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Un libro y una ruta para descubrir a los hombres según Lorca: “Tienen cuentas pendientes con las mujeres y con ellos mismos”

Lady Desidia (izq.) y Ana Bernal-Triviño muestran unas páginas de 'Los hombres del Federico' junto al monumento a Lorca, sin la alondra, en la Plaza de Santa Ana de Madrid. Al fondo, una Menina.

Guillermo Hormigo

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Federico García Lorca fue Poeta en Nueva York, sí, pero también dramaturgo en Madrid. Las mujeres se convirtieron en el centro de su vida (su madre, sus hermanas, sus amigas) y de su obra (Doña Rosita, Bernarda Alba, Yerma), sí, pero los hombres condicionaban y marcaban la existencia de esas mujeres (también la suya propia). Como en estos dos casos, un libro sobre Los hombres de Federico (Lunwerg Editores) no parece la forma más obvia de acercarse a la obra del autor granadino, pero acaba revelándose como una vuelta de tuerca a la manera en la cual abordar su inmensa figura y su inagotable legado.

No es extraño por tanto que la presentación del libro, a la venta desde el pasado miércoles 26 de octubre, fuese en sí misma una vuelta de tuerca. En lugar de una conversación, tomó la forma de una ruta por varios espacios emblemáticos para Lorca (y por Lorca) en Madrid.

Todo con las mejores maestras de ceremonia. Por supuesto sus autoras, la periodista y escritora Ana Bernal-Triviño y la responsable del apartado visual y las ilustraciones, Lady Desidia (Vanessa Borrell), que han vuelto a unir su creatividad después del éxito de Las mujeres de Federico, a la espera de una tercera parte que cerrará la saga. Pero también condujeron esta anómala presentación María Belén Cantenys, guía de Rutas Teatrales, y nada menos que Margarita Xirgu.

La extraordinaria actriz y directora catalana, muy asociada a Lorca y especialmente al papel de Doña Rosita, resucitó por un día en la plaza de Cibeles para “interrumpir” el tour cuando no había hecho más que empezar (este personaje puso el punto de teatralización al asunto). Recordó, con el orgullo que solo tienen las divas de la interpretación, su amistad en Madrid con el autor de Bodas de sangre. El granadino pasó 17 años en la capital, entre 1919 y 1936. Un paso muy marcado por la Residencia de Estudiantes, donde se creó un círculo creativo sin precedentes. “Luis Buñuel decía que no había sitio en todo Madrid en el que pasaran más cosas que la habitación de Lorca”, dice Cantenys.

La Xirgu, sin embargo, recuerda sobre todo la simbiosis entre Lorca y Salva (Salvador Dalí, matiza después). Lógico, teniendo en cuenta que uno se ocupó la autoría y el otro de la escenografía en Mariana Pineda, traslación teatral de la vida de esta incansable luchadora contra el absolutismo en la España del XIX, que supuso uno de los papeles más recordados y queridos de la actriz desde el estreno de la obra en 1927.

A Margarita Xirgu le gusta escucharse y ser escuchada, pero por suerte su interés en coger un tranvía (no acabará bien) permite que las autoras de Los hombres de Federico tomen la palabra. Ana Bernal-Triviño explica el por qué de esta secuela cuando las mujeres fueron inspiración de Lorca en su crianza, su educación y su vida, así como las grandes protagonistas en su obra (si es que ambas cosas pueden desligarse del todo): “Las mujeres siguen siendo muy protagonistas en este libro, sobre todo hasta la mitad. Pero luego era interesante abordar cómo los hombres están a la sombra en su obra, pero condicionan el drama y la tragedia: Pepe El Romano en La casa de Bernarda Alba o el primo de Doña Rosita”.

En Las mujeres de Federico, “un libro sobre el silencio y la culpa”, las mujeres de su obra dialogaban entre sí para percatarse de que compartían problemas y situaciones por unas dinámicas patriarcales que afectaban a todas. Aquí esos mismos personajes confrontan ahora a los hombres de sus historias para “reflexionar sobre la sociedad en la que se criaron”. “Tienen cuentas pendientes con las mujeres y con ellos mismos”, añade.

La escritora señala cuatro grandes ejes de su libro: los derechos de las mujeres, el proceso de reflexión en muchos hombres, la memoria de Federico y una última más especial, vinculada a la fuerza de la simbología lorquiana: “El anterior era un libro de luz, este sin embargo es uno de violencia”.

Reflejar ese universo era la gran tarea de Lady Desidia, para quien “Lorca siempre estaba del lado de los que nada tienen”. La ilustradora explica que le ayudó el material gráfico creado por el propio autor. “Era un gran dibujante, y además encargó a otros grandes artistas desarrollar la iconografía de sus trabajos”. El ya mencionado caso de Dalí es paradigmático.

Lorca en Madrid: de tertulias y cartas

Cuando el fervor de la Residencia de Estudiantes pasó y su vida se encontraba en otra etapa, Lorca tuvo que buscar otros espacios en los que desarrollar su actividad intelectual. Las charlas interminables se trasladaron a cafés como el Gijón, el Central o Granja El Henar, en el número 40 de la calle Alcalá hasta su cierre en 1948. En su puerta nos detenemos, aunque de él ya no quede rastro. La apertura de este local, en 1910, fue anterior a la propia Gran Vía. Estuvo en el centro de atención antes de que el centro fuese centro.

