El derribo en una acción reivindicada por grupos “antifascistas” de la cruz sobre el monte Morkaiko, en la localidad guipuzcoana de Elgoibar, a 72 horas del quincuagésimo aniversario de la muerte del dictador Francisco Franco ha reabierto el debate sobre la simbología de aquella época que pervive en 2025 en Euskadi. El PNV, por ejemplo, ha criticado la destrucción de ese monumento dedicado a un príncipe Borbón sublevado que falleció en combate contra la II República durante la Guerra Civil en Eibar, la cuna precisamente del republicanismo en España. En Donostia, el Ayuntamiento tampoco accede a las pretensiones de retirar símbolo religioso, el Sagrado Corazón del monte Urgull, al entender que es un símbolo religioso y no político. En Vitoria mantiene su calle el segundo alcalde de la dictadura, el falangista José Lejarreta, y la historiadora Virginia López de Maturana, que elaboró en 2011 para el Gobierno vasco un catálogo de símbolos franquistas, remarca que “el 95%” de las calles o avenidas dedicadas a Navarra en Gipuzkoa lo son no por apego al territorio vecino sino como homenaje a las tropas navarras (básicamente carlistas) que conquistaron esos pueblos en 1936 y 1937.
En X, el grupo Elgoibar 1936 informó este martes de que “desconocidos” habían derribado la cruz de Morkaiko. Un vídeo muestra que se hizo con una rotaflex y por la noche. Aseguran que es algo que tenían que haber hecho las autoridades municipales hace muchos años. Fuentes de la Ertzaintza explican a este periódico que se ha abierto una investigación por “daños”, aunque de momento, siendo del lunes los hechos, no se han obtenido conclusiones. También analiza lo sucedido la propia Policía de Elgoibar.
En un comunicado, el Ayuntamiento “lleva años haciendo memoria histórica y democrática” y sus planes pasaban por “cambiar el significado de esa cruz”. “Por eso se le quitó el letrero y se le dejó la cruz vacía, simple testigo de los hechos de la época recordando las victimas de entonces”, expone la localidad, cuya alcaldesa es Maialen Gurrutxaga, del PNV.
¿Y cuál era el “signficado” del monumento que ha llegado hasta que han pasado 49 años y 362 días desde la muerte de Franco? Como explicó en 2023 este periódico con datos del Archivo de Gipuzkoa, ubicado en Oñati, uno de los Borbón huidos en 1931, el príncipe Carlos María Fernando Felipe Justiniano, de 28 años y tío de Juan Carlos I (tío-abuelo de Felipe VI, por lo tanto), tomó las armas contra la democracia con permiso del jefe de la Casa Real -pero ya no del Estado, Alfonso XIII- y con el rango de alférez de complemento. Acabó destinado en el frente de Eibar. Un balazo “frontal” lo mató el 27 de septiembre en el monte Morkaiko, ya en el término municipal de la vecina Elgoibar. Inicialmente fue enterrado en Tolosa, también en Gipuzkoa.
Pero al PNV de Elgoibar no le sobraba, aunque al menos desde 2014 ya se venía discutiendo sobre su retirada. “La cruz, su tamaño y su ubicación frente a las fosas de Zirardamendi nos ofrecen una imagen de la dimensión del horror de la guerra y del carácter totalitario del régimen franquista. Su supresión supone la eliminación o, al menos, la derogación de esta realidad. Hoy, para los elgoibarreses, la cruz de Morkaiku no es un lugar de recuerdo o exaltación del régimen franquista; pierde su significado original y es identificada por Elgoibar con el montañismo, y entendiéndola como un símbolo más de nuestro pueblo”, explican.
Y añaden: “Entre las actividades de memoria llevadas a cabo durante años por el Ayuntamiento de Elgoibar se encuentra el homenaje que se rinde cada año, el penúltimo domingo de septiembre, a los gudaris y milicianos que lucharon hasta el punto de dar vida en el mismo alto de Zirardamendi. En la cima hay una pequeña cruz de hierro dedicada en los años 50 a sus compañeros de combate. Las dos cruces, la de Morkaiku y la de Zirardamendi, son testigos de la guerra”.
Fue en 2022, hace apenas tres años, cuando en la propia Elgoibar perdió su avenida Pedro Muguruza, arquitecto y diseñador del valle de Cuelgamuros (o “de los Caídos”, en terminología de la época), gran símbolo de exaltación del régimen y de represión a los derrotados en la Guerra Civil. Muguruza nació allí en 1893. Cuatro años antes, en 2018, le fue retirado el título de hijo adoptivo en Hondarribia, también en Gipuzkoa, donde hasta 2023 el alcalde en la dictadura franquista pero también en la de Primo de Rivera Francisco Sagarzazu tenía un busto en el salón de plenos.
Muguruza es también el diseñador del Sagrado Corazón de Urgull, que corona una de las cumbres de Donostia. Entidades memorialistas y organizaciones que sufrieron la represión como el PCE han pedido su retirada. Fue ideado antes de la Guerra Civil pero fue tras la conquista cuando se activó el proceso para su construcción. Fue inaugurado tal día como hoy de 1950, de modo que celebra ahora 75 años. Para PNV y PSE-EE, que cogobiernan en Donostia, es un símbolo religioso y parte del paisaje de la ciudad. La delegada del Gobierno de España, la socialista Marisol Garmendia, manifestó que en su opinión no entraría en los símbolos franquistas que habrían de ser retirados.
Garmendia sí pidió en Vitoria que se trabajara en la retirada de la calle al alcalde José Lejarreta, falangista de “inquebrantable” lealtad a Franco al que parte de la historiografía local ha redibujado como un buen regidor que impulsó las fiestas. En primavera, se presentó una moción en el Ayuntamiento para cambiar esa denominación y otras como Obispo Ballester o Vicente Abréu. En el caso de Lejarreta, el anterior alcalde Gorka Urtaran llegó a decir que era una “buena persona”. La actual regidora, la socialista Maider Etxebarria, nunca se ha pronunciado claramente sobre este tema. En principio, un grupo de expertos deberá pronunciarse al respecto. El Estado, eso sí, ha aprovechado la reforma de la comisaría de la Policía Nacional para quitar del centro de Vitoria el último escudo que quedaba en una capital vasca, aunque nadie lo mencionó en la inauguración. La Diputación de Álava, de su lado, trabaja también para cerrar en 2025 un capítulo de la historia y retirar todos los honores que le puedan quedar a Franco -y a otros jerarcas de la dictadura- en la provincia.