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Elecciones en El Salvador: Bukele busca una polémica reelección propulsado por su mano dura con las pandillas

El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, en San Salvador.

Carmen Quintela

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El Salvador acude a las urnas este domingo para decidir quién será su próximo presidente, que ocupará el cargo durante cinco años. Sin embargo, no se esperan grandes sorpresas.

En las papeletas de votación habrá seis rostros, pero hay uno que despunta en las encuestas de intención de voto como claro ganador: Nayib Bukele, el actual presidente, que busca la reelección con su partido Nuevas Ideas sorteando la prohibición constitucional. Junto a él aparecerán Joel Sánchez (Alianza Republicana Nacionalista, Arena), Manuel Flores (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN), José Renderos (Fuerza Solidaria), Luis Parada (Nuestro Tiempo) y Marina Murillo (Fraternidad Patriótica Salvadoreña).

La ley en El Salvador establece un único mandato presidencial. No contempla la reelección. No obstante, después de destituir a magistrados e imponer un tribunal constitucional a su medida, Nayib Bukele recibió el respaldo legal que necesitaba para poder presentarse a los nuevos comicios, convirtiéndose a sus 42 años en el primer presidente de la etapa democrática salvadoreña en aventurarse a la reelección inmediata.

A pesar de esta argucia legal, del polémico régimen de excepción vigente desde hace casi dos años que no respeta los derechos humanos, de haberse hecho con el control absoluto de los tres poderes del Estado, de las acusaciones de corrupción y de los ataques a la prensa, Bukele continúa teniendo un apoyo indiscutible.

Según una encuesta elaborada a mediados de enero por Observa El Salvador 2024, no hay espacio para el sorpaso: Bukele se llevaría el 70,9% de los votos, lo que lo confirma como el presidente más popular de Latinoamérica. Los demás candidatos apenas superan el 2% de intención de voto. Ni los partidos tradicionales, como Arena y el FMLN, ni nuevas opciones políticas, como Nuestro Tiempo, parecen haber logrado convencer a la ciudadanía. Este mismo sondeo sitúa a la abstención y el voto nulo como segunda opción más votada, después de Bukele. Rondarían el 19,1%.

Hace unos meses, en junio de 2023, el Centro de Estudios Ciudadanos de la Universidad Francisco Gavidia realizó un estudio de opinión en el que el 75,6% de las personas dijeron que apoyarían la reelección inmediata del presidente.

Pocas luces para la oposición

Además de comicios presidenciales, El Salvador también celebrará este domingo elecciones a la Asamblea Legislativa, que se elige cada tres años. 

La Asamblea, hoy por hoy, cuenta con una holgada mayoría afín a Bukele. De los 84 congresistas que conforman hasta ahora el hemiciclo, 56 pertenecen a Nuevas Ideas, el partido de gobierno. La nueva legislatura reducirá su número de diputados, tras una reforma ordenada por el presidente en junio de 2023 y respaldada por el propio Congreso. De 84 diputados se pasará a 60. 

La organización Acción Ciudadana hizo un cálculo de cómo quedaría el hemiciclo, tomando como referencia los resultados de las elecciones de 2021. De estos 60 diputados, 50 habrían sido de Nuevas Ideas. 

Las encuestas pintan un panorama más sombrío para la oposición en 2024. La Universidad Francisco Gavidia pronostica que después de las elecciones de este domingo, el bloque de Nuevas Ideas contará con 57 de 60 diputados. Los otros tres escaños estarían repartidos entre Arena, con dos, y el Partido Demócrata Cristiano, con uno.

La reducción también se dejará ver, de una manera aún más drástica, en las alcaldías. De 262 municipios se pasará a 44. Esta eliminación se planteó, supuestamente, con un trasfondo económico: las alcaldías que no se pueden mantener sin el apoyo del Gobierno serán absorbidas por las que son sostenibles. Según un análisis realizado por El Faro, si en las anteriores elecciones hubiera habido 44 municipios en lugar de los 262 actuales, el partido de Bukele gobernaría en 32 de ellos. La oposición perdería más de la mitad de las alcaldías.

Respaldo popular

Los comicios salvadoreños se celebran en un escenario de represión. Hace casi dos años, el Gobierno de Bukele impuso un régimen de excepción que se ha ido prorrogando desde entonces y ha sido parte de su plan de seguridad para acabar con las pandillas. Aunque aparentemente ha logrado desarticularlas y la población nota el cambio, también ha implicado que se supriman las garantías constitucionales básicas y se ha traducido en violaciones a los derechos humanos.

Desde que se dictó el régimen de excepción se han detenido, al menos, a 75.000 personas, según el Gobierno. De estas, se cree que miles eran inocentes y solo fueron capturadas por su aspecto físico –por tener tatuajes, por ejemplo–, por mostrarse nerviosas ante la policía o a partir de denuncias anónimas. Organizaciones sociales han denunciado que decenas de presos han sido torturados y asesinados. La ONG humanitaria Cristosal registra 3.730 casos de personas con derechos “vulnerados” en este contexto, según ha informado a la Agencia EFE.

A pesar de estas denuncias, Bukele ha conseguido mantener una narrativa que la mayoría del electorado —hostigado por la violencia y las extorsiones— ha comprado: la defensa de que estas acciones son necesarias para lograr un país seguro y que, quien está en contra de ellas, no quiere esta prosperidad para El Salvador.

Wilson Sandoval, abogado y politólogo salvadoreño, define a Bukele como “un ilusionista a la perfección, que puede aflorar el nacionalismo a su máxima expresión”. “No es necesario hacer una tesis para ver que es alguien que repite los mismos pasos que indica el libreto latinoamericano de las dictaduras. Igual que Daniel Ortega: tomar todos los espacios de poder, las Cortes, el Congreso, las Fuerzas Armadas. En definitiva, destruir cualquier contrapeso”, dice a elDiario.es.

También en conversación con este medio, Juan Meléndez, director del Instituto Holandés para la Democracia Multipartidaria en El Salvador, admite que el apoyo popular desmedido “es algo que cuesta entender”. Meléndez asegura que, aun con el dolor de saber que un familiar fue detenido injustamente o incluso asesinado, las personas respaldan el régimen de excepción y a Bukele. 

“Es un poco jugar con el miedo”, añade Álvaro Artiga, politólogo de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA). “Las personas hacen un balance. Se han visto beneficiadas por la medida: sienten más seguridad, no les están extorsionando, el dinero que daban a las pandillas lo usan para sus gastos.... El régimen de excepción tiene un costo, sí, pero no lo están pagando ellos”. 

Meléndez añade que la alternativa política “tampoco es efectiva”. “Ya no hay oposición”, dice. “No hay ningún político que haya generado esperanza: ninguno dice que quitaría el régimen de excepción porque le da miedo perder el apoyo popular”. El experto sostiene que las élites salvadoreñas también apoyan la medida. “Parece que quienes nos oponemos somos una clase media, de liderazgos sociales que cada vez se está perdiendo más y se está yendo del país”.

Durante la campaña apenas se ha hablado de otros temas: Bukele ha acaparado el espacio promocionando la controvertida medida y llamando al voto para no poner “en riesgo la guerra contra las pandillas”. “Este 4 de febrero debemos mantener los logros en seguridad”, dijo en un vídeo en redes sociales mientras ponía rumbo a una reelección casi asegurada.

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