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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Ni privilegiadas ni heroínas: lo que el lenguaje oculta sobre la realidad de los servicios públicos

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Isabel Castro García / Félix Irizar Prieto

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Decir que el capital en su ansia por acumular beneficios, en un contexto de pérdida constante de productividad, busca extender a todos los ámbitos de la vida y de las relaciones sociales las lógicas mercantilistas y la capacidad de hacer negocio no es nada nuevo: no descubrimos nada. Tampoco decimos nada nuevo si afirmamos que para esa estrategia la existencia de unos servicios públicos universales y que den respuesta a las necesidades sociales resulta un obstáculo.

Lo novedoso viene de ver como el capital adapta en este momento su estrategia para continuar con su proyecto en esta época de pandemia, donde han sido los dispositivos del estado de bienestar quienes han tenido que dar respuesta ante la absoluta incapacidad del ámbito privado para hacerlo. En esta adaptación la utilización del lenguaje, la construcción del relato es fundamental. No podemos permitir que ese relato se realice desde postulados liberales que ensalzan el libre mercado y que sólo se acuerdan del sector público cuando oyen tronar, como ahora con la irrupción en nuestras vidas de la COVID-19.

A diferencia de la comunicación animal, las personas tenemos la capacidad de construir símbolos y comunicarnos verbalmente. A diferencia de los animales, podemos utilizar nuestra comunicación no sólo para enseñar sino también para ocultar o tergiversar la realidad.

Durante mucho tiempo, las y los trabajadores del sector público hemos sido el centro de injustas críticas y el colectivo número uno al que perseguir. Éramos personas privilegiadas, culpables de la supuesta falta de eficiencia y eficacia de los servicios que realizábamos. ¿Cuántas han sido las luchas laborales del sector público que se han tratado de desactivar usando esos prejuicios? Tras el supuesto privilegio se ocultaba la mayor parte de la realidad. Servicios públicos deteriorados en cuanto a la calidad, altas tasas de temporalidad (mayores, en muchos casos, que en las empresas privadas) congelaciones salariales y sueldos exiguos en empresas públicas como Correos… pero sobre todo se ocultaba que en gran medida los servicios públicos se prestan a través de empresas y entidades privadas: externalizaciones, subcontrataciones, concursos, conciertos y convenios económicos. Toda una artillería de medidas para introducir la lógica del lucro y la plusvalía en los bienes comunes. Tras el 'privilegio' se oculta la realidad del personal de limpieza, de las trabajadoras del telemarketing, de las trabajadoras de los servicios sociales privatizados, de residencias de la tercera edad, del personal del mantenimiento,…. No hay realidad alguna que no pueda quedar ocultada por un buen concepto.

¿Cómo reaccionar pues para no perder posiciones en esta pugna cuando han sido esos mismos servicios públicos denostados, vilipendiados, esquilmados, los que nos han tenido que proteger haciendo frente a la crisis sanitaria y sus consecuencias? De nuevo la capacidad de crear símbolos y comunicarlos sirve para construir un relato funcional a los intereses del capital. Los profesores Jon Las Heras y Gediminas Lesutis nos alertaron de los peligros que se esconden tras la calificación como héroes o heroínas del personal de los servicios públicos, fundamentalmente el personal sanitario, que se ha jugado el pellejo para protegernos a todos y todas.

Tras el calificativo de heroínas hacía el personal sanitario público se ha querido ocultar la absoluta falta de previsión de los gobiernos así como la absoluta falta de recursos y medios en la sanidad pública. Se ocultaba también que la sanidad pública, ningún sector, funciona sin personas que limpien. Se oculta más de lo que se enseña: la dantesca situación que hemos sufrido trabajadoras y usuarias en las residencias de la tercera edad, la precariedad en los servicios sociales y de atención a la dependencia, los riesgos que ha corrido el colectivo postal obligado a trabajar sin medios de protección al inicio del estado de alarma, la incertidumbre de miles de compañeras de las contratas y subcontratas que no saben que les depara el futuro. Se ocultaba, también, que en nuestra sociedad se sigue sin dar respuesta desde lo público a las necesidades de cuidados que las personas tenemos a lo largo de la vida.

Los y las trabajadoras del sector público nunca hemos sido privilegiadas y, seguramente, nadie busca ser héroe o heroína en su puesto de trabajo. Somos trabajadores y trabajadoras que sólo nos diferenciamos de otras en que nos dedicamos a proveer a la sociedad de bienes comunes: bienes, servicios, recursos que no pueden estar tras la lógica del negocio o del beneficio. Son precisamente esos servicios públicos los que, ante la absoluta incapacidad del sector privado, han sido capaces de responder a la crisis sanitaria que nos está tocando vivir.

Ante estos tiempos inciertos en los que nos encontramos y cuando la naturaleza nos ha puesto ante el espejo que todas las personas somos vulnerables, se hace más necesario que nunca poner en valor la fuerza que nos da la unión, la solidaridad, el apoyarnos unas a otras para ser más fuertes colectivamente. Esos son precisamente los valores que representan los servicios públicos. Servicios para los que todas las personas deberíamos aportar según nuestras posibilidades económicas (no olvidamos el fraude y la evasión fiscal ni la diferente imposición entre rentas de trabajo y del capital) para recibir según nuestras necesidades.

Son precisamente esos servicios públicos, cuyo abandono ha quedado de manifiesto durante la crisis sanitaria, los que tenemos que proteger, desarrollar y ampliar ante la crisis social y ambiental que afrontamos. Poniendo en el centro la vida y las personas, tenemos que reivindicar la dignidad y la seguridad en los puestos de trabajo. Reivindicamos el control público de sectores estratégicos como la banca o la energía, así como de sectores fundamentales para el bienestar como las residencias o los servicios sociales . Reivindicamos, también, la reversión a lo público de contratas como las dedicadas a limpieza o a los comedores escolares. Todo ello enmarcado en el desarrollo y el fortalecimiento de un sistema público destinado a los cuidados que, además de posibilitarnos avanzar en la igualdad entre hombres y mujeres, permita poner fin al régimen de semi-esclavitud que supone el trabajo doméstico.

*Isabel Castro García, trabajadora de Correos, y Félix Irizar Prieto, trabajador del Ayuntamiento de Bergara, miembros de la Coordinadora Nacional de ESK.

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