muchos años que a un amigo y buen periodista, Camilo Valdecantos, le oí decir que la clave del periodismo era “el sentido común”. Se me quedó grabado y creo que vale sin duda para el periodismo, pero también para otras muchas actividades profesionales. En momentos de zozobra como los actuales creo que todos, por motivos varios, perdemos un poco este sentido común. Nos radicalizamos y aislamos en nuestras posiciones y despreciamos absolutamente todo lo que viene del que piensa diferente. Puede ser una reacción humana, pero no sirve para nada. Me voy a centrar en la prensa y pasar del resto. En este y en el resto de los medios vemos que la opinión y la información están formalmente separadas y nos contentamos. Nos encanta en nuestro medio leer las opiniones e informaciones con las que estamos de acuerdo y el resto las despreciamos. Es una opción.

Pero no es este punto el que más me preocupa. Me gusta la pluralidad de opiniones y la discrepancia, pero hoy toca hablar de las informaciones. Cuando empecé a trabajar de periodista, hace ya más de veinte años, había una premisa clara y sobre la que nos machacaban nuestros maestros en el oficio: no deslices tu opinión en las informaciones. Claro que es difícil porque el que escribe no es un objeto. Es un sujeto con opinión. De ahí que, como he dicho muchas veces, no exista la información objetiva. Recordemos la frase atribuida a José Bergamín: “Si fuera un objeto sería objetivo; como soy un sujeto soy subjetivo”. Por eso siempre defiendo el periodismo riguroso. Lo hace un sujeto pero tiene que controlar sus opiniones y dar una información que contemple el rigor y abandone sus deseos o meras impresiones.

Parece un ejercicio fácil, pero no lo es. Es probablemente lo más difícil de este noble oficio. Es más sencillo llevarse por el éxtasis de los deseos que confirman lo que no está confirmado a desechar una información que se sabe cierta, pero no está confirmada. El error y el daño en periodismo es gratuito y malvado y juega, en muchas ocasiones, con la honorabilidad de las personas.

Como decía al principio vivimos días en los que solamente queremos leer aquellos artículos que dicen estrictamente lo que queremos oír, que dividen el mundo en malos o buenos de acuerdo con nuestra concepción ideológica. Es un gran error porque una vez más en la pluralidad está el equilibrio. Reivindico la persona que firma un artículo porque es el único garante en un medio libre de lo que se firma. Así, he de reconocer que valoro más o menos las informaciones en función de quién las escribe.

Por desgracia la crisis de los medios ha hecho que mucho veterano periodista se arrastre o desaparezca o que, para sobrevivir, haya pasado de la información a la opinión. Nada que no sea lícito, pero que nos priva de sus fuentes y sus informaciones en momentos en que las necesitamos. Hay mucho joven deseoso de hacer información, pero asusta que ya no tengan aquellos referentes, porque como señalaba el veterano periodista Miguel Ángel Bastenier las redacciones deben mantener un equilibrio entre veteranos y jóvenes.

Toda esta reflexión me lleva a pensar en titulares cargados de opinión y en informaciones donde los deseos del que escribe afloran. No quiero dar ejemplos ni de medios ni de personas porque creo que es una tendencia general. ¿Qué debe hacer un informador? ¿Contar lo que pasa y que el lector se haga una opinión propia, o inducir con un titular opinativo a crear opinión?

Sinceramente creo que el periodismo debe de vez en cuando reflexionar porque ser realmente el cuarto poder exige responsabilidad y rigor, y no deseos. Ya sé que el periodismo tiene otros males, como el control de la propiedad de los medios o la crisis publicitaria, pero hay decisiones que afectan al periodista que se siente a escribir su noticia y puede decidir hacerlo bien o volcar de forma sencilla sus desesperaciones, opiniones o sensaciones. Este es un gran oficio que está mal pagado, mal considerado y denostado. Solo pido sentido común y recordar a Jesús de la Serna, maestro de periodistas, que nos pedía una y otra vez a los periodistas “humildad”, porque en este oficio tan expuesto al público general es fácil que a uno se le suba el ego. A mí me ha pasado.

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A pesar de que tiendo a quererme me cuesta definirme y decir lo que soy. Periodista, empresario, analista, abogado economista, politólogo, ... Me gustan poco las etiquetas pero me quedo con la de ciudadano activo y firme defensor de la libertad de prensa. He trabajado en la tele y en alguna revista, salgo de vez en cuando en la radio pero lo sitios donde más tiempo he trabajado han sido el Gobierno vasco y el diario El País. Lo que siempre he buscado en el trabajo es divertirme y que me dé para vivir.

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