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El 8 a las 8. Ocho razones para ser feminista

Este año la propuesta es vestir los balcones de feminismo. En la imagen, un detalle de la manifestación del año pasado en Madrid
7 de marzo de 2021 22:00 h

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Este año, en muchas ciudades y pueblos la propuesta es vestir nuestros balcones de feminismo el 8 a las 8 de la tarde. Ya que no podemos salir a la calle a bailar, gritar, reír y abrazar en una manifestación que nos da fuerzas para seguir trabajando cada día por la ansiada igualdad, es una buena idea sacar nuestras buenas vibraciones y nuestras razones a la ventana, para que nuestras casas se manifiesten públicamente en nuestro nombre. 

Para que nuestras ventanas, balcones y terrazas sean el vehículo de unión, como si un hilo morado recorriera el país para hacerlo más justo.

Hay muchísimas razones para seguir siendo feministas, para no descansar ni un solo día, para respirar profundo y continuar. Pero me ha parecido que quizás, por seguir el juego del 8 a las 8, estaría bien hacer el esfuerzo de elegir 8 razones, sólo 8, para no cejar en el empeño. Acá van las mías, mis 8 razones prioritarias: 

  1. El problema de género persiste. Según los datos del índice Objetivos de Desarrollo Sostenible, ningún país del planeta logrará la igualdad de género para 2030. Ningún país ha logrado terminar con la falta de representación de las mujeres en los órganos de decisión, ni con la violencia de género, o con la brecha salarial. El país que está más cerca de lograrlo es Dinamarca y el que está más lejos es el Chad, para España 23 posiciones después de Dinamarca el camino se abre serpenteante. Y la pandemia no ayuda. 
  2. Aún cuesta abrir los ojos ante la desigualdad. Cuesta entender que si la población humana según los datos de las Naciones Unidas se reparte en un 50,5 por ciento de hombres y un 49,5 por ciento mujeres, y sabiendo como sabemos que nuestras capacidades están a la par, ¿cómo puede parecernos normal ver mayoria de hombres en una foto de gobierno o en el panel de un ciclo de conferencias? Si somos la mitad de la población mundial, la lógica dice que deberíamos ser la mitad en todas las actividades humanas.  
  3. El lenguaje nos sigue invisibilizando. Esa coincidencia entre el neutro y el masculino no tiene sentido en una sociedad sana. Esos capítulos aparte en los libros, donde se nos menciona como si fuéramos una excepción, como si fuéramos un aparte dentro de la humanidad. Somos la mitad de la población y la mitad de la población no puede ser invisible. 
  4. Seguimos recibiendo una educación emocional diferenciada. Una educación que nos dice a las mujeres como debemos ser para agradar, para cuidar, para sacrificar nuestras vidas y nuestros gustos, en lugar de educarnos simplemente para ser felices y ofrecer lo mejor de nosotras mismas a la sociedad, tal como se educa a los hombres. 
  5. El sexo sigue siendo un arma contra nosotras. Se estima que el 35 por ciento de las mujeres de todo el mundo han sufrido violencia física y/o sexual. Una de cada cinco mujeres refugiadas o desplazadas ha sufrido violencia sexual. El 98 por ciento de las cuatro millones y medio de víctimas de explotación sexual en el mundo son mujeres y niñas
  6. La brecha laboral, el techo de cristal, el suelo pegajoso. La brecha laboral se ha intensificado con la pandemia, la tasa de inactividad remunerada femenina supera a la masculina en diez puntos, lo que se concreta en dos millones y medio de personas. Las barreras invisibles que nos impiden alcanzar los puestos directivos continúan ahí pesé a la política de cuotas, y el suelo pegajoso, las tareas de cuidado y vida familiar que el patriarcado considera nuestro “espacio natural” y que nos atan a unas obligaciones imprescindibles para la especie, pero que no son ni reconocidas, ni respetadas, ni recompensadas. 
  7. La conciliación aún no existe. Es cierto que las mujeres hemos salido de casa para obtener un trabajo remunerado, pero los hombres aún no terminan de entrar para hacer el trabajo de cuidados. La doble y triple jornada sigue siendo la norma en la vida de las mujeres. 
  8. Y el campo, la agricultura que sostiene la vida, es un sector donde las mujeres realizamos tareas a la par que los hombres, pero no se nos ve, ni se nos cuenta. En España un estudio de 2010 del Ministerio de agricultura sacó a la luz que existe una marcada feminización de la asalarización y una masculinización del empresariado rural (https://www.mapa.gob.es/es/desarrollo-rural/temas/igualdad_genero_y_des_sostenible/mujer-medio-rural/)  Las cifras globales dicen que somos un 43 por ciento de la fuerza laboral agrícola en los países en desarrollo (desde el 20 por ciento en América Latina hasta el 50 por ciento en Asia Oriental y África subsahariana), pero que legalmente poseemos menos tierras, tenemos menos acceso al crédito, tenemos un menor acceso a las infraestructuras, y a las tecnologías de la información y de la comunicación. 

Mi padre siempre me contaba que mi abuela estaba arando con los bueyes cuando sintió los dolores del parto. Regresó al pueblo, desmontó el arado, llevó a los bueyes a la cuadra y les dio de comer y beber para asegurarse de que estuvieran bien. Avisó a las vecinas y se fue a casa a dar a luz. Todas las personas tenemos historias similares en nuestras familias, por eso es de justicia acabar con la desigualdad y con los estereotipos mentirosos.

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