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OPINIÓN

Los bancos de alimentos no deberían existir, no los normalicemos

Banco de Alimentos de la isla de Gran Canaria

Owen Jones

Reino Unido es una de las sociedades más ricas que ha existido en la historia de la humanidad. Hay 134 multimillonarios residentes en el país. El FTSE 100 (índice bursátil de referencia de la bolsa de Londres) alcanzó su máximo histórico a finales del año pasado, el mercado de los yates de lujo está en auge y el precio medio de la vivienda en Kensington Palace Gardens, en el oeste de Londres, es superior a 40 millones de euros. El año pasado, la fortuna de las 1.000 personas más ricas alcanzó 752.000 millones de euros, un aumento del 14% comparado con el año anterior.

Aun así, Reino Unido es un país en el que cientos de miles de personas no pueden pagarse la comida. El año pasado, solo el banco de alimentos Trussell Trust entregó 1,3 millones de paquetes de comida a unas 666.000 personas. En zonas donde el desastroso programa de crédito universal se ha aplicado en su totalidad –ayudas sociales a los más desfavorecidos–, los bancos de alimentos han aumentado un 52% el número de paquetes alimenticios repartidos. Esta es una acusación concluyente no solo contra un Gobierno tory que ha librado una guerra incesante contra el Estado de bienestar, sino contra todo el orden social.

Visiten un banco de alimentos y la primera cosa que les impresionará será el compromiso y la compasión de los voluntarios que entregan buena parte de su tiempo para dedicarlo a cuidar a algunas de las personas más vulnerables. Pero la existencia de los bancos de alimentos para saciar el hambre en una sociedad tan rica –aunque concentrada en cuentas bancarias, carteras de propiedades y dividendos de unos pocos– nos debería avergonzar a todos.

Los bancos de alimentos no deberían existir, ni uno solo, en un país económicamente desarrollado siete décadas después de la construcción de un Estado de bienestar. Existe el peligro de que los bancos de alimentos se normalicen y se perciban como una característica triste pero inevitable del panorama social del país.

Sí, el programa de crédito universal es parte del problema: los recortes han dejado a muchos beneficiarios en peor situación. El hecho de que sea un sistema online ha dificultado el acceso a muchos usuarios, especialmente si no tienen conexión a internet.

Pero hay muchas otras razones. El uso de las sanciones en las prestaciones –retirando las ayudas como castigo a menudo por las razones más arbitrarias, tales como llegar unos minutos tarde a una cita– ha dejado a los solicitantes de las ayudas y a sus familias sin dinero. Ha habido casos en los que se han suspendido las prestaciones a los solicitantes por haber faltado a una cita al estar en el quirófano. Y en 2013, un antiguo soldado murió en su casa por no tener dinero para mantener funcionando la nevera y así guardar la insulina a la temperatura adecuada, así como para comprar comida.

Otro factor son los recortes reales a las prestaciones para personas empleadas en un país donde la mayoría de aquellos que sufren pobreza tienen un trabajo remunerado y han vivido la peor caída de salarios en generaciones. Los contratos de cero horas han dejado a muchos trabajadores sin saber cuándo recibirán su siguiente cheque y de cuánto dinero será. Me contaron el caso de una periodista freelance que visitó un banco de alimentos para hacer una historia y, unas semanas después, ella se volvió a presentar allí, pero esta vez para recibir un paquete de alimentos.

El Estado de bienestar se fundó para eliminar cinco males sociales, tal y como explicó William Beveridge (uno de los promotores del Estado del bienestar en Reino Unido). Uno de ellos es la “necesidad”. Aun así, generaciones después, la necesidad sigue acechando a comunidades en Reino Unido. La existencia de bancos de alimentos es un síntoma de los grandes agujeros que existen en el Estado de bienestar como resultado de los planes gubernamentales.

El Gobierno ha despojado la ayuda social para equilibrar las cuentas de la nación y las personas con diversidad funcional y los trabajadores con bajos ingresos sufrirán el peso de esa medida. ¿La consecuencia? La coexistencia de una riqueza sin precedentes y estómagos hambrientos. Estas son las consecuencias no solo de la política tory, sino también de un orden social injusto que ha perdido su derecho a existir.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

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