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“Somos la pura gente del señor Mencho”: armas y sombras tras el cartel más poderoso de México

Captura de pantalla del vídeo del CJNG publicado en redes.

Aitor Sáez

Ciudad de México —

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Julio de 2017. Madera, Chihuahua (norte). Más de un centenar de integrantes del Cartel de Sinaloa a bordo de unos 50 vehículos blindados se enfrentan con cartel rival y luego con el Ejército. Entre 20 y 30 muertos.

Noviembre de 2019. Villa Unión, Coahuila (norte). Unos 130 sicarios del Cartel del Noreste atacan en 25 camionetas a la policía. 25 muertos.

Son tan sólo un par de ejemplos recientes de grandes convoyes narcotraficantes desplegados en combate. La veintena de camionetas blindadas y unos 80 hombres fuertemente armados que aparecen en un video tampoco son una gran novedad en el México del casi centenar de ejecutados diarios. Sí es novedad el video en sí, su puesta en escena y su amplia difusión en redes desde que empezó a circular el pasado viernes.

Los integrantes del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) se presentan a gritos como el ‘Grupo Élite’ de dicha organización criminal y como ‘Pura Gente del Señor Mencho’, el alias de su líder, Nemesio Oseguera Cervantes. Entre el arsenal destacan decenas de fusiles de asaltos, una ametralladora antiaérea, otras nueve metralletas y una decena de fusiles Barrett calibre .50, capaces de tumbar una aeronave como ya hiciese ese mismo cartel con un helicóptero militar en 2015. El Ejército mexicano, sin embargo, tiene prohibido el uso de ese armamento de alto poder porque incurriría en un crimen de guerra, según las convenciones internacionales, al no encontrarse el país en una guerra declarada. Aunque el alcance armamentístico relucido en el video tampoco es novedad entre la sofisticación de los carteles mexicanos.

El cartel más poderoso

El CJNG surge en 2010 de la escisión del Cartel del Milenio, aliado al Cartel de Sinaloa en los lindes entre Jalisco y Michoacán (centro-oeste). Se dan a conocer un año después al abandonar 35 cadáveres en pleno centro de Veracruz (centro-este), en una matanza firmada bajo el nombre Mata Zetas –en referencia a uno de los grupos criminales más vigorosos en ese entonces–. Esa carta de presentación dio cuenta de una brutalidad que les ha distinguido en toda su expansión.

Inicia su ascenso a partir del 2014, tras la primera detención del capo sinaloense, el Chapo Guzmán, y la fragmentación o extinción de otros cárteles hegemónicos, hasta erigirse como el grupo narcotraficante más poderoso y acaudalado de México, con distribución en Estados Unidos, Canadá y el Pacífico asiático. El acuerdo sellado esta semana entre la Europol y el país centroamericano para abrir un canal de comunicación directa corrobora la expansión de los tentáculos de cárteles mexicanos también en Europa, aunque todavía no se ha concretado la presencia del CJNG.

En marzo, la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA) posicionó al CJNG como su principal objetivo tras detener a 200 supuestos integrantes del grupo en su territorio en un operativo coordinado sin precedentes, que se sumaba a otras 500 aprehensiones en meses anteriores, entre otras la de la hija del Mencho, considerado el enemigo público número uno. Ese mismo día, la DEA elevó a 10 millones de dólares la recompensa por información sobre el capo, el doble de lo ofrecido por el Chapo y cinco veces el precio que pusieron a Pablo Escobar.

Influencia, pero sin presencia dominante

“Ese operativo de la DEA es una patraña. Detienen a alguien con droga, que se la ha vendido uno, a éste se la ha vendido otro, y así una cadena hasta ligarlos al CJNG y decir que eran sus operadores. En realidad lo único que hace el CJNG es entregar el cargamento y las bandas estadounidenses lo distribuyen. Washington necesita crear este discurso del enemigo externo omnipresente para justificarse, cuando es todo más difuso”, indica a elDiario.es el experto en seguridad Alejandro Hope, quien pone en duda el poderío real del CJNG: “Es más una marca que una organización jerárquica, vertical, donde haya una clara línea de mando. Es una red de bandas que utilizan las siglas”.

Las reglas del juego han cambiado en los últimos años. Ya no existe un grupo criminal que llega a un territorio y se asienta, como antes, cuando el negocio se limitaba al contrabando de droga. “Ahora hay multiplicidad de actores y se han diversificado los negocios, por lo que se vuelve más difícil imponerse a esas bandas locales muy arraigadas entre su población”, agrega el analista. El CJNG se alió con varios de la docena de grupos en Michoacán y luego algunos lo traicionaron; en Guerrero se enfrenta a más de cuarenta pandillas, y así a lo largo de 21 de los 32 estados de la República, donde los de Jalisco tienen influencia o cierta presencia, pero no ejercen un dominio claro, como indica un informe del centro de investigación InSight Crime.  

“Si tuviesen un dominio preponderante, no les llevaría tantos años derrotar a Los Viagras o al Cartel Santa Rosa de Lima”, zanja Hope, sobre dos grupos regionales de Michoacán y Guanajuato, muy debilitados por los azotes de la fuerza pública y con un rudimentario aparato bélico. En las últimas semanas, el CJNG ha recrudecido su batalla para expandirse por Guanajuato y otros estados del centro del país, a fin de controlar el robo y contrabando de combustible (huachicoleo).

Esto se debería a la necesidad del cartel de ampliar sus rubros ante la caída de ventas de drogas por la contingencia de la COVID-19. Gran parte de su rápido ascenso vino favorecido por su control de los territorios (Guadalajara, Colima, Nayarit y partes de Michoacán) de producción de metanfetamina y recientemente fentanilo, así como los puertos del Pacífico claves para recibir los precursores químicos desde China y para el transporte de cocaína y la trata de personas.

