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Teatro hecho desde Extremadura para transformar y mejorar el mundo

José Manuel Rodríguez Pizarro (AECOS), para la Coordinadora Extremeña de ONGD

Clara, Raquel, Blanca, Arantxa y José Manuel participaron en un taller formativo sobre técnicas de Teatro de las Oprimidas y Movilidad Humana el pasado mes de noviembre, en Badajoz, organizado por la CONGDEX. Este grupo fue uno de los tres que surgieron en este encuentro formativo. Ellas y ellos idearon y planificaron una pieza teatral con muy pocos diálogos, sustentando sobre todo con lenguaje corporal y movimiento. Y todo esto, ¿para qué? Para, ni más ni menos, sensibilizar y generar un debate entre las personas asistentes a la representación final sobre las situaciones de opresión escenificadas, de manera que el público llegase él solo a sus propias conclusiones. 

El tema elegido para esta pieza fue el tráfico de personas con fines de explotación sexual vinculado con los desplazamientos de población y la necesidad impuesta a muchas personas de huir de su país por la pobreza y la desigualdad así como por los efectos que el cambio climático está provocando en su territorio y también, por ende, en sus medios de vida, apegados casi siempre a la producción agrícola y ganadera.

Se nos contaba cómo una familia de algún país de América Latina, compuesta por el padre, la madre y sus dos hijas, decide marcharse por la pobreza y desigualdad existentes, en concreto por la falta de oportunidades para trabajar la tierra, ante la escasez de lluvias. También entraban en juego una tía, que decide quedarse allí, no migrar, y un representante de las mafias, que, al final, acaba raptando a una de las hijas y asesinando al padre, ante la oposición de éste a obedecerle. 

Tras la representación en el escenario del Centro de Ocio Contemporáneo (COC) de Badajoz de esta pieza y de las otras dos, se volvieron a repetir las tres de modo sucesivo. Eso sí, con una particularidad. En cualquier momento una persona asistente podía convertirse en espectactriz o espectactor dando una palmada; así, se paraba la acción y entraba en la obra, sustituyendo a alguna actriz o actor. Podía tomar las riendas de la historia para reconducirla e intentar acabar con esa situación de opresión planteada.

 

En el caso de la pieza explicada anteriormente se escenificaron distintas formas de opresión, como la del heteropatriarcado, encarnado en la figura del padre –que es quien toma la decisión de migrar de manera unilateral, sin consultar a nadie más, oprimiendo así a su esposa e hijas– pero que, posteriormente, pasa de ser opresor a individuo oprimido, en concreto por las mafias que trafican con personas y no tienen escrúpulos en asesinar a quien se ponga enfrente, en su camino explotador. Otro tipo de opresión, y más flagrante, es la que sufre la hija-adolescente por el hecho de ser mujer, quien cae en las garras de las mafias, que la trasladan a un país como España para ser explotada sexualmente y esclavizada en algún burdel de carretera. 

Teatro Foro 

De esta forma se generó lo que se denomina en Teatro de las Oprimidas la técnica del “Teatro Foro”, es decir, un espacio para visibilizar un tema donde existen personas oprimidas y personas opresoras y cómo, a través de la intervención del público, que es activo, no pasivo, se pueden plantear soluciones para resolver dicha situación de manera no-violenta. El cuerpo, el movimiento y la comunicación no verbal son fundamentales. La idea de todo esto es visibilizar un asunto cotidiano de la realidad diaria, por ejemplo una situación de violencia de género, de homofobia, de racismo…, para intentar buscar soluciones sin verbalizarlas (sin analizarlas desde lo teórico), es decir, poniéndonos en el papel de quien es opresor/a y de quien es oprimido/a. 

El Teatro Foro fundamenta su metodología en la educación popular de Paulo Freire, con pleno convencimiento de que toda transformación social sólo puede darse por medio del protagonismo activo de las personas, empoderándolas en sus vidas y pasando a formar parte de la vida social como actores y actrices en plena conciencia. Pero, si nos remontamos algo más atrás, ¿cómo podemos definir el Teatro de las Oprimidas? ¿Cuándo surgió…? 

