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Sanna Marin se juega la reelección en unos comicios reñidos en Finlandia

Una imagen de la primera ministra finlandesa, Sanna Marin, en un stand del partido SDP, durante la campaña electoral.

Òscar Gelis Pons

Copenhague (Dinamarca) —

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Pocas semanas después de coronarse, una vez más, como el país más feliz del mundo, Finlandia celebra elecciones generales este domingo con la mirada puesta en la economía y en los bolsillos de los ciudadanos, afectados en los últimos meses por la inflación, los atisbos de una recesión y el aumento de la deuda pública de la nación nórdica. La contienda se perfila como extremadamente reñida y el escenario es incierto: los tres principales partidos, entre ellos los socialdemócratas de la primera ministra Sanna Marin, llegan virtualmente empatados en intención de voto.

Más allá de los quebraderos de la economía, con la invasión rusa de Ucrania, la confianza de los finlandeses hacia el país vecino ha disminuido drásticamente. Durante la semana previa a los comicios, Finlandia finalmente ha conseguido la ratificación de los parlamentos de Hungría y Turquía para entrar en la OTAN. Las dos votaciones colocaron al país nórdico a las puertas de la Alianza Atlántica, después de que el Parlamento finlandés aprobase el pasado 1 de marzo la medida por una amplísima mayoría. La mayoría de partidos del arco parlamentario dieron luz verde así al giro histórico que supone dejar de lado más de 80 años de “no alineación”. Al mismo tiempo, también se han empezado las tareas de construcción de una valla de 200 kilómetros en un tramo de su larga frontera con Rusia.

En este contexto, las elecciones de este 2 de abril tienen un carácter de excepcionalidad, igual que lo ha tenido la legislatura liderada hasta ahora por Sanna Marin. Su mandato de cuatro años estuvo marcado primero por la gestión de la pandemia, y más tarde por la guerra de Ucrania y la crisis energética que ha afectado toda Europa.

Desde que pasó a liderar en 2019 una coalición de gobierno de centro-izquierda formada por cinco partidos, todos ellos encabezados por mujeres, Marin ha acumulado admiración y atención internacional, probablemente más que ningún otro gobernante de Finlandia. No obstante, ahora se enfrenta a una dura batalla por la reelección: el voto de los finlandeses este domingo puede conllevar un cambio de orientación significativo en la configuración y en las políticas del próximo ejecutivo del país. Por el momento, 1,7 millones de personas ya han votado con antelación, lo que supone un 40% del censo electoral y un récord de participación en el voto anticipado. 

Empate en las encuestas

Contra todo pronóstico hace unos meses, los sondeos previos predicen unas elecciones muy reñidas. Según las últimas encuestas publicadas por el periódico Helsingin Sanomat, el partido conservador Kokoomus sería el más votado en los comicios (19,8%), a pesar de haber perdido más de cuatro puntos en intención de voto desde el mes de noviembre. La lucha por el segundo lugar se prevé muy ajustada, y la semana previa a la votación ha mostrado un empate entre la formación de extrema derecha, el Partido de los Finlandeses (19,2%) y el Partido Socialdemócrata (19,2%). El resultado, por tanto, es impredecible y el vencedor podría decidirse por unos pocos miles de votos.

En 2015, ya hubo un Ejecutivo de coalición formado por el partido Kokoomus y el Partido de los Finlandeses, junto con otras formaciones del ala conservadora, por lo que los socialdemócratas han centrado parte de la campaña electoral en advertir de las consecuencias que tendría un futuro gobierno que denominan como “azul y negro” entre los conservadores y la extrema derecha. Por otro lado, los politólogos aseguran que la coalición de centroizquierda que hasta ahora ha sustentado el gobierno tiene muy pocas opciones de repetirse.

“Tenéis que decidir si queréis una Finlandia que se repliega hacia dentro y se cierra o una Finlandia abierta, fuerte y con proyección internacional. Una que recorta la asistencia social a los más pobres o una que cuida de la subsistencia de cada persona”, dijo Marin en un debate televisado.

Una campaña centrada en la economía y los recortes 

Finlandia es un país bien conocido por su alto gasto social –el año pasado el 22% del PIB se destinó al estado del bienestar–. Sin embargo, equilibrar las balanzas de gastos se ha convertido en un problema para el Ejecutivo liderado por Marin. En la última legislatura la deuda pública se incrementó hasta ocho puntos para hacer frente a la pandemia, y después aumentó aún más para reforzar la defensa tras la invasión rusa de Ucrania y subvencionar los precios de la energía. Esto ha elevado la deuda estatal a 144.000 millones de euros, lo que representa el 73% respecto el PIB. Este endeudamiento asusta a los finlandeses, que lo colocan en el mismo nivel de preocupación que los efectos por el cambio climático.

El estado de bienestar y las finanzas públicas han dominado la campaña. El partido conservador, liderado por Petteri Orpo, defiende que la receta para hacer frente a la deuda es reducir el gasto social, a la vez que promover rebajas fiscales. La extrema derecha está de acuerdo con los recortes, sin especificar en su programa en qué áreas los aplicarían. Los socialdemócratas se oponen totalmente a las medidas de austeridad. Durante la campaña electoral, han propuesto un plan de inversiones en educación y en sectores clave para reducir el desempleo y aumentar el crecimiento económico.

“En la política finlandesa es algo arriesgado defender que se quiere recurrir a préstamos porque no se quiere recortar los servicios públicos”, dice a elDiario.es Åsa Von Schoultz, politóloga en la Universidad de Helsinki. “Evidentemente, los recortes tampoco son populares, pero los conservadores defienden que podemos mantener el mismo nivel de bienestar haciendo más eficiente el sector público”.

¿Y la extrema derecha?

El partido que parece haber sabido aprovechar más el descontento por el incremento del costo de vida es la formación populista de extrema derecha y euroescéptica, el Partido de los Finlandeses, encabezado por Riikka Purra. Desde que Purra tomó las riendas, la formación ha dejado apartados los discursos racistas más explícitos, pero no ha dejado de poner el foco en la inmigración de fuera de la UE, a la que culpa los problemas económicos del país. “El tipo de política de inmigración que Dinamarca ha seguido durante años y que Suecia quiere implementar ahora bajo su nuevo gobierno de derechas está muy cerca de lo que el Partido de los Finlandeses quiere hacer en Finlandia”, dijo Purra en declaraciones recogidas por la agencia Reuters.

El otro frente de batalla de la extrema derecha son las políticas climáticas. En concreto, el partido propone varias medidas para derogar el objetivo de que Finlandia se convierta en un país neutro en emisiones de CO2 en 2035, impulsando rebajas en los impuestos sobre los combustibles.

“No hay duda que tendrán un buen resultado en las elecciones, pero los temas que son importantes para el partido –inmigración, políticas climáticas y salir de la UE– los alejan de un nuevo acuerdo con los conservadores de Kokoomus”, dice la politóloga Åsa Von Schoultz. Frente a un escenario tan abierto, los expertos tampoco descartan una futura coalición entre conservadores y socialdemócratas, a pesar de que, remarca la experta, “seguro que serán unas negociaciones complicadas”.

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