Para Federico, cuenta Cantenys, era un lugar muy importante. Recuerda una anécdota tras una manifestación. Tuvo que salir corriendo y no sabía donde refugiarse hasta que recordó que, al ser domingo, Granja El Henar estaría abierto con toda seguridad. En cuanto llegó se puso a narrar a todos los presentes lo ocurrido. Curiosamente, una protesta nos sorprende y atraviesa Alcalá hacia Cibeles justo en este momento. Al genio de Fuente Vaqueros todavía no se le escapa una.

Aunque no tengamos registros sonoros de su voz, muestras de genio y perspicacia como las que protagonizaba en los cafés permiten configurar una idea de la forma lorquiana de comunicar en el tú a tú. Ayudan también las cartas que redactaba para su familia, muchas de ellas escritas en la imponente biblioteca de nuestra siguiente parada: el Ateneo de Madrid.

“Sus cartas tienen el sello del Ateneo, la calma de su biblioteca”, opina Cantenys. En ellas se vislumbra un hombre consciente de su privilegio, que muestra un pasmoso dominio del lenguaje entre lo engolado y lo coloquial y que se aprovecha de ello para mentir a sus padres (“estoy divinamente”, es el inicio de una misiva en unos primeros años veinte donde todo hace indicar que la situación no era tan así). Lo cierto es que lo epistolar fue clave para Lorca en Madrid ya desde su llegada. Bajo el brazo traía carta para grandes poetas como Enrique Díaz Canedo, Eduardo Marquina o el mismísimo Juan Ramón Jiménez.

El gran dramaturgo al que arrebataron la libertad

El Teatro Español fue un segundo hogar para Lorca, así que la siguiente parada nos lleva a esta él, en la Plaza de Santa Ana. Un sitio idóneo para abordar su vertiente más vinculada a la dramaturgia, aunque es doloroso ver cómo la alondra que completaba su estatua, vandalizada en agosto, todavía no ha sido repuesta (no hay símbolo más evidente de la libertad que se le arrebató). “Es en Madrid donde empieza a idear La casa de Bernarda Alba, aunque sea una historia muy ligada a su vida personal”, explica Cantenys. En la representativa fecha del 8 marzo de 1933 estrena Bodas se sangre en el Teatro Albéniz.

Son dos obras muy importantes en el trabajo conjunto de Bernal-Triviño y Lady Desidia. La primera de ellas desarrolla las razones: “Hay un gran viaje Bernarda Alba del anterior libro a este. En el primero descubre el por qué de su comportamiento, se reencuentra con su hija Adela y encuentra un cierto humanismo. Aquí se topa con su espejo: la madre de Novio [personaje de Bodas de sangre]. Una mujer revisada se encuentra con otra que no lo ha hecho aún. Dos mujeres solas y viudas reflexionan sobre cómo educar, sobre las diferencias entre hacerlo con un varón y una hembra”.

Ya dirigidos hacia nuestra última parada, al poco de pasar frente al Albéniz en la calle de la Paz, nos reencontramos con la Xirgu. Chafada después de descubrir que ya no hay tranvías en Madrid, reclama una escultura para sí como las de otras actrices y actores en la fechada del Teatro, aunque presume de la que posee en Mérida: “Dicen que da suerte”.

La comitiva y ella acordamos que nos acompañe hasta la librería La Mistral, donde poner fin a nuestro paseo. Por el camino, entre broma y broma, suelta algún lamento por su admirado Lorca. En 1936 ella se marchó a México. Él quiso pasar antes por su tierra, por la Huerta de San Vicente, otro lugar que actúa como centro geográfico y emocional en Los hombres de Federico. Nunca volvieron a verse. “Mi corazón es tu casa y tu corazón mi huerto” fueron los últimos versos que el dramaturgo dedicó a la actriz.

Cuando llegamos a La Mistral, nos enfilamos a la planta baja de la librería. Hay un escenario perfectamente dispuesto para la Xirgu. Interpreta el monólogo final de Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores, ese que tanta fama le reportó. Un grito desesperado de soledad, una voz harta de esos cuchicheos empeñados en humillar y acallar a las mujeres.

Es entonces cuando a este cronista, que casualmente interpretó esa obra en los pocos años en que le dio por hacer teatro, se le quiebra el periodismo. No, por mucho que por un rato encarnase al tío de la eterna soltera, no soy uno de los hombres de Lorca. Tampoco la Xirgu es Margarita, sino una actriz llamada Tamara. Ni por supuesto el librero de la Mistral que baja a hacernos una foto de grupo es Lorca, aunque casualmente se llame Federico. Pero puede que estos recuerdos, imaginaciones y coincidencias sean las que mantienen tan viva esa simbología lorquiana que reivindica el libro de Bernal-Triviño y Lady Desidia. Hasta que la alondra vuelva queda lo que nos contamos.

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