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El primer Corte Inglés del sur de Madrid cierra por mandato judicial: “El barrio se queda vacío”

Nada en rebajas en un estante del Hipercor de Méndez Álvaro el jueves 29 de febrero, día de cierre de este El Corte Inglés.

Guillermo Hormigo

Madrid —

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Como el cineasta Luis López Carrasco expuso en su documental El año del descubrimiento, 1992 fue un año clave en la historia de la España contemporánea. La película se centraba en el asalto a la Asamblea Regional de Murcia en Cartagena durante una protesta de trabajadores afectados por la reconversión industrial. Pero también fue el año de los Juegos Olímpicos de Barcelona y de la Exposición Universal de Sevilla. Una modernidad con dos caras, la del éxito y la de quienes se quedaban atrás, la de la opulencia y la de un país en venta, que empezó a modificar sustancialmente el paisaje de ciudades como Madrid. Así, el 7 de octubre de ese afamado año 92 abría sus puertas el primer Corte Inglés en el sur de la ciudad.

El centro comercial de Méndez Álvaro se ha convertido en alma de un barrio todavía en construcción, muy necesitado de unas dotaciones aún insuficientes 32 años después. “El Hipercor es prácticamente el único supermercado de la zona”, señala María del Carmen, una clienta que reconoce haber acudido expresamente este jueves para despedirse del lugar. Porque el recinto ha vivido este 29 de febrero su último día de actividad.

Un día del calendario que a veces parece no existir ha sido el más idóneo para decir adiós a un lugar que estaba pero no estaba. Los clientes siguen comprando y los dependientes atendiendo, sí. Pero el aroma está viciado por las cajas de mudanza, las máquinas etiquetadoras, los embalajes, los estantes vacíos, la tristeza, la resignación y algún que otro enfado. Será que por los pasillos suena All of Me, lacrimógeno tema del cantante John Legend.

Para Cristina, desde luego, este lugar es una parte de ella misma. No es para menos, lleva 32 años trabajando aquí, desde la apertura. “Es una pena. Sobre todo por la clientela, que al final nosotros estamos aquí antes que muchos vecinos y va a ser raro y difícil para el barrio”, comenta. Tanto ella como su compañera Merche, que lleva dos años en su puesto, trabajan en la sección de electrónica. Afirman que los 600 trabajadores del centro van a ser recolocados en otras sedes, aunque cuando desde Somos Madrid preguntamos dónde las trasladan a ellas concretamente, prefieren no responder. Unos segundos antes, una encargada se ha situado a su lado y mira a ninguna parte mientras la conversación continúa.

“Toda la plantilla conserva su trabajo y al 94% se les han respetado sus opciones preferentes de reubicación”, asegura a este diario un responsable de planta que nos anima a conversar con los miembros de la plantilla. Otro trabajador, Fernando, en la sastrería también desde 1992, sí concreta que su nuevo puesto será en Preciados. “Aquí antes nos quedan todavía una o dos semanas más de recogida y traslado de material”, explica.

En otras zonas el ambiente es menos halagüeño, más alicaído o incluso exaltado. “Ha sido una cacería. Hemos ido cayendo una a una”, comentan dos vendedoras de una firma de joyería a otra compañera en la planta baja. Ninguna de las dos afectadas desea revelar su nombre por temor a repercusiones cuando pasan a hablar con este medio, pero este viernes ambas se van al paro. Así lo detalla una de ellas, que trabaja en este centro comercial desde 2022: “No te creas la campaña de marketing de El Corte Inglés. Con el cierre hay gente que nos quedamos en la calle, a la mayoría de las personas que curramos para firmas no nos reubican, en joyería a ninguna, de hecho”. Solo en dicha sección cifran en torno a 15 los despidos de marcas que alquilaban a El Corte espacio para sus tiendas, pero en todo el centro comercial de Méndez Álvaro “pueden ser decenas”.

No te creas la campaña de marketing de El Corte Inglés. Con el cierre hay gente que nos quedamos en la calle, a la mayoría de las personas que curramos para firmas no nos reubican

La situación de Bea, dependienta en la primera planta, no es tan dramática. Pero es otra de las empleadas que no ocultan su malestar. Pone fin a una etapa de 25 años en la que es “casi el único sitio donde he trabajado”, apunta. A partir de marzo lo hará en El Corte Inglés de San José de Valderas, en Alcorcón. Va a conservar el empleo, aunque no sabe si “tocarán o no las condiciones, ni si el departamento será el mismo”. Más allá de su situación personal, le causa especial desazón la afectación a un área entre Arganzuela y Atocha con grandes carencias en materia de servicios: “Aquí no hay muchos sitios para ir a comer, ni demasiadas tiendas o supermercados. El barrio se queda vacío”.

