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El camalote, un material de construcción que facilita el derecho a techo en el África subsaharina

Recogida de camalote

Jesús Conde

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El camalote es una planta que causa estragos, considerada la invasora más peligrosa para Extremadura.

Llegó hace más de una década a la cuenca del Guadina, aunque también está presente en otros tantos países de África y Asia como un huésped ‘non grato’. Se ha cronificado en los lagos Victoria y Chivero, y se extiende sin control por Kenia, Huganda, Zambia o Etiopia, ente otros países.

La investigadora extremaña Adela Salas Ruiz ha desarrollado una tesis que muestra las posibilidades del jacinto de agua como material de construcción en contextos empobrecidos.

Su estudio supone una apuesta por el derecho a techo del común de personas que viven con menos un dólar al día en el África subsahariana. Se dirige por tanto a poblaciones con los índices de desarrollo humano más bajos del planeta, y con una alta tasa de analfabetismo e inseguridad alimentaria.

No se plantea en España

La experta, que pertenece al Instituto de Cooperación en Habitabilidad Básica, quiere dejar claro que es un planteamiento que no tiene cabida en España, donde la manipulación del camalote está prohibida y no se puede comercializar o portar.

Sin embargo en un contexto sin recursos, y ante los estragos que causa igualmente, su aprovechamiento como material abre una oportunidad que no había sido explotada hasta el momento.

El estudio evidencia que el uso alternativo de la biomasa tiene muy buenas propiedades como aislante. Reduce las temperaturas interiores y elimina al cien por cien la posibilidad de sufrir estrés térmico en el interior de las viviendas a causa del calor.

Hay que tener en cuenta que en el África subsahariana las poblaciones pueden llegar a soportar temperaturas de hasta 50 grados, algo que se puede acentuar con el cambio climático.

Desde el punto de vista de la arquitectura es también un material vegetal que podría mejorar la calidad de las edificaciones. Habitan en edificaciones de ínfima calidad, algunas de ellas sin seguridad estructural.

Al mismo tiempo supone una apuesta por el control de la plaga. En estos entornos no hay instituciones administrativas con la capacidad de gestionar su control, porque sus necesidades y sus prioridades son otras. Su retirada entre la población local, que encontraría una utilidad a su eliminación, permitiría retirar toneladas de camalote de las riveras.

Un estudio innovador

El estudio del jacinto de agua con otros fines es bastante incipiente y supone una línea de investigación apenas abordada por la ciencia. Ya se usan otras elementos vegetales como la caña de azúcar, cáscara de arroz u hoja de plátano en la construcción, aunque no se hablaba hasta el momento del camalote.

El reto ahora es adaptar esa tecnologías al contexto subsahariano para mejorar la vida de estas poblaciones. La arquitecta considera que es viable hacerlo, ya que no se necesita energía en su fabricación o en su manipulación.

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