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Baltimore da por muertos a los seis desaparecidos en el derrumbe del puente

El carguero Dali, con bandera de Singapur, se estrelló contra el puente Francis Scott Key parcialmente derrumbado en Baltimore, Maryland, EE.UU., el 26 de marzo de 2024. EFE/JIM LO SCALZO

Antònia Crespí Ferrer

Baltimore —

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Aún faltaban tres horas para que los equipos de rescate dieran por muertos a los seis desaparecidos cuando Terisa Waters miraba con asombro desde la orilla del barrio de Dundalk los restos del puente Francis Scott Key hundidos dentro del río Patapsco. “No me lo puedo creer. Yo cada día cruzo ese puente para ir a trabajar. Y ahora ya no está”, explicaba el martes por la tarde esta vecina de Baltimore. 

Desde primera hora los equipos de rescate se habían trabajado intensamente para encontrar a seis de los ocho trabajadores que reparaban los baches del puente cuando se produjo el colapso. Los otros dos restantes ya los habían sacado del río durante la mañana. Ambos han recibido el alta, a pesar de que uno al principio fue ingresado de gravedad. La búsqueda de los supervivientes era una carrera a contrarreloj en las gélidas aguas del río que registran temperaturas bajo cero. A pesar de los esfuerzos, pasadas las siete y media de la tarde (hora local en la costa Este), los rescatistas daban por perdidas las esperanzas.

“La Guardia Costera de los Estados Unidos, la Policía Estatal de Maryland y el Departamento de Bomberos de la ciudad de Baltimore anunciaron que hemos pasado de una operación de búsqueda y rescate a una operación de recuperación”, ha lamentado en redes el alcalde de la ciudad Brandon M. Scott. Se espera que el miércoles por la mañana se reanuden los trabajos para encontrar los cuerpos sin vida. Según medios locales, los seis afectados son de El Salvador, Guatemala, Honduras y México. Todos ellos tenían entre 30 y 40 años, pareja e hijos y eran vecinos de los barrios de Dundalk y Highlandtown. 

La madrugada del martes un carguero con bandera de Singapur colisionó contra uno de los pilares del puente, hundiéndolo en el acto. A primera hora ya se ha declarado el estado de emergencia en Maryland a raíz de los hechos. El esqueleto de metal que sobresale de las aguas del río es testimonio del espanto que reflejaban los vídeos grabados durante la noche. “Estaba durmiendo y me desperté por la vibración de la casa. No sabía qué pasaba”, relata Terisa mientras se pone una mano de visera para atisbar mejor los restos del puente que se recortan contra el sol del atardecer. Ella tan solo vive a unas cuantas calles en este vecindario de casitas de madera que justo miran al rio en el barrio de Dundalk. 

Jerrod Jackson y su pareja Jennifer también son vecinos de la zona. “Toda la casa temblaba, te lo juro, parecía un terremoto. En mi vida había sentido algo igual. Incluso la PlayStation se movió de sitio”, decía Jerrod mientras hacía aspavientos con las manos. A lo largo de la tarde las calles de esta zona residencial se han inundado de coches de mirones y furgonetas de las cadenas de televisión americanas buscando el encuadre perfecto para hacer las conexiones.

Una de las vecinas avanzaba lentamente por la calle mientras esquivaba los coches aparcados a ambos lados de la vía. “¿Sabes si en esa esquina hay algún hueco?”, preguntó por la ventanilla señalando el final de la calle. La respuesta era negativa. “Ya no puedo aparcar ni delante de mi casa”, refunfuñó mientras encajaba el coche como podía en otro sitio. Otra vecina había acordonado el patio de su casa para que no entraran más los curiosos y se había plantado en la entrada. “Only media”, ponían dos folios escritos a mano colgados de un cordel. 

Una pérdida de energía, la principal hipótesis

El Dali, el buque que colisionó contra el puente, alcanza los 290 metros de eslora y había salido de Baltimore a la una de la madrugada con destino a Colombo, la capital de Sri Lanka. Desde el principio, las autoridades han descartado que el choque haya sido intencionado o que se trate de un ataque terrorista.

