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¿Año horribilis?

Imagen de la protesta que tuvo lugar el 8 de septiembre en Madrid para reclamar un 'tren digno' para Extremadura

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Acabamos un año que ha sido especialmente duro, y lo hacemos con nuestra democracia tocada por la obstinación de la derecha política, mediática y judicial de controlar las instituciones de este país, a pesar de que las urnas les mandataran lo contrario. El secuestro del poder judicial por parte del Partido Popular ha supuesto una ruptura sin precedentes de los consensos de los que nos habíamos dotado en democracia. Una vez más, demuestran que su interés particular está por encima de todo, y que le tienen muy poco o nada de aprecio al sistema democrático. Muchos, seguro, que preferirían volver a los tiempos del blanco y negro, y con sus acciones lo están demostrando.

Pero este año, que acaba de esta forma tan complicada, no ha sido tampoco nada fácil desde sus comienzos. Justo cuando parecía que superábamos la pandemia, nos encontramos inmersos en una guerra a las puertas de Europa que ha provocado una escalada de precios. La invasión de Ucrania por parte de Rusia no solo está truncando la vida de millones de personas en ese país, sino que está tensionando las economías europeas hasta tal punto que los gobiernos que abogaban por el libre mercado han tenido que asumir como propias medidas que antes tildaban de intervencionistas. Y me estoy refiriendo a países como Holanda o Francia. España, en esta ocasión, es una rara avis. El gobierno de coalición, empujado por la determinación de Unidas Podemos, ha conseguido ser el país de la Unión Europea que mejor ha logrado contener la inflación, gracias al tope del precio del gas o el impuesto a las grandes fortunas que nuestras compañeras y compañeros tanto pelearon en el Consejo de Ministros.

Sin embargo, a pesar de ello, no es suficiente. Son muchas las familias que siguen sufriendo la carestía del precio de la vida. Y para ello, sigue siendo necesario respuestas ambiciosas por parte de las instituciones. Congelar las subidas de las hipotecas de tipo variable es una necesidad de primer orden. Hay que proteger a las familias trabajadoras de este país frente a los indecentes beneficios que están cosechando algunos en esta nueva crisis. Porque, créanme cuando les digo, que aquí hay quien se está haciendo de oro a costa del sufrimiento de los de siempre.

En Extremadura debemos acompañar estas medidas del gobierno de coalición. Tenemos que suavizar el impacto económico de la guerra en Ucrania, y por ello, tengo que decir que me siento especialmente orgullosa de algunas de las cuestiones que hemos logrado introducir en los presupuestos. Lograr la gratuidad total de los comedores escolares y aulas matinales y del transporte por carretera aliviará en parte las economías familiares extremeñas, pero soy consciente que no es suficiente. Que hay que ir más allá. El gobierno de Fernández Vara se ha dejado el tintero, por ejemplo, el bono energético para PYMES y autónomos que le proponíamos, y que hubiera contribuido a amortiguar las facturas de la luz de nuestras pequeñas empresas. Desde Unidas por Extremadura seguiremos peleando por ello.

También ha sido un año especialmente difícil para nuestra región que ha visto cómo la emergencia climática secaba sus tierras gran parte del año, haciéndonos sufrir la peor sequía desde hace décadas, provocando además los mayores incendios forestales de los últimos años. La emergencia climática también ha inundado ciudades, pueblos y campos hace escasamente un par de semanas. Estos días son especialmente complicados para aquellos a los que el agua se les ha llevado todo lo que tenían. Por eso, hago un llamamiento desde aquí a la solidaridad. Extremadura es un pueblo muy solidario, y nuestros vecinos y vecinas de La Roca de la Sierra, de Gévora o de Madrigalejo necesitan de nuestra ayuda.

En lo político ha sido un año también complicado. Y lo ha sido porque el gobierno de Fernández Vara ha vuelto a demostrar que la mayoría absoluta le sienta muy mal. Pongo solo un ejemplo de ello. Han sacado adelante el decretazo del litio, que significa, de facto, facilitarle los trámites y conceder ayudas públicas a la empresa de la mina de litio, aunque para eso se tengan que tirar a la basura más de 37.000 alegaciones de los cacereños y cacereñas, que se oponen a que se instale una mina que condenará el futuro de una ciudad que es Patrimonio de la Humanidad.

Otro ejemplo de lo mal que le sienta la mayoría absoluta al Partido Socialista es el silencio atronador en el que se han sumido para no reclamar que se salve la deuda que se tiene con esta tierra en materia ferroviaria. Que hayan organizado y participado en los fastos de la doble inauguración de un tren indigno para Extremadura, que sigue sin conectar ni vertebrar nuestra región, que no nos iguala al resto de comunidades autónomas y que registra semana sí, y semana también, incidencias y problemas, refleja que el PSOE extremeño abandonó hace mucho tiempo la batalla por el tren. Con Unidas por Extremadura en el gobierno les aseguro que esto no hubiera pasado. Aquí no queremos más promesas ni fiestas por el tren. Aquí que no venga nadie más con la cantinela del tren, sino que vengan a traernos lo que nos merecemos, que son vías y trenes del siglo XXI.

Sin embargo, no todo ha sido malo este año. La mejor imagen de estos 365 días ha sido, sin duda, la fuerza de la ciudadanía extremeña parando proyectos insalubres y sin futuro como es el macrovertedero de Salvatierra de los Barros, al que pretenden condenarnos algunos dirigentes que quieren muy poco a su tierra. Los vecinos y vecinas de la comarca Sierra Suroeste han dado un ejemplo de cómo la unión hace la fuerza y de cómo el pueblo salva al pueblo. Sin duda, esa Extremadura que no se resigna, que pelea por su tierra y por lo que nos merecemos, es mi esperanza.

Mis deseos para el año que comienza es que esa fuerza, ese espíritu de lucha y esa determinación invada cada hogar en Extremadura. Que nos sacudamos la resignación para construir, entre todas y todos, una comunidad mucho más próspera, justa e igualitaria. Feliz 2023.

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