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En este espacio se asoman historias y testimonios sobre cómo se vive la crisis del coronavirus, tanto en casa como en el trabajo. Si tienes algo que compartir, escríbenos a historiasdelcoronavirus@eldiario.es.

La tesis y la investigación no entienden de cuarentenas

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Ana González Navarro

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“¿Qué tal va la tesis?” La peor pregunta que puedes hacerle a alguien que está haciendo un doctorado ha quedado en un segundo plano durante los meses de confinamiento, para dar paso a otra más importante: “¿Cómo estás?”.

Pero durante la cuarentena, la tesis no nos ha abandonado. Las primeras semanas de confinamiento se leían bromas en Twitter sobre cuánto trabajo iban a tener los revisores de revistas académicas porque investigadores e investigadoras, encerrados en sus casas, no iban a tener otra cosa que hacer que escribir artículos. La conciliación familiar y las relaciones y tareas del hogar no se contemplaban aquí. Tampoco la posibilidad de que durante esas semanas algunas personas necesitaran priorizar su bienestar físico y mental ante la situación que se nos venía encima. También es verdad que entonces pensábamos que el confinamiento no duraría tanto.

“Vamos a preparar tareas hasta las vacaciones de Semana Santa para que tengan algo que hacer hasta entonces”. Algunas personas, a la vez que realizamos la tesis doctoral, si tenemos la suerte de tener un contrato, tenemos obligaciones docentes, y como todo el mundo dedicado a la educación, hemos tenido que improvisar sobre la marcha. Esas semanas de tareas se han acabado convirtiendo en todo un plan de adaptación a la docencia no presencial que abarcara hasta final de curso, evaluación extraordinaria incluida. El personal investigador en formación, que estamos, justamente, formándonos, hemos pasado de gatear a correr. Y eso, quienes tenemos suerte y compartimos docencia con profesorado que realmente se coordina y se implica en nuestro proceso formativo. Hay compañeros/as con encargos de asignaturas enteras (algo, en teoría, no permitido) que a estas alturas estarán saltando con pértiga. Porque claro, como son tus primeros años de experiencia, quieres hacerlo mejor que bien, das cada paso con cuidado y tratas de imaginar todo escenario posible que puede estar teniendo el alumnado para no dejar a nadie atrás, aunque también sabes que siempre va a haber quien intente jugártela. ¿Cómo se consigue el equilibrio?

Con la extensión del estado de alarma llegó también cierto alivio. “Chicas, nos congelan el plazo de depósito de tesis, A TODAS, hasta que termine el estado de alarma. Da igual cuándo sea vuestra fecha de finalización”. Luego ha resultado que se ha reanudado a principios de junio, con la reanudación de plazos administrativos, a pesar de que todavía a día de hoy no podemos volver a nuestras investigaciones con normalidad, debido a las restricciones que siguen vigentes. Aun así, tenemos que estar agradecidas ya que, en parte, estos meses, han sido un regalo extra. Eso, si estás en mi caso, que no he tenido que ocuparme más que de mí misma, que el coronavirus no ha afectado a nadie cercano y que no tengo el estrés que acarrea los últimos meses del doctorado, una situación en la que muchas personas llegan al límite. El insomnio, la ansiedad, las lágrimas y la dificultad de concentración son algo habitual de esta época. Súmale a esto una pandemia, las clases online, los cuidados familiares, la conciliación con otro trabajo, el pensar en poder llegar a fin de mes, pelearte con extranjería por asegurar tu situación aquí, la preocupación ante tus seres queridos… pero yo no me puedo quejar “estoy contenta porque he podido avanzar con la tesis”. Y la verdad, incluso me ha ayudado a mantener la tan aclamada rutina. También tengo suerte porque todo esto me ha pillado en casa, donde tengo un despacho con orientación sur. Otras compañeras/os han tenido que interrumpir sus estancias en el extranjero (necesarias para la mención internacional y para una mayor proyección académica). En mi caso, solo he tenido que cancelar una estancia programada para este verano, que estoy intentando posponer.

Durante la pandemia, igual que el personal sanitario y otros sectores esenciales se han convertido en héroes, la investigación se ha convertido en esencial. La ciencia y la investigación nos salvarán. Pero estos siguen siendo ámbitos precarios, donde se enlazan contratos temporales durante largos periodos, para los que hay una competitividad tremenda. A día de hoy, la única medida tomada por el Gobierno en este sentido es prorrogar los contratos que finalicen antes del 2 de abril de 2021. Pero el confinamiento ha afectado y ralentizado TODAS nuestras investigaciones. De nuevo, en mi caso, no es tan importante, ya que mi tesis es del ámbito de las Humanidades, pero bueno, eso nunca ha salvado a nadie. Aunque las Artes y Humanidades bien que nos han aportado espacios de alivio durante estos meses. Trabajo sobre literatura, pero total en cuanto nos han dejado salir nos hemos olvidado de cómo los libros nos han salvado durante el confinamiento.

Ahora que lo importante es la desescalada y la nueva normalidad, sabemos casi todo sobre las nuevas normas para el turismo, la hostelería, el fútbol, el ocio… pero sabemos muy poco sobre cómo se va a volver el próximo curso escolar. En todos los niveles: infantil, primaria, secundaria, universidad… Quizás, como sociedad, deberíamos hacérnoslo mirar. Pero total, eso de las reflexiones profundas ha quedado atrás, como tantas otras cosas.

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