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Sin rastro de los Hermanos Musulmanes en las calles de El Cairo

Soldados egipcios vigilan la entrada de una iglesia en la calle Mourad. / Efe

Gonzalo Wancha

El Cairo —

Viéndolo a través de la TV pública egipcia nadie podría imaginar que ese señor de aspecto fatigado, vestido con una sencilla chilaba blanca y mirada perdida es Mohamed Badia, guía espiritual de los Hermanos Musulmanes. Acostumbrados a asociar la imagen de Badia a la del arengador de masas, los egipcios miran atónitos la escena. En los cafetines del downtown del Cairo las televisiones muestran la secuencia una y otra vez. La imagen de Badía ejemplifica a la perfección el fin de una era en la hermandad.

Tras la caída del líder, y con el expresidente Morsi encarcelado, la presencia de los Hermanos Musulmanes brilla por su ausencia. Una semana después del desalojo de los fieles a Morsi, es difícil encontrar rastro de ellos, a pesar de que este viernes convocaron nuevas propuestas.

Cientos de seguidores de la agrupación han fallecido en los enfrentamientos con el ejército, con la policía o con los baltaguellia –matones a sueldo–. Es difícil saber la cifra exacta cuando los recuentos oficiales inscriben a cadáveres tiroteados como muertos por asfixia en las diversas morgues que alberga El Cairo.

Solo algunos brotes de disconformidad ante el golpe del general Abdel Fatah Al Sisi surgen en la calle. Junto a la avenida Kasr El Nile hay revuelo: un hombre sobre una moto lleva un megáfono. Encaramado a un edificio ministerial clama “somos musulmanes, todos somos musulmanes, justicia para los muertos”.

Con barba poblada que a día de hoy denota una clara tendencia hacia el islamismo político de Morsi, este vehemente seguidor de los Hermanos es increpado por los viandantes. Desde la otra esquina, los policías de tráfico miran de reojo sin intervenir. “¡Está majara!”, dice un vendedor de periódicos restando importancia a la escena. Al final, tratado como un loco y alborotador, el hombre del megáfono desaparece por el bullicio del tráfico.

“No es una buena idea decir por ahí que eres proMorsi”, dice Mohamed Abbas, aunque su hilo de voz de suena triste al teléfono. Es profesor adjunto de universidad y formó parte de la acampada de Rabaa Al Alawiya contra la deposición del gobierno de Morsi. “Un colega mío murió y otro recibió dos tiros en la pierna, no podrá andar jamás”, cuenta angustiado a la espera de que alguien le escuche y comprenda su dolor, “nadie habla de nosotros, nadie nos ayuda, estamos solos y quieren acabar con todos”.

Los medios egipcios ofrecen solo la cara victoriosa de los militares y las nuevas iniciativas del gobierno interino de Adil Mansur. Con el golpe del 3 de junio los canales y periódicos afines a Morsi desaparecieron del espectro. En la radio los informativos son interrumpidos por himnos folclóricos que exaltan sentimiento nacionalistas de unidad y adhesión, según Omar, taxista atrapado en uno de los controles militares que paralizan el Cairo eso significa que hay problemas. “Cada vez que la radio canta Egipto quiere decir que están asesinando a alguien”. Las matanzas de los fieles a Morsi no están en la mesa de edición. Pocos medios pueden hacerse eco de las actuales estrategias y opiniones de los Hermanos Musulmanes. Acceder a ello implica un riesgo difícil de asumir tras la muerte de cuatro periodistas en la última semana y de incontables detenciones oficiales y extraoficiales.

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