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Mattarella acepta el encargo para volver a ser presidente de Italia

Sergio Mattarella (c), en una imagen de archivo. EFE/EPA/FABIO FRUSTACI

Santi Piñol

Roma —

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La máxima de la novela ‘El Gatopardo’, de Giuseppe Tomasso di Lampedusa, de que todo debe cambiar para que nada cambie ha encontrado su reverso en la elección del presidente de la República en Italia. Con la reconfirmación de Sergio Mattarella para un segundo mandato nada cambia en la política italiana para que todo lo demás cambie. Después de seis días y ocho votaciones, los partidos políticos salen más debilitados y ahondan en su desprestigio.

El primer ministro Mario Draghi, que bajó al fango para forzar su elección y estuvo a punto de hundirse en las arenas movedizas de la política del país, sale finalmente reforzado gracias a Mattarella, el hombre que lo puso en su cargo. Han sido unas negociaciones caóticas, un camino tan largo y tortuoso para, al final, terminar en el punto de partida. Esa es la sensación del italiano de a pie y de los observadores de la elección presidencial que comenzó este lunes para sustituir al actual jefe de Estado.

En siete votaciones consecutivas se ha puesto al límite la cohesión interna de los partidos y de la mayoría que sostiene el gobierno de unidad nacional de Draghi. Había momentos en los que un acuerdo parecía cercano o inevitable sobre su figura, y otros en los que todo parecía a punto de saltar por los aires. 

A medida que avanzaban las votaciones el nombre de Mattarella recibía más apoyos por parte de parlamentarios de todos los partidos que desobedecían deliberadamente la orden de sus líderes de partido, amparados en el voto secreto. Pasó de 166 votos, a 366 y 387 a medida que avanzaban las votaciones. La “revuelta de los peones”, como lo ha ido bautizando la prensa italiana, ha jugado un papel fundamental en el descrédito de los partidos que con la nominación de Mattarella evidencian su profunda crisis de legitimidad. Finalmente, Mattarella recibió 759 votos, 254 más de los 505 necesarios.

El clímax se produjo ayer por la noche después de que el líder ultraderechista de la Liga, Matteo Salvini, y el del Movimiento Cinco Estrellas, Giuseppe Conte, dieran un mensaje conjunto de estar trabajando para elegir a la primer mujer presidenta de la historia de Italia. La iniciativa por una mujer apuntaba directamente a la jefa de los servicios secretos italianos, Elisabetta Belloni, de 63 años y con una larga carrera diplomática a sus espaldas. Pero bastaron pocas horas para que la oposición a que “una espía” ocupara la jefatura del estado resultara evidente.

El acercamiento entre Salvini y Conte trajo recuerdos del gobierno populista del 2018 entre Liga y M5E e hizo implosionar las coaliciones. Tanto a la derecha de la Forza Italia de Berlusconi como al izquierdista Partido Demócrata les parecía obsceno y propio de países como Rusia o Egipto la posibilidad de que un perfil como el de Belloni ocupara la presidencia. A primera hora del sábado, la candidatura de Belloni ya estaba muerta y todos los partidos menos los neofascistas Hermanos de Italian llegaron a la conclusión de que Mattarella era la única alternativa posible.

Draghi siempre estuvo en todas las quinielas, pero no fue capaz de superar las resistencias de Conte y Salvini a que fuera un presidente demasiado fuerte que terminara por tutelar a los partidos e instaurar un presidencialismo de facto. Además, argumentaban que si para escoger un presidente los partidos habían protagonizado este espectáculo, lo que podría ocurrir con la elección de un nuevo primer ministro si Draghi ascendía a la presidencia podría ser catastrófico.

Una petición y una llamada

Después de comunicar su acuerdo, los jefes de las delegaciones parlamentarias de los partidos acudieron al palacio del Quirinal, sede de la presidencia de la República, a suplicarle para que aceptara un nuevo mandato. Una conversación de Draghi y Mattarella también ayudó a desbloquear la situación y a contribuir a que el actual presidente terminara de convencerse de que es lo mejor para la estabilidad del país.

El secretario general del PD, Enrico Letta, uno de los pocos líderes que sale reforzado, sostuvo que la “geografía política” italiana cambia con la elección del actual jefe de Estado. Y se mostraba contento por la solución, aunque advirtió que “hacía más evidente la crisis en la que están inmersos los partidos italianos”. Lo confirmó la líder de Hermanos de Italia, Giorgia Meloni, que apuntaba al final de su alianza con la Liga e instó a “reconstruir el centroderecha”. El liderazgo de Salvini queda muy tocado. Anoche pedía una reunión con Draghi para hablar del futuro del Gobierno.

Mattarella será el segundo presidente que llevará a cabo un segundo mandato después de que lo hiciera Giorgio Napolitano en 2013. La Constitución establece que el mandato es de siete años, pero como Napolitano, nadie cree que lo cumplirá. Podría dimitir poco después de que el país celebrase unas elecciones generales, como está previsto en la primavera de 2023. Entonces quizás ya será el momento de Mario Draghi.

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