Falso debilitamiento

Pese a la galopante oleada de homicidios, el presidente Andrés Manuel López Obrador (Amlo) mantiene su eslogan electoral de ‘abrazos, no balazos’ para el combate al crimen organizado. No obstante, su estrategia de atajar el problema de la delincuencia desde la raíz, reduciendo la pobreza mediante programas sociales, se tambalea ante el estancamiento económico del pasado año y la notable recesión del actual debido a la crisis por la pandemia.

Una de las pocas acciones del gobierno contra el CJNG fue el bloqueo de unas 2.000 cuentas bancarias vinculadas a la organización a comienzos de junio. “Esto no es suficiente. Para desmantelar a Los Zetas dedicamos más de un año a trabajos de inteligencia y otros cuatro en operativos”, indica a este diario el exfuncionario del antiguo Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional (Cisen) durante el Gobierno de Felipe Calderón (2006-2012), Guillermo Valdés.

Este golpe contra la estructura financiera, sumado al operativo de la DEA, sirvió a las autoridades para subrayar el debilitamiento del CJNG y el arrinconamiento de su líder. El Mencho se encontraría escondido en la insondable sierra entre Michoacán y Jalisco, según informes de inteligencia, que señalan que el capo sufre problemas de salud que dificultan su huida.

“Ninguna organización grande se desmorona porque detengan a su cabecilla. Ya se vio con el Chapo, que al final sólo provoca una guerra de mil cabezas, más violenta, para hacerse con el vacío de poder”, apunta Valdés. Podría desatarse una disputa aún más sangrienta en el caso del descabezamiento del CJNG, que ha basado su expansión sobre todo en alianzas locales poco estables. La reciente proliferación de fosas comunes en Jalisco –feudo de la organización– sería un indicativo de posibles escisiones internas que demuestran que el Mencho no es el líder indiscutido tal y como se presenta, aunque siga siendo el narco con mayor fuerza.

El pasado 28 de junio, el CJNG hizo alarde de su poderío al atentar contra uno de los máximos jefes de la policía capitalina, Omar García Harfuch, en uno de los barrios más exclusivos en el centro de la Ciudad de México. “Nunca en la historia del país había sucedido algo así. Se pasó una línea roja y se lanzó un enorme desafío contra el Estado, que puso de manifiesto su debilidad ante un crimen organizado que se siente intocable debido a la inacción del gobierno”, considera Valdés. Once días antes, el mismo cartel asesinó en Colima a un juez federal que investigaba a algunos de sus miembros.

Ambos ataques se consideran actos de venganza por la extradición a Estados Undios del hijo de Nemesio Oseguera y uno de los jefes del cartel, alias el Menchito, a finales de febrero. Sin embargo, no son hechos aislados: el CJNG se ha caracterizado desde sus inicios por sus embates contra la fuerza pública. Uno de los episodios más cruentos se registró en octubre con la masacre de 13 agentes en Aguililla, ciudad natal del Mencho en Michoacán.

Cartel 2.0

Muchas de esas atrocidades fueron grabadas por el CJNG y difundidas ampliamente en redes: emboscadas a militares, interrogatorios y posterior ejecución de policías, montones de cadáveres de supuestos rivales. También el despliegue de convoyes de más de veinte vehículos en carreteras principales, incursiones a pueblos de camionetas cargadas de hombres con el fusil en alto, ráfagas de disparos al aire para anunciar su llegada a ciudades intermedias, o lectura de cartas dirigidas al presidente.

No es la primera vez, por tanto, que el CJNG publica videos con una cuidada escenografía donde todos sus elementos portan una indumentaria a modo de Ejército estampada con sus siglas, mismas que lucen a plena luz del día en retenes montados en los accesos a ciudades de decenas de miles de habitantes.

La diferencia es que este fin de semana fueron dos videos en distintas zonas, entre Jalisco y Michoacán y Guanajuato, en algunos de los estados con mayor crisis de seguridad donde pocos días antes el presidente López Obrador había realizado una gira para mostrar que no estaban controlados por el narco. “Los videos tienen un claro objetivo propagandístico a diferentes niveles. Por un lado, es una réplica al gobierno. Mover semejante cantidad de vehículos sin que nadie haga nada, pone en evidencia la ausencia del Estado en vastos territorios. Por otro lado, sirve de mensaje de advertencia y disciplina interna para los jefes regionales de la organización”, señala a este medio Javier Oliva, politólogo de la Universidad Autónoma Nacional de México (Unam). En efecto, pese a que el supuesto grupo de élite del cartel que aparece en las tomas nunca se ha enfrentado a las Fuerzas Armadas, logró espantar a la población mexicana y poner en cuestión (de nuevo) la capacidad del gobierno, que se limitó a emitir un listado con el arsenal visualizado.

Asimismo, “hay un salto cualitativo en la producción, con el uso de drones, doblaje, y una planificación para que se vean el fin de semana, cuando la gente más se pega a las redes. Además, se utilizan las siglas del cartel con los colores de la bandera nacional, lo que denota un intento de apoderarse del discurso, de tomarse parte de la representación de México”, concluye Oliva.

Todos los expertos consultados coinciden en que los atentados y videos son una forma de mostrar músculo, pero que el CJNG no tiene la suficiente fuerza para hacerle frente a la Guardia Nacional, desplegada con 90.000 elementos en todo el territorio. Aunque también todos concuerdan en que no se vislumbra un horizonte para frenar la expansión del cartel mexicano más poderoso.

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