Méndez Álvaro, un polo empresarial de Arganzuela que busca su identidad con pocas dotaciones y un declive comercial
La narrativa de los barrios suele construirse de forma lineal. La prensa y la opinión pública en general hablan de zonas en auge, espacios en declive o rincones sumidos en la gentrificación. Pero a veces cuesta trazar una evolución constante y un lugar puede desarrollarse a través de tensiones contradictorias e incluso, en apariencia, incompatibles. Esa indefinición puede ser una primera característica para empezar a analizar cómo se ha construido (física y metafóricamente) Méndez Álvaro.
Barrio oficioso de Arganzuela, en la vía homónima confluyen en realidad hasta cuatro barrios distintos del distrito: Atocha, Palos de la Frontera, Delicias y Legazpi. Y en su kilómetro y medio de longitud confluyen un sinfin de realidades.
Una pequeña hilera de casa bajas resiste entre rascacielos. Pisos sin lujos de fachada marrón se alternan con otros blancos y diáfanos, donde el precio por metro cuadrado asustaría al rentista que alquila ese primer piso sin lujos. Desde un pequeño parque infatil y un bar (dos lugares menos habituales que en casi cualquier otro punto de Madrid) puede contemplarse el Campus Repsol, sede central de empresa petroquímica instalda desde 2013 en el número 44.
“Yo es que salgo poquísimo de casa”, responde María a las preguntas de Somos Madrid sobre el estado en el que se encuentra el barrio. A su avanzada edad, se ha mudado a él para estar cerca de una de sus hijas. “Sé que hay mucho tráfico y que han puesto ahí un ALDI”. Este supermercado, que viene a sufrir el traumático cierre de otro (luego llegaremos a eso), abrió sus puertas el pasado 18 de diciembre en el 47 de Méndez Álvaro.
La cuenta de X (antes Twiiter) @PorMendezAlvaro, que de manera altruista informa sobre todas las actualizaciones que pueden intersar a los vecinos, mantuvo al tanto de todos sus avances en sus redes sociales. No es para menos: un super y un parking lo son todo en una zona donde no hay biblioteca, polideportivo o centro de salud pese a que tengan su sede algunas de las empresas más punteras del país.
Es el caso de la aseguradora Occident (antigua Catalana Occidente), que unificó todas sus oficinas centrales de Madrid en Méndez Álvaro. 18 plantas en una torre acristalada del número 31. En un banco junto a ella, cobijados por la sombra de uno de los pocos árboles del lugar, cuatro empleados de la cafetería instalada en esa misma torre aprovechan los últimos minutos de su descanso. Beben agua, fuman y se desahogan, hasta que son interrumpidos con preguntas sobre su relación con el barrio.
Ninguno de los cuatro es de Méndez Álvaro. De hecho, apenas conocían o podían ubicar ese nombre hasta que les contrataron aquí. Fue hace seis meses, cuando la torre comenzó a funcionar con su uso actual. “Si había venido antes no me acuerdo”, bromea una de ellas. “Yo no te valgo para hablar sobre el barrio porque vivo a tomar por saco”, añade esta trabajadora dicharachera. “Vengo de Arganda del Rey, pero en verdad media hora más lejos todavía”, apostilla. Cada día se desplaza en autobús, un trayecto que le supone una hora y veinte minutos en la ida. Lo mismo en la vuelta. Más de trece horas semanales. “Eurest es la empresa que nos paga y tiene que subir el sueldo”, dice una compañera entre risas (aunque sea cosa seria).
A la hora de describir la zona, utilizan la palabra “empresarial”. Apuntan que ahora “están empezando a hacer edificios”, aunque lo cierto es que ambos usos se complementan desde los años noventa (también llegaremos a ese punto). Las viviendas están pero no están, en una muestra de que un barrio no es del todo un barrio solo con las casas. Quizá por eso Méndez Álvaro es lo más parecido a un PAU en lo que todavía puede considerarse un punto céntrico de Madrid.
Remontarse a la historia de Méndez Álvaro supone retrotraerse miles de años. Al menos 26.000, la antigüedad de los restos humanos y animales hallados en septiembre durante unas obras de la Empresa Municipal de la Vivienda y el Suelo en la zona. Para explicar la situación actual de Méndez Álvaro, no obstante, es conveniente dar un salto en el tiempo respeco a ese asentamiento nómada del Pleistoceno.
Vestigios industriales, huellas ferroviarias
Concretamente, a 1972. La calle homónima era hasta entonces extrarradio sin apenas edificar y con problemas de seguridad o conflictividad, marcado por las limitaciones a la conexión que el trazado ferroviario había impuesto. Pero ese año, la calle Pedro Bosch permite conectar al fin con la avenida de Barcelona gracias a que un paso elevado salva las vías de Atocha.
Otro hito llegó en 1981, con la inauguración de la estación de Cercanías, autobús y Metro de Méndez Álvaro, que coincidió con la expansión de la línea 6. Un intercambiador vital en los enlaces con el sur del país. Un lustro después se crean las conexiones con la calle Menéndez Pelayo o con Embajadores, a través de la avenida del Planetario (porque sí, este barrio desangelado tiene un planetario muy a mano). Precisamente en este entorno se levantó el parque Tierno Galván, zona verde anexa que delimita a la par que oxigena el entorno.
