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El pub de presos italianos donde su cerveza 'Vale la Pena'

Una imagen del interior del pub 'Vale la Pena'

Jaime Castro García

“Buenas noches, ¿qué va a ser?”, pregunta Mirko, de 43 años, entre rejas. Está cumpliendo una condena en la cárcel de Rebibbia, pero la pregunta no la hace dentro del recinto penitenciario sino en su horario de trabajo en el Vale la Pena, un pub con decoración carcelaria que da empleo a presos y que se abrió el pasado septiembre en Roma bajo el amparo de la ONG Semi di Libertà (Semillas de libertad).

“Nuestra función es divulgar y sensibilizar a la sociedad, hacer caer los estereotipos del mundo penitenciario”, explica su presidente, Paolo Strano, que en 2012 creó junto a tres compañeros esta ONG que se ocupa de la gestión del pub y de una fábrica de cerveza artesanal donde se forma a presidiarios. ¿Por qué la cerveza?, es la pregunta obligada, a la que Paolo responde con dos motivos concretos: el primero, que es una bebida sociable y “delante de un buen vaso es un poco más fácil hablar de temas profundos y complicados”. El segundo motivo tiene que ver con el “éxito seguro” del producto, que permite que Semi di Libertà se financie sin subvenciones, pues es laica y no tiene intención de unirse a partidos políticos.

Aparte de la cerveza, en el pub Vale la Pena, donde unos barrotes falsos separan a los clientes de los camareros y estos se mueven entre esposas de plástico y pizarras con escritos sobre el mundo carcelario, también se venden productos gastronómicos preparados en prisiones de toda Italia que se promueven gracias al festival de la Economia Carceraria: desde los dulces del horno Cotti in Fraganza de la cárcel para menores Malaspina de Palermo hasta la harina de la panadería Farina nel Sacco de Turín. Este evento tiene una utilidad fundamental, pues da a conocer la realidad del sistema penitenciario italiano y las posibilidades de reinserción y permite que los visitantes puedan hablar con los presos que han participado en su fabricación. “Ven a personas que trabajan, que se exponen, que están a años luz del estereotipo”, lo que provoca que “se vengan abajo los prejuicios”, según Paolo.

Además de Mirko, estos productos los sirven un camarero profesional, Patrizio, y Daniele, que ya cumplió condena mientras trabajaba aquí. Tanto él como Mirko se han beneficiado del artículo 21 del sistema penal italiano, que dice que “a los detenidos e internados se les puede asignar un trabajo externo en condiciones que garanticen la actuación positiva de los objetivos previstos en el artículo 15”, que a su vez habla de “actividades laborales o de formación profesional (…) a fines de tratamiento reeducativo”. Una vez que obtienen certificados de buena conducta, informes positivos de los educadores de la cárcel y la autorización del juez de vigilancia penitenciaria (además de haber cumplido dos tercios de la condena), los encarcelados tienen que tener el respaldo de una asociación como Semi di Libertà o un patrón que les contrate. El paso sucesivo, si todo va bien, es la semilibertad.

En esta situación está Mirko, que gracias a un reportaje en televisión conoció la ONG, se puso en contacto con ella y luego recibió esta oportunidad de trabajo, previa formación de casi un año en la fábrica de cerveza. Desde entonces goza de un régimen de semilibertad bajo el que tiene que volver a dormir a la cárcel diariamente. “Un proyecto de recuperación como este es fundamental para un detenido, porque si conseguir trabajo ya es difícil para las personas que no han tenido problemas con la justicia, imagínate para las que sí”, explica. “Siempre intento dar lo mejor de mí en el trabajo”, añade en una pausa tras la barra, “porque es de justicia, por las personas que han creído en mí y me han dado esta oportunidad”.

Uno de ellas es Patrizio, un camarero de 31 años que ya acumula años de experiencia y que asegura que trabajar con presidiarios le ha apasionado “más que cualquier otro encargo”. “Lo que me interesa, más que el que se corte bien una loncha de jamón, es que haya un respeto hacia el trabajo, que se aprecie. (…) Es la pasión lo que debes conseguir transmitir a estas personas”, explica, con la sabiduría que le da ser ya parte de la ONG.

