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The Guardian en español

Por qué la estrategia de Trump en Afganistán no va a funcionar

Desde 2009 han muerto en este conflicto 26.512 civiles.

Simon Tisdall

Probablemente Donald Trump nunca haya oído hablar del Grand Old Duke of York y sus 10.000 hombres. Pero al presentar su nueva estrategia sobre Afganistán, el presidente de Estados Unidos parecía ese símbolo de incompetencia e inutilidad militar inmortalizado en esta rima infantil inglesa.

Oh, The grand old Duke of York,

He had ten thousand men;

He marched them up to the top of the hill,

And he marched them down again.

Now when you're up, you're up,

And when you're down, you're down,

And when you're only half-way up,

You're neither up nor down

Volviendo a subir a las tropas estadounidenses a la colina afgana habiendo prometido antes solemnemente hacerlas bajar y sacarlas del país, Trump se enfrenta a lo peor de ambas opciones: dejar a Estados Unidos y a sus aliados ni arriba ni abajo, sin una misión definida y encerrados en medio de un conflicto que continúa empeorando.

Su discurso de este lunes por la noche sobre Afganistán se ha hecho esperar mucho, y es fácil saber por qué. Los asesores de la Casa Blanca han estado discutiendo durante meses qué hacer con esta guerra de 16 años, la más larga de Estados Unidos. Cuando llegó el discurso, no hubo nuevas ideas o iniciativas. En su lugar, Trump conservó los principales argumentos de la política de Barack Obama e intentó vestirlo como algo nuevo.

Dos cosas han cambiado. Una es que Trump ha acordado con sus generales que se debe aumentar el número de tropas, revirtiendo así la disminución de los años de Obama. Actualmente hay cerca de 10.000 militares estadounidenses en Afganistán, la mayoría fuerzas especiales, asesores e instructores. Es probable que esa cifra aumente en unas 4.000 personas más, aunque Trump no ha dado ninguna cifra.

El otro cambio es más peligroso. Tras la devastadora experiencia de EEUU en Irak, políticos y expertos coinciden en que las futuras misiones en el extranjero deben tener objetivos realistas, una duración fija y una clara estrategia de salida. No fijar tales parámetros con antelación fue el gran error de George Bush en Irak. Obama intentó no repetirlo.

Trump ha ignorado ese conocimiento aprendido a la fuerza. Ha prometido que EEUU librará un conflicto abierto sin límites en su alcance ni duración y sin una medida consensuada de lo que constituye una victoria. Ahora, Reino Unido y otros aliados de la OTAN tendrán la presión de hacer un viraje similar e incrementar su despliegue de tropas conjuntas por encima de los niveles actuales de aproximadamente 6.500 efectivos.

Un país fuera de control

Trump repitió la idea de que EEUU “luchará para ganar”. Dicha repetición es engañosa en el mejor de los casos e imprudente en el peor. Tras asumir el cargo en 2009, Obama casi triplicó el número de tropas estadounidenses hasta llegar a alrededor de 100.000 en un órdago para acabar con la guerra. No funcionó, aunque Obama dijo que sí, y, por consiguiente, recortó el nivel de efectivos. La historia de las guerras en Afganistán sugiere que nunca gana nadie.

Actualmente, Estados Unidos apenas tiene militares en funciones de combate sobre el terreno y el refuerzo de 4.000 propuesto por Trump es una gota en el océano. La situación de seguridad en Afganistán se ha deteriorado bruscamente. El Gobierno afgano se enfrenta a unos talibanes que resurgen, una continua amenaza de Al Qaeda y una presencia en auge de ISIS. Kabul, en su día un lugar relativamente seguro, ha sido golpeado por varios ataques suicidas.

De acuerdo con las estimaciones de Estados Unidos, las fuerzas del Gobierno controlan menos del 60% de Afganistán, el resto está en disputa o bajo control de los insurgentes.

Una prueba de cómo el aumento de tropas puede empeorar la situación es el récord de muertes civiles superado cada año desde la escalada que puso en marcha Barack Obama en 2009. De acuerdo con el balance del primer semestre de 2017 de la ONU, hubo en Afganistán 1.662 muertes civiles y 3.581 heridos. El conflicto armado se ha cobrado las vidas de 26.512 civiles y ha herido a 48.931 personas desde 2009.

La estrategia de Estados Unidos de formar y equipar al Ejército y a la Policía afgana para soportar el peso de los combates, que Trump ha indicado que continuará, también ha sido cara. Efectivos estadounidenses afirman que mueren al mes una media de 20 soldados del Ejército afgano. El Ministerio de Interior de Afganistán informa que 1.302 agentes de policías murieron entre marzo y agosto, unos nueve al día.

A pesar de la escueta amenaza de Trump de cortar el apoyo financiero a Pakistán, a quien se acusa de no eliminar las bases de los talibanes en el noroeste del país, el presidente no ha dado razones de por qué sus advertencias serían acatadas cuando las de Bush y las de Obama fueron ignoradas. Es probable que sus duras palabras sean recibidas en Islamabad como la típica palabrería del presidente.

La declaración paralela de Rex Tillerson, el secretario de Estado de EEUU, afirmando que Washington está preparado para llevar a cabo conversaciones de paz sin condiciones con los talibanes, tampoco ofrece nada nuevo.

Los talibanes han descalificado el discurso del presidente como vago y de poca ayuda y han amenazado con causar más dolor si se intensifica la guerra.

El giro de 180 grados de Trump al comprometer a Estados Unidos a librar una guerra que anteriormente había denunciado como una pérdida de tiempo y recursos supone una victoria para los realistas de la Casa Blanca, especialmente para HR McMaster, su consejero de seguridad nacional, y James Mattis, su secretario de Defensa, ambos generales retirados.

Los dos se opusieron a Steve Bannon y otros promotores del nacionalismo de Trump y de su programa America First, el cual prometía acabar con las intervenciones en el extranjero. Bannon fue destituido de su cargo la semana pasada como jefe de Estrategia.

A pesar de los esfuerzos para justificar su viraje en un discurso televisado en horario de máxima audiencia, a Trump le resultará difícil convencer a sus seguidores en EEUU y a sus aliados extranjeros de que su política es viable. Además, sus malas relaciones con la OTAN significan que tendrá problemas para conseguir el nivel de tropas europeas que quiere, mientras que una vez más Estados Unidos se prepara para subir la colina afgana.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

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