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“El Gobierno de Bolsonaro es de destrucción: de la democracia, de los derechos y del medio ambiente”

En la imagen, la presidenta del Partido de los Trabajadores (PT), Gleisi Hoffmann.

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —

Gleisi Hoffmann ha hecho una visita diplomática a Bruselas en el más amplio sentido del concepto: ha intentado reunirse con representantes de formaciones políticas diversas para alertar de lo que supone que un presidente de extrema derecha en uno de los países más grandes el mundo, el brasileño Jair Bolsonaro; para buscar complicidades para combatir sus políticas y la internacionalización del mensaje –un hijo de Bolsonaro es el delegado de Steve Bannon en América Latina– y, por último, para intentar recoger solidaridades por el encarcelamiento del expresidente brasileño Lula Da Silva.

Hoffman, presidenta del Partido de los Trabajadores, el partido de Lula, atiende a eldiario.es en su hotel de Bruselas: “Tanto la retirada de Dilma Rouseff como el encarcelamiento de Lula tienen un objetivo político sobre todo. No era una lucha contra la corrupción, sino por la toma del poder, porque nosotros habíamos ganado cuatro elecciones seguidas, en un país muy atrasado políticamente, porque el legado del Gobierno era muy fuerte: las personas empezaron a comer tres veces al día y a tener acceso a servicios públicos. El impeachment Fue para que no pudiera volver al poder, y Lula fue encarcelado para no ganar las elecciones: Lula, preso, tenía más del 47% en las encuestas. Y Haddad subió muy rápido, pero luego vinieron las fake news y la estrategia Bannon”.

Y la victoria de Bolsonaro.

Este es un gobierno de destrucción. De la destrucción de la Constitución, de derechos, de la democracia, del medio ambiente. En su cabeza, la Amazonia tiene que ser abierta para mayores explotaciones, y las tierras indígenas, también, porque el indio no es respetado.

Esta posición de destrucción es en relación con indios, mujeres, negros, LGTB, y de desconstrucción de la sociedad amparando la violencia contra ellos. Y esto en Europa está impactando, aquí en Bruselas están impactados con Bolsonaro.

¿Cómo ha pasado América Latina de Gobiernos progresistas, algunos definidos como revolucionarios, a lo contrario?

Las élites son muy atrasadas y no tienen un sentido de desarrollo nacional, como tienen en Europa. Las diferencias entre clases son muy grandes. El 50% de la población brasileña –100 millones de personas– gana poco más que el salario mínimo, y eso es lo normal en América Latina. Y el pueblo es visto por las élites como siervos, no como gente que tenga que desarrollarse, por eso no les entra en la cabeza un Estado que coloque a esas poblaciones como objetivo de la política pública.

La disputa del Estado como generador de riqueza es muy fuerte, y esas élites no quieren gobiernos más populares que distribuyan la riqueza.

Comenzó con Venezuela, con el Gobierno de Hugo Chávez, y luego fueron creciendo los gobiernos de izquierdas en América Latina. Lula influyó mucho en el resto de países.

La receta para combatir los gobiernos es la misma: el lawfare con la excusa de la corrupción; un discurso grande contra la izquierda por las pautas identitarias. Como no logran contraponer la economía, nos acusan de abortistas, LGTB y apelan a la conciencia más conservadora de la población.

Las iglesias evangélicas y pentecostales cumplen una función política hoy en Brasil. La derecha se reorganizó en América Latina y con una característica de extrema derecha.

Ahora hablábamos con Rafael Correa [vive en Bruselas desde que dejó la presidencia ecuatoriana], es un absurdo lo que le está pasando. No consiguieron probar nada y le acusan de secuestrar a un diputado. Es una locura.

¿Qué opina de la situación en Venezuela?

Sin entrar a analizar al gobierno de Nicolás Maduro, que puede recibir críticas de la izquierda. Pero, ¿cómo alguien puede llegar y decir tú no eres el presidente; tú eres el presidente? Guaidó no participó en las elecciones presidenciales, no fue candidato, ¿Cómo puede ser Guaidó presidente de la república? Es una locura.

¿Cómo lo viven?

No imaginábamos que Lula fuera encarcelado, o que pudiera llegar un Gobierno de extrema derecha, y pensábamos que la Constitución nos aseguraba todos los derechos. Pero no es así.

Ustedes tienen ahora un enfrentamiento en las generales y Andalucía es una muestra de lo que puede pasar, pero no tienen una conciencia clara de eso. Es un movimiento muy fuerte, con intereses financieros muy grandes.

Nos preocupa mucho Uruguay, el Frente Amplio puede tener problemas; vamos a ver Bolivia... Por eso hemos venido, para que Europa, que también tiene ese problema de la extrema derecha, nos pueda ayudar con el Observatorio de los Democracia y los Derechos Humanos de Brasil, los derechos indígenas, el proceso de Lula, el medio ambiente... Para que se pueda frenar el movimiento de deconstrucción.

Hace falta un frente progresista mundial para poder hacer combatir a la extrema derecha, y necesitas a toda la gente de izquierdas, que defienda los valores de la democracia, progresistas.

También alardean de no tener complejos, con el feminismo, los migrantes...

Da miedo. Nosotros pensábamos que no podría ocurrir nunca.

Cuesta mucho llegar al Gobierno, cuesta mantenerse y ganar elecciones, pero qué poco parece que cuesta deshacer lo hecho.

