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En tercera clase y sin billete de vuelta: las historias de pasajeros del Titanic reviven en Madrid con una exposición inmersiva

Una de las proyecciones de la exposición inmersiva con las portadas de los periódicos que recogieron la historia de la familia Callaghan, supervivientes del Titanic

Nerea Díaz Ochando

Madrid —

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Lujo, grandeza, catástrofe, tragedia... la historia del Titanic siempre se ha presentado como una oda al romanticismo y la melancolía en la que sus personajes centrales eran ricos, guapos e influyentes. De alguna manera, la película de 1996 dirigida por James Cameron y protagonizada por Leonardo DiCaprio y Kate Winslet influyó en la percepción de este dramático accidente marino que de romántico y bello tuvo más bien poco.

A bordo del transatlántico viajaban más de 2.200 personas. Tan solo 329 pasajeros ocupaban las plazas de primera clase, mientras que 710 personas navegaban en los camarotes más económicos. Arthur y Elizabeth Callaghan eran unos de esos viajeros que, aunque se montaron en uno de los barcos más lujosos del mundo, no podían permitirse más que una cama en la parte inferior del buque.

Habían reunido todos sus ahorros para viajar hasta Nueva York en busca de una vida mejor junto a su madre y esposa, Kassidy. Huían de las insalubres y precarias condiciones de trabajo de la Inglaterra industrial y tenían toda la esperanza puesta en aquel viaje. El 10 de abril de 1912 Arthur y su hija embarcaron en el puerto de Southampton sin ser conscientes de que aquella travesía marítima cambiaría su vida por completo.

De cuatro días que duraba el viaje, solo quedaban dos para llegar a su destino. Elizabeth estaba ansiosa por reencontrase con su madre, pero algo no iba bien. A la altura de las costas de Terranova, un iceberg se cruzó en el camino del transatlántico. Dada la escasa visibilidad de la noche, la tripulación no tuvo tiempo de reaccionar. Sonaron las campanas de emergencia. Recibieron órdenes del primer oficial William McMaster. Pero nada funcionó.

Tan solo un minuto y siete segundos después del avistamiento se produjo la colisión. Los primeros diez minutos fueron cruciales, el agua todavía no había llegado a los camarotes de tercera clase. Comenzaron a desalojar el barco con botes salvavidas, pero no había espacio para todos. Murieron niños, mujeres y hombres de todas las clases, aunque el desastre fue mucho más notorio para los que viajaban en tercera, de los que solo se salvaron poco más de cien.

Lo que les pasó a Arthur y Elizabeth, si llegaron o no a reunirse de nuevo con Kassidy, forma parte de la nueva exposición inmersiva que acoge Matadero Madrid y que relata, a través de estos dos personajes, la otra cara del relato del Titanic, poniendo el acento en las historias personales de los pasajeros sin importar su origen o clase social. Historias con menos lujos que los que disfrutaba el personaje de Rose en la oscarizada película sobre la tragedia.

La leyenda del transatlántico desembarca en formato expositivo en la capital este jueves 12 de septiembre con una gigantesca instalación de 2.000 metros cuadrados que ofrece una experiencia inmersiva única hasta el momento. Tres salas interactivas en las que, a través de la realidad virtual, es posible ver, oír y sentir lo que vivió esta familia y el resto de pasajeros del Titanic aquella fatídica noche de abril de 1912.

Experimentar un naufragio en primera persona

Son muchos los que desde que vieron la película de DiCaprio y Winslet sueñan con recrear la mítica escena en la cubierta del barco o subir la majestuosa escalera principal. En La leyenda del Titanic, la exposición inmersiva todo esto es posible. También bajar a lo más profundo del buque y conocer a los que hacían posible que se moviera o asomarse a los camarotes más humildes.

La exposición presenta de una forma nueva la historia del transatlántico, donde además de poder ver objetos inéditos y originales, es posible recorrer cada uno de los espacios del barco como si fuera real e incluso escuchar la última canción de la orquesta. La primera experiencia de realidad virtual que se presenta durante la exposición permite a los visitantes viajar a otra época a través de la música.

