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La cuestión de la soberanía: cuando comunistas portugueses votan con la extrema derecha

El primer ministro húngaro, Viktor Orban, en el pleno del Parlamento Europeo del 11 de septiembre de 2018.

Andrés Gil

Bruselas —

Cuando populares, socialdemócratas y liberales hablan de pinza de populismos hilan muy poco fino. Es un argumentario, es su argumentario para asimilar a quienes les están quitando votos por izquierda y derecha y alterando el mapa político nacido tras la Segunda Guerra Mundial.

Pero hay un elemento, el soberanista, en el que a veces se encuentran los extremos. Ocurrió el miércoles, cuando seis eurodiputados del GUE, grupo que votó en bloque a favor del informe que pedía sanciones contra el primer ministro húngaro, se alinearon con la extrema derecha.

Los seis diputados, tres del Partido Comunista Portugués (PCP) y tres del Partido Comunista Checo, no lo hicieron por ideología, sino por rechazo a la cesión de soberanía a las instituciones europeas, por considerar una injerencia el castigo a un Estado.

La dirección del PCP lo explica así: “Nosotros denunciamos firmemente los ataques a la democracia, a los derechos sociales, a las libertades y a las garantías fundamentales de los ciudadanos en un Hungría. Pero el PCP también rechaza que, con la excusa de esta situación, la UE intente aumentar sus amenazas, chantajes, imposiciones y sanciones contra los Estados y sus pueblos”.

Así, los comunistas portugueses afirman: “No reconocemos a la UE la autoridad ni la legitimidad para arrogarse en juez o siquiera en una referencia en lo que a la democracia y los derechos humanos se refiere. La intervención de la troika, por ejemplo en Portugal, el carácter xenófobo y explorador de las políticas migratorias de la UE, el apoyo dado a las fuerzas fascistas en Ucrania y la agresión contra Estados soberanos son evidencia de esto. El PCP alerta de que se está abriendo un precedente de aplicación arbitraria de sanciones e imposiciones contra la soberanía de los Estados”.

En ese sentido, igual que reclaman independencia y soberanía para Venezuela, Cuba, Siria o Rusia cuando hay mociones sobre alguna política interna de estos países, terminan defendiéndolas también para la Hungría de Orbán, aunque la Hungría de Orbán por el mero hecho de encontrarse en el club de la UE esté obligada a observar sus reglas de admisión.

El argumento de la injerencia y el intervencionismo también fue defendido por los partidos xenófobos y de extrema derecha. El propio Nigel Farage, de UKIP, invitó a Viktor Orbán a seguir el ejemplo británico del Brexit.

El mismo Orbán habló de chantaje en su intervención en Estrasburgo ante el Parlamento Europeo, al que acusó de “atacar al pueblo húngaro, que valientemente consiguió la libertad levantándose contra la Unión Soviética. Hungría es parte de la familia cristiana europea y ha decidido vivir sin inmigrantes votando masivamente” a su mi partido.

El PCP, los comunistas checos y la extrema derecha europea no comparten modelo económico, ni social, ni de defensa, ni ecológico, ni política migratoria. Pero la cuestión de la soberanía les atraviesa.

Ya Alexis Tsipras en 2015 planteó el pulso con la troika como una cuestión de recuperación de soberanía por parte de una patria intervenida por las políticas de ajuste, los recortes y los memorandos. Tsipras reclamaba retomar el control de su país para decidir cómo salir de la crisis, “en vez de que lo decidan sin transparencia organismos no elegidos democráticamente”.

El actual modelo de Unión Europea pasa por una cesión de soberanía, política y económica. Y hay quien lo pone en cuestión para buscar otros modelos de Europa: unos; con muros a las migraciones, autoritarismo y recortes de derechos civiles; otros, con la socialización de los medios de producción, fuera de la UE, del euro y de la OTAN.

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