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La supervivencia en los barrios: reparto de alimentos y Renta Básica

Recogida de alimentos en la sede de Campamento Dignidad / JCD

Esmeralda Torres

“Gracias al Banco de Alimentos, a Campamento Dignidad y a otras organizaciones de caridad que también te dan. Si no, ¿de qué?”. Es lo que cuenta Vicky, madre de una familia de cinco miembros, cuando le preguntan cómo sobreviven sin más ingresos que una Renta Básica que se agota en noviembre. Ella fue una de las 230 familias que se beneficiaron de los 14.700 kilogramos provenientes del Fondo Español de Garantía Agraria (Fage) que Campamento Dignidad repartió durante la mañana de ayer en su sede de la calle Camilo José Cela.

La responsable de Campamento Dignidad, Isabel Santonino, cuenta que la mayoría de personas que se encontraban en una cola que superaba el centenar coincidían en que no tenían ningún tipo de ingreso para vivir. “Es gente sin paro, sin trabajo e, incluso, sin Renta Básica”.

Algunos de ellos, como el caso de María Aparicio, sí cobran esta ayuda de la Junta de Extremadura pero les resulta insuficiente. “Como o pago, pago o como. Y si como es por estas ayudas de alimentos”, agradece. María es madre de una familia de cuatro miembros: ella y su hijo mayor se encuentran en desempleo y tienen que cuidar de los dos menores, aún en edad escolar. “Necesitan material escolar, necesitan ropa, y, cómo no, necesitan comida”.

Ella ha acudido a recoger su proporción de alimentos con su hermana, Loli Aparicio, y su cuñado, que se encuentran en una situación similar, “o incluso peor”. Según declara María, en casa de su hermana son seis, “el matrimonio en el paro y cuatro menores”.

Fotocopia del DNI a cambio de comida

Santonino explica que se han visto obligados a pedir más recursos alimentarios a Fage debido a que el número de familias que acude buscando auxilio es cada vez mayor. “Cada vez es más grande la necesidad”, dice Santonino. “Al principio no querían venir, pero ven que la gente bien y que no tienen más remedio”, apostilla su compañera del colectivo, Mari Ángeles Merino.

Según indican las responsables del reparto, les piden los certificados de empadronamiento y desempleo y una fotocopia del DNI a cambio de una bolsa con galletas, garbanzos, lentejas, aceite y leche, entre otros alimentos no perecederos. Pero ante el crecimiento de demanda se han visto obligadas, en algunos casos, a limitar la documentación requerida a la fotocopia del DNI.

Los problemas de la Renta Básica

Vicky narra las pericias que tiene que hacer cada mes para que cinco personas sobrevivan con una Renta Básica que no alcanza los 500 euros. “No me llega”, lamenta.

Cuenta que tardó más de una año en conseguir la aprobación de la documentación, y tres meses en comenzar a cobrarla. Éste es su único ingreso desde que, embarazada de su pequeño de tres años, se viese obligada a abandonar su trabajo. Su marido y sus dos hijos mayores también están desempleados, estos dos últimos, de 20 y 22 años, buscadores activos de trabajo. “No los llaman porque no tienen experiencia, pero ¿si no trabajan cómo van a ganar experiencia?”.

Vicky afirma que cuando ganan algo de dinero en trabajos temporales como “la aceituna” lo invierten en comprar lo que el banco de alimentos no puede ofrecer, como carne y pescado. “Yo prefiero la carne antes que el pescado, porque es más barata y dura más”, comenta otra beneficiaria de este reparto, Carmen Vargas.

Carmen es la madre de una familia de cinco miembros. El matrimonio y uno de sus dos hijos mayores de edad montan cada día su puesto ambulante en un municipio diferente de Extremadura “para tratar de ganar aunque sea 20 euros”, mientras que el otro se queda cuidando de la pequeña de la casa, de 10 años.

Precisamente por la furgoneta que utilizan para desplazar la mercancía que comercializan les denegaron la Renta Básica. “Mi asistenta me dijo que era muy moderna y no se da cuenta de que la necesito para ganarme el pan de cada día”, denuncia la mujer.

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