Pero la conversión de Méndez Álvaro tiene su piedra de toque definitva en el final de los ochenta y el arranque de los noventa. Y no porque en 1990 se creara la muy curiosamente nombrada como plaza del Amanecer de Méndez Álvaro. Con la reconversión industrial a nivel nacional y la mejora de las conexiones a una escala local, las instalaciones industriales propias de una zona algo aislada del resto de la ciudad van dando paso a viviendas.
Los sucesivos ejecutivos municipales de Juan Barranco (PSOE), Agustín Rodríguez Sahagún (UCD) y José María Álvarez del Manzano (PP) permiten unos cambios de uso que apuntalan el desmantelamiento industrial y la sustitución por usos residenciales o de oficinas. Seguía viniendo gente a trabajar, pero cada vez más lo hacía también para vivir, sin que hubiera una respuesta acorde a nivel de servicios o instalaciones.
Un impulso noventero que no se tradujo en mejores servicios públicos
Mientras el aislamiento espacial se reducía paulatinamente y la industria se evaporaba, la zona vivió su pequeña revolución comercial el 7 de octubre de 1992. Aquel día se inauguró el primer Corte Inglés del sur de Madrid. Con la apertura de los grandes almacenes, comenzaba a recibir un cierto influjo de visitas. Cinco años más tarde, el 5 de diciembre de 1997, abría sus puertas en el número 2 de la calle Acanto (apenas a 600 metros) el gran multisalas de la zona. El UGC Cine Cité de Méndez Álvaro se convirtió en lugar de peregrinaje para las familias de Arganzuela y el sur de la ciudad. En sus pantallas muchas parejas vieron hundirse el Titanic y no pocos pequeños vibraron con las lianas de Tarzán.
En 2011, el Grupo Odeon-UCI-Cinesa adquirió los cinco complejos de UGC en España. Uno de ellos fue el de Méndez Álvaro, que desde entonces pasó a ser un Cinesa. Pero si este espacio ha cambiado, el otro buque insignia de la zona se ha fantasmagorizado. El Corte Inglés cerró sus puertas hace justo un año, en febrero de 2024. Moría con él el gran punto de encuentro social de una zona que sigue sin dotaciones que sirvan para crear comunidad. “El Hipercor es prácticamente el único supermercado que tenemos”, declaraba a este diario una vecina que acudió aquel día a las tiendas. Ahora al menos tienen ese nuevo ALDI.
La noticia parecía tener un reverso positivo: el nuevo destino de los terrenos donde se erige el centro comercial serviría para albergar instalaciones municipales. Ese fue el plan anunciado por el Ayuntamiento de Madrid, pero la jugada tiene algo de trampa. Para explicarlo hay que aclarar el motivo detrás de esta clausura. No se produjo por falta de clientela o por la mala situación de la compañía, sino por una resolución judicial. En concreto, un acuerdo de mediación intrajudicial de julio de 2023 que puso fin a una batalla que los grandes almacenes libraban desde hace años en los tribunales para tratar de frenar la demolición de esta sede, la de Campo de las Naciones y la de Serrano.
Una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM), ratificada por el Supremo, declaró nulo el planeamiento que amparó la construcción de una ampliación por no estar suficientemente justificado. Finalmente, la entidad evitó el derribo forzoso a cambio de ceder terrenos al Ayuntamiento para crear “nuevas dotaciones públicas”, compensar con 350.000 euros al particular que llevó el asunto a los tribunales hace una década y reconocer a este su “labor en defensa de la legalidad urbanística”.
Un desenlace que ha devenido en una nueva operación urbanística en la zona promovida por el Gobierno de José Luis Martínez-Almeida, en un proyecto aprobado con Mariano Fuentes (Ciudadanos) como delegado de Urbanismo y retomado por el equipo de Borja Carabante. La iniciativa actual conlleva una modificación puntual del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) para recalificar los terrenos que ahora ocupa el centro comercial.
El cambio beneficia notablemente a El Corte Inglés, que obtendrá una parcela más pequeña que la actual (3.311,29 metros cuadrados), pero con mucha más edificabilidad (51.776,54 metros cuadrados frente a los 34.500 del Hipercor). Podrá repartir dicha edificabilidad en una o dos torres de oficinas de hasta 27 alturas, según el proyecto municipal que salió a información pública hace más de dos años y que adelantó Somos Madrid.
Con la recalificación municipal, los terrenos de El Corte Inglés en Méndez Álvaro valen 29 millones de euros más. A ello se sumarán otros 47,5 millones previstos con la venta de las torres. El Ayuntamiento de Madrid también obtendrá nuevos terrenos para una zona verde, debajo de la cual planea construir un equipamiento subterráneo (se habla de la primer biblioteca de la zona) y un parking. Menos da una piedra, pero los terrenos habrían permitido acometer una transformación más integral del barrio con diversas instalaciones culturales, deportivas, sanitarias o sociales. Unas dotaciones que permitan a María conocer a sus vecinas y a su propio barrio.
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