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'Chupas y parkas': una exposición sobre pánicos morales y estilo a propósito de dos culturas juveniles separadas al nacer

Barcelona 2000

Luis de la Cruz

Madrid —

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Todos los días pasan por la estación de Atocha 900.000 pasajeros, locales y de fuera. Pocos de ellos se fijan en la presencia del cercano Museo Nacional de Antropología, una pequeña joya desconocida incluso para la mayoría de los madrileños que, además de sus magníficos fondos, ofrece periódicamente exposiciones temáticas muy interesantes. 

La que hay ahora mismo en curso (se puede ver hasta el próximo 22 de septiembre) se lleva la palma esta temporada: Chupas y parkas, sobre las culturas mod y rocker. Y aunque el Museo Nacional de Antropología es barato y merece la pena (cuatro euros la entrada sin reducir) la exposición es gratuita y ocupa toda la planta baja del edificio. Pon un disco en el plato.

Chupas y parkas es una colorida colección de memorabilia sobre las dos culturas juveniles separadas al nacer gloriosamente musealizada (mención especial a la lambretta y al bar, con escenario, cartel de no subir, barra y jukebox). Los textos de la muestra tienen más de una pensada detrás y obedecen perfectamente a la labor de guiar al visitante por la cronologías, cumbres y depresiones de las dos culturas juveniles. 

En realidad, se trata de dos exposiciones fusionadas en una. Por un lado, Rockers y mods: 60 años de la pelea de Brighton, que es la parte mollar del pastel. Rubén Olivares Rosell ejerce de maestro de ceremonias en la parte rocker y Dani Llabrés en el planeta mod. Y la mucho más pequeña Los ritmos de la calle. Rockers y mods en Madrid 1980-1990, con fotografías del inevitable Miguel Trillo y banda sonora de Los Flechazos o Loquillo, entre muchas otras bandas. Además de las fotos de Trillo, el visitante local encontrará también guiños a la escena madrileña, como fanzines o fotos en Louie Louie o el Templo del Gato.

La excusa argumental para programar la exposición es el 60 aniversario de la batalla de Brighton, un suceso muy sonado que enfrentó a rockers y mods. No será nuevo para quienes hayan visto Quadrophenia o escuchado al mítico grupo de Barcelona Brighton 64.

En realidad, la exposición habla de algo más que del interesantísimo rastro anglosajón de la música en la cultura popular y de la juventud de la segunda mitad del siglo XX. En las vitrinas de discos es fácil encontrar argumentos contra el racismo cimentados en la hermandad sonora o explicaciones sobre los pánicos morales frente al desconocido.

Una exposición exuberante, ordenada y con trasfondo para perderte y entretenerte. Fundamental para quienes son capaces de flipar con una levita teddy boy e interesante para el resto de visitantes curiosos. Chupas y parkas la van a disfrutar personas con o sin tupé. Sin o con flequillo. 

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