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“Perlas de España para todas las mujeres del mundo”: auge, caída y resurreción de Majorica

Perlas de Majorica recién fabricadas

Esther Ballesteros

Mallorca —

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Años sesenta. Hordas de turistas descienden de los autocares aparcados frente a las puertas de una fábrica cuyo nombre resuena desde hace años a escala internacional. En pleno boom del turismo y con Mallorca convertida en catalizadora de la renovación económica, social y cultural del país, los viajeros quieren hacerse con un preciado recuerdo de su estancia en la isla. Celebridades como Audrey Hepburn, Jackie Kennedy y Marilyn Monroe han creado tendencia en el uso de un codiciado objeto de lujo, la perla, y quienes recalan en la isla no están dispuestos a quedarse sin una joya de Majorica, cuyas exportaciones alcanzan máximos históricos y cuyas piezas se anuncian a bombo y platillo en publicaciones de ámbito mundial. “Perlas de España para todas las mujeres del mundo”, puede leerse en las revistas.

Con más de 130 años a sus espaldas, Majorica ha logrado sobrevivir a sucesivos periodos de crisis y bonanza, cambios de propiedad y accionariado e incluso a un concurso de acreedores desde que en 1890 Eduard Heusch implantara el negocio en la mayor de las Balears. Lo hizo en el levante de Mallorca, en el municipio de Manacor, provocando con ello un cambio decisivo en todos los aspectos de la vida local mientras la isla, hasta entonces dependiente casi en exclusiva de un sector primario en manos de terratenientes, intentaba sortear la grave crisis agrícola y manufacturera que atravesaba encomendándose a la industrialización. En la actualidad, Majorica cuenta con expectativas de facturación de más de 50 millones de euros en los próximos años y más de 1.500 puntos de venta en 70 países, el último de ellos inaugurado el pasado mes de agosto en Miami con vistas a expandirse por Norteamérica.

Desafíos constantes desde la fundación

La perlera, a lo largo de sus más de cien años de historia, ha buscado reinventarse. De hecho, sus memorias y fondos documentales reflejan las sucesivas transformaciones a las que la empresa ha tenido que hacer frente para adaptarse a los innumerables cambios socioeconómicos producidos a lo largo del siglo XX y principios del XXI así como a la evolución de un sector, el de las perlas, que no siempre lo ha tenido fácil.

No en vano, los desafíos fueron constantes desde el preciso momento en el que, en 1890, los hermanos Eduard Hug y Karl Hug Heusch Schmal, descendientes de una saga de empresarios industriales de Aachen (Alemania), fundaban en París la compañía que se convertiría en el germen de Majorica, la Societé des Perles des Indes E. Heusch & Co., empresa que, siete años después, sería registrada en Barcelona bajo el nombre Hugo Heusch & Cia. Su objetivo: la elaboración de perlas artificiales. A inicios del nuevo siglo, la fábrica ya se encontraba instalada en Palma y en 1902, en un piso alquilado situado en las proximidades de la estación de ferrocarril, los Heusch inauguraron sus actividades en Manacor, un municipio que en poco más de una década había perdido más de 8.000 habitantes a causa de la llegada de la filoxera: al acabar con las vides, una de las principales fuentes de ingreso del pueblo, los vecinos de la localidad se vieron abocados a emprender el camino de la emigración.

A inicios del nuevo siglo, la fábrica ya se encontraba instalada en Palma y en 1902, en un piso alquilado situado en las proximidades de la estación de ferrocarril, los hermanos Eduard Hug y Karl Hug Heusch inauguraron sus actividades en Manacor

“Es difícil imaginar lo que habría sido Manacor, inmerso en la crisis finisecular, sin las perlas”, apunta el historiador Sebastià Sansó, uno de los principales investigadores sobre la evolución de la economía, la sociedad y la historia de la comarca del levante mallorquín y 'excelente cum laude'' por su estudio La indústria de la perla a Manacor, 1902-2002. Sansó explica que, entre los elementos que debieron de determinar la elección de Manacor, se encontraba el acceso a la energía eléctrica gracias a la presencia de la fábrica de electricidad de la compañía Servera y Melis, la facilidad de transporte gracias a la llegada del ferrocarril en 1879 y la disponibilidad de terrenos no urbanizados en una zona que empezaba a convertirse en lo que hoy se conocería como polígono industrial.