Los músicos del Titanic embarcaron en Southampton como pasajeros de segunda clase. Hasta la noche del naufragio iban en grupos separados, pero cuando el barco comenzó a hundirse decidieron sacar sus instrumentos y tocar para tranquilizar a la gente. La mítica escena de Titanic, fue real. Supervivientes del accidente marítimo aseguran que su última canción fue Más Cerca, oh Dios, de Ti, aunque otras fuentes sugieren que fue Songe d'Automne. Tocaron hasta que el barco se hundió e hicieron inmortal aquel momento aunque les costó la vida.

Gracias al compositor neerlandés René Merkelbach y su equipo, los visitantes de la exposición podrán vivir en primera persona aquella escena del hundimiento mientras suenan los violines. Posiblemente esta es una de las salas de la muestra más impactantes. Los efectos sonoros y audiovisuales consiguen que parezca casi real. El ruido del barco al chocar contra el iceberg, los gritos de pánico de los pasajeros o las explícitas imágenes del buque en el fondo del mar no dejarán a ningún espectador indiferente.

Y hay más. Una sala con pantallas de 300 metros presenta la enternecedora historia de Arthur y Elisabeth a través de gráficos hiperrealistas que consiguen atrapar al espectador desde el primer momento. Como una película, se proyectan las imágenes en las cuatro paredes y el suelo de la sala, donde se reflejan y la luz y las olas del mar aportando mayor realismo.

Antes de terminar, un último espacio de realidad virtual presenta algunos de los escenarios más emblemáticos junto a personajes anónimos que explican lo que pasaba dentro del inmenso barco. Los que se preparaban para la cena de gala con el capitán, los que ansiaban que llegase la hora de la comida porque estaban hambrientos o los que soñaban con que terminase su turno de trabajo para poder descansar. Todos y cada uno de ellos forman parte de este sorprendente recorrido.

¿Qué esperar de la exposición?

La muestra aspira a llegar más allá de las imágenes que nos impactaron en la superproducción de Hollywood e, incluso, más allá de los documentales sobre el naufragio más narrado de los tiempos. La exposición nos brinda la posibilidad de revivir los momentos más conmovedores, pero también descubrir una realidad diferente a la que siempre se ha contado.

El espacio cuenta con cinco salas y se tarda una hora y media aproximadamente en hacer el recorrido completo. Al ingresar, los espectadores se encontrarán con una recreación del muelle de Southampton, donde serán recibidos por el Capitán Smith. Atravesarán los pasillos de los camarotes de tercera clase para llegar a la sala expositiva, dedicada a los pasajeros españoles que viajaron en el Titanic. Esta primera parte presenta objetos, imágenes y recreaciones de algunos elementos del barco.

Después, comienza la experiencia inmersiva, que se divide en dos partes: una proyección y dos circuitos de realidad virtual. Las imágenes que se proyectan están bastante conseguidas, lo suficiente para llegar a causar una sensación de mareo en alguno de los momentos en los que se ve el mar.

Esta sala del metaverso se ha ampliado significativamente en comparación con exposiciones anteriores de Madrid Artes Digitales como Tutankamon y Los últimos días de Pompeya, incorporando elementos interactivos y experiencias sensoriales 5D, como la simulación de olores y una reconstrucción realista de las distintas clases y áreas del barco. El conjunto tecnológico e histórico harán de esta una exposición bastante fiel a la realidad que, sin duda, está enfocada a un público familiar.

El precio es, posiblemente, la gran pega de esta muestra. Las entradas generales cuestan alrededor de 19 euros, aunque los lunes por el día del espectador descienden a 13,40 euros. Para muchas personas puede resultar una cantidad disparatada, aunque el montaje que hay detrás y la mejora en la calidad de la exposición en comparación con anteriores creaciones de la compañía pueden compensar este coste superior.

En cualquier caso, la muestra aspira a convertirse en una de las más visitadas de la temporada en Madrid y, por el momento, se podrá visitar del 12 de septiembre al 31 de octubre en la Nave 16 de Matadero Madrid. Las entradas ya se encuentran disponibles en la página oficial del evento.

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