Semi di Libertà nació después de que Paolo dejara su trabajo como fisioterapeuta y se acercase desde un punto de vista médico a las prisiones. En ellas, afirma, se niegan derechos básicos, ya que muchas no tienen centro clínicos en el interior. Y es que, en general, el mundo carcelario “se conoce mal, condicionado por una serie de narraciones fantasiosas” basadas en series de televisión y películas. “Es una visión completamente equivocada (…) porque en la cárcel al final terminan las personas pobres, en los márgenes de la sociedad, las que no pueden acceder a un buen abogado”.

Además de derribar los estereotipos, la ONG se centra en la importancia de la formación para combatir la reincidencia, y es que Paolo apunta que apenas el 2% de los presos que participan en estas iniciativas vuelve a la cárcel. Por otra parte, el beneficio económico para la sociedad también es considerable: según un informe de abril de 2018 de la Asociación Antigone (que vigila los derechos y las garantías del sistema penal italiano), un encarcelado cuesta más de 4.000 euros al mes (137,34 euros al día exactamente), incluidos los gastos de personal y de policía penitenciaria, que son el 80%. Hasta el momento, por el proyecto de inclusión Vale la Pena han pasado 16 reclusos, lo que ha provocado curiosidad y “un gran apoyo desde el mundo cervecero”, con varios maestros que han hecho talleres de formación con los reclusos y han cedido sus recetas.

Actualmente, Vale la Pena cuenta con 18 tipos diferentes de cerveza, etiquetadas en buena parte por una asociación de jóvenes autistas. Una de ellas se hace en colaboración con la ONG Equoevento: una cerveza que se crea con el pan sobrante de grandes eventos y que se llama RecuperAle. Los otros nombres son igualmente irónicos (comenzando por Vale la Pena y Semi di Libertà) y en imprescindible dialecto romano, como Fa er bravo (Pórtate bien), Er fine pena (El final de la condena) o Sèntite libbero (Siéntete libre).

Todo este componente irónico tiene mucha importancia en el proyecto. El nombre de las cervezas, la decoración del pub, las camisetas que rezan que mejor “estar borracho que detenido” (mejo 'mbriachi che bevuti)... “Es un aspecto fundamental de la parte comunicativa”, explica Paolo. “Son temas complicados, profundos de afrontar, así que con este tipo de comunicación, con modos divertidos, irónicos, con dobles sentidos, se puede despertar la curiosidad (…) y, entre comillas, bromear sobre estos temas y hacerlos un poquito más ligeros”. Igualmente importante fue la apertura del pub, hace menos de un año, porque permite a Semi di Libertà explicar el proyecto a sus clientes, vender la cerveza directamente y, sobre todo, contratar a los presos que se forman en la fábrica, que ya se está quedando pequeña.

En cuanto uno entra en la fábrica (un espacio comprado por el Ministerio de Instrucción, Universidad e Investigación, que lo cedió al Instituto Técnico Agrario Emilio Sereni y este a su vez a Semi di Libertà), le invade un intenso olor a lúpulo que le acompaña mientras presencia todos los pasos de la fabricación de la cerveza artesanal, desde la sala donde se conservan las materias primas hasta otra con filtros, bombas y tanques donde se produce la maceración y la fermentación, de forma muy diferente a la de los sistemas de producción industriales. Paolo explica que las de Vale la Pena son cervezas de segunda fermentación, sin pasteurizar (generan el gas de forma natural) y que conservan los elementos nutritivos de los ingredientes.

Flavio es el único maestro cervecero profesional que trabaja en la fábrica, donde enseña a los presos y a los jóvenes del instituto. “Esto está muy bien, pero...”, introduce, antes de explicar que en otro espacio más grande se podría llegar a producir 600 hectolitros al años, casi el doble de los actuales 300, que para la demanda que existe son pocos.

También es poco el tiempo que le queda a Mirko para terminar de cumplir su condena. Por ahora, a las 21:30 deja el local en manos de Daniele y Patrizio y se despide: cambia las rejas falsas del pub por las auténticas de la cárcel de Rebibbia, donde tiene que dormir diariamente, sin falta. “Hay altibajos, como en la vida de todos: uno tiene jornadas más o menos felices, jornadas en las que das el 100 % y otras el 80 %, pero mi compromiso es demostrar siempre que la oportunidad que se me ha dado me la debo seguir ganando”.

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