El papel crucial de las mujeres y la primera huelga

Pero, más allá de estos condicionantes, el investigador apunta a un hecho decisivo: la abundante mano de obra, sobre todo femenina, en un lugar en el que escaseaba la ocupación debido al derrumbe del sector primario. De hecho, como apunta el estudio La industria de la perla. El caso de Majorica, fábrica de perlas artificiales (1902-2005), elaborado por Sansó junto al catedrático de Historia e Instituciones Económicas Carles Manera y el catedrático de Economía Aplicada Andreu Sansó, el potencial de mano de obra femenina disponible en Manacor, en edades comprendidas entre 12 y 60 años, superaba con creces las cuatro mil personas, muchas de las cuales podían estar a disposición para servir en los talleres de la fábrica de perlas y el trabajo domiciliario.

Las obreras, quienes se convirtieron de inmediato en las protagonistas centrales de la industria perlera, no tardaron además en exigir mejoras en sus condiciones de trabajo. Hasta 75 de las cien empleadas de la fábrica interrumpieron su trabajo en señal de protesta y se declararon en huelga durante dos días para reclamar mejoras salariales. Buscaban unas prácticas de pago más honestas entre triadores y comptadores (seleccionadoras y contadoras), las trabajadoras de más edad de la empresa dado que, tal como explican desde la propia compañía, las más jóvenes eran las que llevaban a cabo las tareas más laboriosas y pesadas.

La mano de obra fue fundamentalmente femenina. Las obreras, quienes se convirtieron de inmediato en las protagonistas centrales de la industria perlera, no tardaron en exigir mejoras en sus condiciones de trabajo

Los investigadores señalan que la singularidad de esta industria, atípica durante medio siglo en todo el territorio español, dificultaba en gran medida la incorporación de ingenios a un proceso basado en el trabajo intensivo y a destajo, de forma que se importaba toda la maquinaria desde Francia, ámbito natural de esta manufactura, o la empresa adaptaba sus necesidades productivas a nuevos aparatos de diseño propio, que emulaban los ya conocidos. “El estudio de los libros copiadores de cartas permite encontrar indicios de mecanización con la importación, en 1906 y desde Francia, de un sistema consistente en un soplete alimentado por aire comprimido, que sustituía al soplo labial efectuado por las obreras. En 1908, se evidencian conjuntos diversos de bancadas sobre las que se colocarían tornos manuales –unos sesenta–, usados para elaborar las perlas macizas”, señalan.

Majorica, imparable

El proceso de implantación de Hugo Heusch & Cia era ya imparable. En 1915 pasaría a denominarse Industria Española de Perlas Imitación, S.A., cuyo objetivo pasaba por “emprender en España en grande escala de negocio la fabricación y venta de perlas por imitación de las naturales”. El ingente trabajo era tal que se abrieron talleres en otros municipios y las exportaciones comenzaron a dispararse, con una nómina de clientes que se extendía a los países centroeuropeos, a Estados Unidos -en 1916 la empresa instaló una sucursal en la Quinta Avenida de Nueva York-, a Canadá y a India, entonces bajo dominio británico. Una trayectoria de ensueño que se vería ensombrecida por la presión de la producción japonesa, de inferior calidad y bajo coste -lo que obligaría a los directivos de Majorica a reducir precios y a adaptarse a la “vulgarización de la demanda”-, como apuntan los historiadores, hasta acabar dando de bruces con el final del ciclo de la perla hueca y, sobre todo, con el crack bursátil de 1929.

El estallido de la Guerra Civil provocaría un estancamiento generalizado y marcaría una etapa en la que las ventas quedaron constreñidas al mercado nacional en más de un 90% y la falta de materia prima, junto a sus desorbitados precios, obligaría a los responsables de la empresa a derivar la producción hacia otros artículos, como diademas y cinturones de celuloide. Durante décadas, la compañía, que ya comenzaba a desarrollar tecnología propia y a aplicar importantes mejoras en los acabados del producto, se vio obligada a adaptarse a los balbuceos del turismo de masas y al contexto socioeconómico internacional, alternando periodos expansivos y depresivos en función de la evolución de las demandas en los mercados extranjeros. En los años cincuenta, por ejemplo, se produjo un incremento histórico de las exportaciones y los beneficios superaron por primera vez los cinco millones de pesetas. 

Dependencia del turismo y cambios en la moda

Como subrayan los tres historiadores, a la dependencia del turismo se ha sumado durante décadas la gran sensibilidad a los cambios de la moda, que condujo a la empresa a una adaptación continua de la producción hasta comienzos del siglo XXI, lo que explica que el monopolio casi exclusivo de la perla cediera parte de su peso a la elaboración de productos de joyería y de bisutería. La perla continuaba siendo un componente esencial, pero no único.