Durante la rueda de prensa del martes, el gobernador de Maryland Wes Moore ha explicado que la nave avanzaba a “gran velocidad” cuando impacto contra el pilar. Moore ha relatado que la tripulación envió un aviso de “mayday” justo cuando perdió del control del carguero después de quedarse sin energía. “Son héroes”, ha defendido el gobernador, argumentando que gracias a este aviso se han salvado muchas vidas. La empresa singapurense Synergy Group, que opera el barco, aseguró en un comunicado que ninguno de los 22 tripulantes del navío resultó herido.

Moore ha explicado que la perdida de propulsión y potencia es la principal hipótesis sobre la que se trabajan las autoridades. Un par de horas más tarde, ha comparecido la responsable de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte, Jennifer Homendy, para decir que están investigando las causas y que ya están en contacto con la empresa singapurense. En las tareas e investigación también está colaborando la naviera Maersk, quien había fletado el barco. 

El Dali ya protagonizo un incidente similar en Amberes el 2016. Según explica The Guardian la nave fue detenida en Bélgica después de raspar un costado del muelle y dañar significativamente parte del casco. Una inspección el pasado junio en el puerto chileno de San Antonio encontró problemas en la “propulsión y la maquinaria auxiliar” del carguero, según la base de datos de Equasis consultada por la Agencia EFE. La inspección con fecha del 27 de junio de 2021 encontró deficiencias en la propulsión y más concretamente en “aparatos de medición, termómetros, etcétera”.

Las consecuencias para la economía

Más allá de las pérdidas humanas, el derrumbe del puente, que tiene casi 3 kilómetros de largo, también tendrá consecuencias para la economía de la ciudad y de todo el país. El Francis Scott Key era una de las principales arterias que conectaban las dos orillas de la ciudad de Baltimore. El banco donde trabaja Terisa está al otro lado del río. Para llegar hasta allí cruzaba cada día el puente en coche: tardaba 15 minutos para ir y otros 15 para volver. Ahora calcula que tardará 40 minutos en la ida y otros 40 en la vuelta. Jamel es otro vecino de Baltimore que acostumbra a realizar esta ruta casi cada día y ya se está viendo venir la tormenta: “No solo será el hecho de dar más vuelta, sino la cantidad de embotellamiento y retenciones que ahora se crearán en las vías alternativas”.

El colapso del puente también ha provocado la paralización del puerto de Baltimore, uno de los más importantes de la costa Este y de todo Estados Unidos. Anualmente, genera unos 2.600 millones de dólares en cifra de negocios y más de 395 millones en impuestos y es clave para el comercio de vehículos y material agrícola en EE. UU. De él dependen unos 50.000 puestos de trabajo. Solo el año pasado tuvo un tráfico de 395 millones de toneladas de carga. 

 El peso de esta infraestructura en la economía americana es tal, que el presidente Joe Biden ha anunciado que el gobierno federal costeará la reconstrucción del puente. “Espero tener el apoyo del Congreso. Requerirá de un poco de tiempo, pero la gente de Baltimore puede contar con nosotros para seguir a su lado a cada paso hasta que se reabra el puerto”, dijo durante la comparecencia de urgencia del martes.

Mientras una parte del Dali continúe enredada con los restos del puente, la salida al océano Atlántico está bloqueada. De momento, la web de la Autoridad Portuaria de Maryland anuncia que el tráfico de barcos hacia el puerto y desde el puerto ha quedado suspendido “hasta nuevo aviso”. El martes por la tarde, en la zona de descargadas aún había actividad, con una afluencia constante de camiones que salían del muelle. “Hoy hemos acabado antes, pero mañana nos han dicho que volvamos”, explicaba uno de los trabajadores (que no quiso dar su nombre) a la salida del puerto. El Washington Post calcula que unas 3.200 fábricas y centros de distribución ubicados en un radio de 48 kilómetros dependen del puerto. 

A escala mundial, el bloqueo de este enclave también añade complicaciones al puzle en el que se ha convertido el tráfico marítimo en los últimos meses. Se trata de un dolor de cabeza que se suma a otros factores como los ataques de los hutís en el Mar Rojo (en el contexto de la guerra de Gaza) y la sequía histórica que está sufriendo el Canal de Panamá.

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