Se trata de una disciplina desarrollada por el director y pedagogo brasileño Augusto Boal en los años 60 del pasado siglo. Existe una cierta polémica en cuanto a su denominación; originariamente es Teatro del Oprimido aunque, en la actualidad, también es conocido en ciertos círculos como “teatro social”, algo que no comparten algunas personas. ¿Por qué? Quizá por las connotaciones que pueda tener el término “oprimido/a”. Hay quien lo puede ver como algo peyorativo, relacionado con un ser que es un “pobrecito”, un “deprimido”, mientras que hay otras personas que lo entienden como alguien que tiene un deseo y está en el camino de conseguirlo, luchando. 

“Reglas” de este teatro 

El Teatro de las Oprimidas tiene algunas “reglas” muy básicas. La primera: siempre tiene que estar hecho por el/la oprimido/a. Así lo piensan, al menos, los más puristas, que creen que sólo un/a refugiado/a, una mujer víctima de la violencia machista, una persona sin hogar o un/a transexual puede hacer este tipo de teatro al plantear esas opresiones concretas. Eso hace que sea bastante común conformar repartos entre miembros de grupos de personas pertenecientes a colectivos vulnerables.

 

Otra “regla” de esta modalidad de teatro, y que ya vimos anteriormente en el ejemplo expuesto, es que “todos y todas somos oprimidos/as y todos/as somos opresores u opresoras”, al menos en diferentes momentos de nuestra vida y situaciones. Y en ese punto destacan las relaciones de poder, las estructuras que perpetúan esos modelos, de tal manera que hay opresores porque existen, al mismo tiempo, seres que son oprimidos y que sufren violencias. Esa, llamémosla así, estructura macrosocial sustenta relaciones de poder en el ámbito político, social, económico y cultural que se traducen en formas de violencia y opresión, ejemplificadas en racismo, xenofobia, violencia machista, homofobia, transfobia, marginación, estigmatización, aporofobia[1]… 

Teatro útil en marcos distintos

¿Qué hace que el Teatro de las Oprimidas sea algo tan útil para ponerlo en práctica en diferentes ámbitos: centros educativos, con asociaciones, con jóvenes, con mayores, en cárceles, etc.? Quizá la razón estribe en esa experiencia emocional, viva y directa que produce en quien participa y que hace que se genere una toma de conciencia mayor, que jamás se lograría solo con la palabra, con el pensamiento. A lo mejor, desde el ámbito de las ONGD, estamos muy enfrascados en sensibilizar casi siempre desde la palabra, el testimonio…, a argumentar, a justificar...; en definitiva, al “blablabla”, al predominio de la parte lógica y racional sobre la emocional. El Teatro de las Oprimidas da la vuelta a este paradigma, plantea la problemática y la reivindicación sin explicaciones ni racionalizaciones. 

Este teatro alternativo, del pueblo, de todas las personas, alejado del convencional y de sus, a veces, ínfulas de estrellato y elitismo, ha de servirnos como ensayo para la vida, que nos ayude a ser mejores personas, nos haga partícipes de un proceso de cambio, de transformación. Y en Extremadura estamos en ese camino, en el de educar a más gente en estas técnicas para que puedan ponerlas en práctica desde sus entornos y organizaciones: centros educativos, ONGD, asociaciones, colectivos, plataformas ciudadanas…

El taller formativo que organizó la CONGDEX el pasado mes de noviembre va en esa línea. Pero no es algo puntual, las técnicas del Teatro de las Oprimidas ya se vienen poniendo en marcha en acciones de sensibilización encuadradas en proyectos de Educación para el Desarrollo y la Ciudadanía Global de organizaciones como Asamblea de Cooperación por la Paz (ACPP), Fundación Mujeres o la asociación cultural Alcaraván Teatro. Y estamos seguras y seguros de que habrá más iniciativas de este tipo en la región. Auguramos una larga y fructífera vida al Teatro de las Oprimidas.

[1] El término aporofobia fue acuñado, en la década de los 90 del siglo XX, por Adela Cortina, catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia, y se puede definir como “el odio, la repugnancia u hostilidad ante el pobre, el sin recursos, el desamparado”.

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