A la dependencia del turismo se ha sumado durante décadas la gran sensibilidad a los cambios de la moda, que condujo a la empresa a una adaptación continua de la producción hasta comienzos del siglo XX

Otro de los periodos en los que hacen hincapié los investigadores es el que transcurre entre 1972 y 1974, años en los que Majorica se vio afectada por una crisis que intentó solucionarse con reducciones de personal y estrictos controles sobre existencias y gastos y comenzó a hablarse de la caída del turismo, de los escasos recursos económicos de los visitantes y de las restricciones bancarias. Un escenario que contrastaba con el boom turístico de las décadas anteriores: pese a la reducción de exportaciones, la importante afluencia de viajeros en Mallorca permitió mantener a flote las ventas de la fábrica.

En los ochenta, Majorica informaba de la implantación de sucursales en Estados Unidos y Francia y de una expansión comercial que llegaba hasta Dinamarca, Arabia Saudí y Kuwait. Sansò apunta, por ejemplo, al lanzamiento de la línea de oro en 1987 y a la consolidación de los mercados nacionales e internacionales, una tendencia que se vería mejorada en los años noventa fruto del fin de la guerra del Golfo Pérsico, del crecimiento del sector turístico y de la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992 y de la Expo de Sevilla, que provocaron que las ventas se disparasen de nuevo. Sin embargo, los atentados del 11 de septiembre de 2001 jugarían en contra de la marca y constituirían, de nuevo, un golpe lacerante para los intereses de una firma nunca ajena a las vicisitudes y que continúa, más de 130 años después de su inauguración, sobreponiéndose a las nuevas realidades del mercado.

La reinvención de Majorica

Las perspectivas de futuro que en la actualidad maneja la fábrica eran inimaginables en 2020, cuando la perlera entró en concurso como consecuencia de las dificultades económicas que atravesaba la marca, motivadas, sobre todo, por los embates de la pandemia. Dado que sus ventas se encuentran estrechamente vinculadas al turismo -sus puntos de venta se extienden a los aeropuertos e incluso a los cruceros-, la compañía notó con fuerza el impacto de la crisis de la COVID: las ventas descendieron hasta los cinco millones de euros, una cuarta parte de lo que Majorica había facturado en ejercicios anteriores y, pese a afanarse en buscar fórmulas para superar la crisis, las exiguas ventas la abocaron a la temida suspensión de pagos.

La situación puso en alerta a los sindicatos ante las dudas de cómo afectaría a la plantilla y cuál sería el futuro de sus más de 200 trabajadores -en los años noventa llegaron a ser más de 400- en caso de que Majorica fuese adquirida por un grupo inversor. Tras meses de negociaciones, Majolaperla SLU se hizo con la marca mallorquina por un total de 12,2 millones de euros. La venta contemplaba, entre otros, las marcas propiedad de Majorica, su secreto industrial para la fabricación de perlas artificiales, los trabajadores incluidos en la oferta -un total de 161-, varios edificios, arrendamientos de tiendas y contratos de superficie, acuerdos de distribución en el extranjero y derechos de publicidad e imagen.

Ahora, la compañía se encuentra inmersa en “una nueva e ilusionante etapa”, como manifestó a principios de 2023 el director general de la perlera, Didier Grupposo. Una etapa en la que Majorica busca rejuvenecer su público objetivo y, sin dejar de lado a la clientela española, expandirse en mercados como Alemania, México o Estados Unidos, además de Asia, “un mercado ambicioso que reúne todos los ingredientes para seducirlo por su atracción por las perlas”, como aseguran desde la compañía. “Ahora estamos en una fase de despertar en la que estamos elevando a la nueva Majorica, garantizando su presente y futuro. Somos la primera compañía que inventó las perlas orgánicas. Cuando los consumidores piensen en perlas, deben pensar en Majorica”, sentencia Grupposo.

En su apuesta por renovarse, la empresa coquetea incluso con el flamenco. Lo hace con el lanzamiento de campañas que buscan redefinir su proyecto más allá de su esencia mallorquina y modernizar el imaginario tradicional asociado a las perlas. En una imagen que contrasta con la ofrecida hasta el momento por la marca, Rodrigo Cuevas, ganador del Premio Nacional de Músicas Actuales 2023, y el dúo de Dj Mëstiza ponen cara a las nuevas propuestas de la firma. 

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