Las chicas se operan porque les hacemos odiar cada centímetro de sus cuerpos
Sería casi más fácil si hubiera un momento específico que provocase el odio de una chica joven a sí misma. Un comentario especialmente desagradable que le hagan, por ejemplo. O un anuncio que inspire justo la cantidad exacta de dudas sobre su aspecto y cambie para siempre lo que piensa de ella misma. Ojalá fuera tan simple, ojalá hubiera un momento exacto para que pudiéramos ayudar a nuestras hijas a evitarlo.
La verdad es mucho más complicada, y mucho más íntima. Para todo el progreso feminista que se ha hecho, sigue habiendo una cantidad asombrosa de desprecio hacia la anatomía de las mujeres cuando no es firme, escondida, arreglada y depilada.
Al mismo tiempo que la labiaplastia –una operación para cambiar el aspecto de la vulva– se ha vuelto cada vez más popular entre las mujeres, también se ha convertido en la cirugía elegida por un número creciente de adolescentes. Tanto es así que el Colegio Estadounidense de Obstetras y Ginecólogos (ACOG, por sus siglas en inglés) ha publicado una serie de recomendaciones para los médicos sobre cómo hablar con las pacientes adolescentes que quieren someterse a esa operación. Esperemos que las guías para padres que se plantean autorizar a sus hijas menores para esa cirugía no estén muy lejos.
“El primer paso es a menudo educar y dar tranquilidad respecto a las variaciones normales en la anatomía, el crecimiento y el desarrollo”, se puede leer en la guía. En otras palabras, hay que decir a las chicas que no todos los cuerpos son iguales. El ACOG también resume las posibles razones del aumento de la cantidad de chicas que se someten a la operación, como la tendencia a depilarse el vello púbico y “la exposición a imágenes idealizadas de la anatomía genital” (una forma educada de decir “porno”).
No parece ser suficiente el hecho de que el 80% de las niñas de 10 años en Estados Unidos han estado a dieta, o que la famosa más conocida ahora mismo por haberse engordado los labios con relleno artificial es una adolescente. Ahora las jóvenes se están preocupando porque sus genitales son demasiado gruesos o alargados o desiguales.
Es fácil indignarse: que algunas chicas odien tanto las partes más íntimas de sus cuerpos para querer operarse es tremendamente inquietante. Pero no debería sorprendernos. Vivimos en un país en el que el simple hecho de pronunciar la palabra “vagina” puede hacer que te despidan o que te prohíban hablar, como le pasó a la diputada de Michigan Lisa Brown tras usar esa palabra en un discurso en el que se oponía a una ley contra el aborto.
Cuando hablé con Miki Agrawal, cofundadora y CEO de la marca Thinx –de ropa interior para utilizar durante la regla– para un podcast que está por venir, me contó cómo el sistema de transporte público de Nueva York se negó al principio a poner sus anuncios en el metro porque en uno de ellos se veía la imagen de un pomelo pelado que se parecía demasiado a una vagina. Usar pomelos para anuncios de aumentos de pecho, sin embargo, estaba bien.
No hay duda de que las chicas sienten la necesidad de mantener sus cuerpos a raya, tratando de tener el aspecto que les proporcionará más elogios, o menos comentarios negativos. Por eso decimos a nuestras hijas que son guapas, pero también que su aspecto no importa. Las apuntamos a deportes e intentamos no hablar de dietas delante de ellas. Pero incluso con toda la crianza proactiva que desarrollamos, es difícil ser optimista cuando las mujeres encuentran constantemente formas nuevas e innovadoras de odiar cada centímetro de ellas mismas.
Traducción de Jaime Sevilla Lorenzo