Loli y Noelia, de la sección infantil, se expresan en términos similares. “Hay dos señoras de 93 años que nos comentaban hace poco la pena que les da. Por lo visto son amigas y llevan 30 años reuniéndose en la cafetería del centro comercial”, cuenta Loli. Se enfrenta a su segundo cierre de sede y su tercer traslado en El Corte Inglés en solo cinco años. Su compañera Noelia, con nueve años a sus espaldas en Méndez Álvaro, muestra sus suspicacias ante el hecho de que el cierre se produzca no por resultados económicos desfavorables, sino por problemas legales. “En cuanto aparecieron las primeras informaciones en prensa ya nos confirmaron que el cierre se acabaría haciendo efectivo. Qué le vamos a hacer...”, dice con pesar.

Una batalla judicial en la que El Corte Inglés gana perdiendo

Como apunta esta empleada, esta clausura no llega por falta de clientela o por la mala situación de la compañía, sino por una resolución judicial. En concreto, un acuerdo de mediación intrajudicial del pasado julio que puso fin a una batalla que los grandes almacenes libraban desde hace años en los tribunales para tratar de frenar la demolición de esta sede, la de Campo de las Naciones y la de Serrano.

Una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM), ratificada por el Supremo, declaró nulo el planeamiento que amparó sus licencias de construcción por no estar suficientemente justificado. Ello dio lugar a que en 2016 un juzgado declarara dichas licencias igualmente nulas “por no ser conformes a Derecho” y ordenara la demolición de lo construido. Esta última resolución es firme desde septiembre de 2018, aunque su ejecución seguía pendiente. 

Durante este tiempo, el principal argumento de El Corte Inglés para no ejecutar la sanción era que el Ayuntamiento de Madrid y la Comunidad de Madrid fueron quienes aprobaron una modificación del Plan General de Ordenación Urbana, que les autorizó a ampliar en 25.300 metros cuadrados la superficie de esos centros a cambio del pago de 9,8 millones de euros y la cesión de dos parcelas. En base a ese nuevo planteamiento, el Gobierno municipal que entonces dirigía Ana Botella fue quien le otorgó las licencias requeridas. 

Finalmente, la entidad que ahora preside la empresaria Marta Álvarez evitó el derribo forzoso a cambio de ceder terrenos al Ayuntamiento para crear “nuevas dotaciones públicas”, compensar con 350.000 euros al particular que llevó el asunto a los tribunales hace una década y reconocer a este su “labor en defensa de la legalidad urbanística”, según la documentación a la que tuvo acceso elDiario.es.

Un desenlace que ha devenido en una nueva operación urbanística en la zona promovida por el Ayuntamiento de José Luis Martínez-Almeida, en un proyecto aprobado con Mariano Fuentes (Ciudadanos) como delegado de Urbanismo y retomado por el equipo de Borja Carabante. La iniciativa actual conlleva una modificación puntual del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) para recalificar los terrenos que ahora ocupa el centro comercial.

El cambio beneficia notablemente a El Corte Inglés, que obtendrá una parcela más pequeña que la actual (3.311,29 metros cuadrados), pero con mucha más edificabilidad (51.776,54 metros cuadrados frente a los 34.500 del Hipercor). Podrá repartir dicha edificabilidad en una o dos torres de oficinas de hasta 27 alturas, según el proyecto municipal que salió a información pública hace más de un año y que adelantó Somos Madrid. El Ayuntamiento de Madrid también obtendrá nuevos terrenos para una zona verde, debajo de la cual planea construir un equipamiento subterráneo y un parking. Con la recalificación municipal, los terrenos de El Corte Inglés en Méndez Álvaro valen 29 millones de euros más. A los que se sumarán otros 47,5 millones previstos con la venta de las torres.

La propia Comunidad de Madrid ha mostrado sus reservas ante el planteamiento y el pasado octubre, ocho meses después de su aprobación inicial en el pleno municipal, el mismo proyecto urbanístico retornó a Cibeles después de que el Ejecutivo regional lo rechazase por presentar “carencias y deficiencias” que hacían inviable su ejecución.

Para una de las trabajadoras de la joyería que pierde su empleo, el recorrido judicial del caso ha sido “una pantomima” que ha derivado en beneficios para El Corte Inglés: “Los mismos que denuncian son de la empresa”. Cree que ella y sus compañeras despedidas son las grandes damnificadas “por unos intereses económicos determinados”.

Con esta tensión se despide otro centro comercial en Madrid. Ese espacio que tiempo atrás era analizado por los estudiosos culturales como el fin de la vida comunitaria y el triunfo del individualismo consumista, pero que en la actualidad sucumbe ante el siguiente paso: la ciudad como un enorme tablero donde ya no sacian sus necesidades (reales o no) los propios habitantes, sino donde se despliegan una serie de operaciones inmobiliarias difíciles de descifrar. Ante esta alternativa, quizá ya hasta echamos de menos el desencanto que descubrimos hace 32 años. Ahora, como dice All of Me, adoramos los centros comerciales con todas sus perfectas imperfecciones.

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