Sí, es muy rápido.

¿Cómo se pueden asegurar esos avances?

Tiene que haber una reacción popular. Si hay una reacción popular, no es posible. En Brasil las fuerzas del Parlamento son más conservadoras. El 80% de la población brasileña es humilde; pero el 80% de los representantes en el Congreso es la élite brasileña, representa a ese 20%. Jamás se va a oponer a propuestas liberales, salvo que la población se levante por sus derechos y puede cambiar.

Pero hace falta un tiempo, el Gobierno electo ahora tiene un crédito y se podrá equivocar hasta que ese crédito se vaya agotando, pero va a tener consecuencias en la población. Lleva su tiempo, no es rápido ni fácil.

Cuando un partido movimiento como el PT, después de tanto tiempo en el Gobierno, estará oxidado, habrá cambiado por estar en el poder.

Sí, sí, también. Se dice que nosotros no conseguimos despertar la conciencia popular. Pero partimos de un prejuicio equivocado: que las estructuras del Estado eran neutras, pero no, Decidimos no hacer la disputa de las ideas, ideológica, en el Gobierno, creíamos que sería suficiente con los beneficios logrados para la gente.

Pero la derecha sí disputa las ideas y desmonta los programas de Estado. Y es necesario dar la batalla de las ideas, porque la derecha lo hace usando los peores medios: que si somos comunistas, bolivarianos, y nos tenemos que defender.

Y ahí hay un problema con los medios de comunicación porque están de su lado, aunque ya hay otros medios digitales. Pero no podemos engañarnos. , Ahora, con la victoria de Bolsonaro y la ofensiva en otros lugares, nos dicen que tenemos que ser más osados en redes, en WhatssApp, y está bien, pero el problema no está en los instrumentos sino en quién manda en el sistema. ¿Quién es el dueño de WhatssApp, de Facebook, de Google? Sirven a una determinada parte de la sociedad, no son neutros. No podemos competir con estos instrumentos, debemos tener otros. Falta en el mundo una experiencia de izquierda que se contraponga y nos demos apoyo.

El hijo de Bolsonaro es el delegado de Bannon en América Latina en esa estrategia de una alianza internacional de las extremas derechas.

Enlace directo. Asesoró en la campaña de Boslonaro, y recientemente ha hecho una entrevista larga Bannon alabando a Bolsonaro y nombrando a su hijo. Es una alianza amplia con elementos comunes: islam, Venezuela, negros, las mujeres... Y están creciendo. En Venezuela hemos sufrido un cambio de régimen, no es sólo un gobierno de derecha en el sistema republicano liberal. Es otro.

Tenemos una prevalencia de los militares en el Gobierno, la visión policial en la justicia y la escuela de Chicago en la economía. No es que tengamos una dictadura, pero tenemos un gobierno autoritario.

¿Qué cree que hay que hacer con Venezuela?

Es un problema, porque no ya no tenemos la capacidad que teníamos antes de mediación, cuando estábamos en el Gobierno. Con Lula y Dilma, Brasil siempre fue mediador con Venezuela. Hoy quien lo está intentando es Uruguay, pero me asusta la posición de los europeos, incluidos los socialdemócratas.

Nosotros nunca nos hemos referenciado en los gobiernos de Maduro y Chávez, pero siempre promovemos la conversación, la negociación y la mediación con Venezuela, no la invasión ni el reconocimiento de una persona que ni siquiera fue candidato a las elecciones. Ahora nosotros podemos hablar, denunciar, pero no tenemos instrumentos.

Dice que le sorprenden las posiciones duras europeas.

Guaidó no puede convocar elecciones. No tiene cómo hacerlo. Es una locura. Las elecciones de Venezuela fueron consideradas de las mejores técnicamente, lo dijo [José Luis Rodríguez] Zapatero y profesores universitarios que acompañaron el proceso. Y que la legislación electoral es de las más avanzadas, y la seguridad del proceso fue total. Pero sólo votó el 45%... Pero, ¿y cuántos votaron en EEUU?

Hubo parte de la oposición que no se presentó.

Hay muchos prejuicios.

La crisis de Venezuela ya es un asunto de política interna española.

Y en Brasil también hay venezualización y bolivarianismo de la política. El primer programa electoral de Bolsonaro hablaba de Venezuela, y a nosotros nos pintaba como si comiéramos niños. Y aun así sacamos el 45%, 47 millones de votos. Es muy fuerte. Todo el que no encaja en el modelito liberal es chavista.

En 2020 hay elecciones locales y regionales.

Lula acaba de volver a ser condenado.

A 12 años y un mes, y un mes para que no prescriba el delito. Es un proceso absurdo. Es la prisión de todas las conquistas del pueblo brasileño. Está preso porque, si sale, él hace la oposición a Bolsonaro, Lula conversa con el pueblo.

Es una injusticia. La sentencia de la jueza copió y pegó de la sentencia anterior, y consideró a un delator como dos personas, cuando se trataba de la misma persona: José Adelmário Pinheiro, o Léo Pinheiro. Es una aberración total, pero es una decisión política, por eso necesitamos presión internacional. Él simboliza todo y un gran liderazgo popular. Tenemos que denunciar, hacer la campaña con la población y el pueblo lo va a ver. Está incomunicado, no puede dar entrevistas, no puede hablar.

Puede recurrir, pero están todas las instancias presionadas por el Gobierno y las fuerzas armadas.

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