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The Guardian en español

Grupos insurgentes sirios se resignan a hacer el trabajo sucio a Turquía en Siria

Miembros del ELS en los primeros días de la ofensiva de Afrin, el 19 de enero.

Kareem Shaheen

Hatay (Turquía) —

El jefe insurgente sirio mira las fotografías de sus combatientes en el frente montañoso en el enclave kurdo de Afrin, con sus camionetas atascadas en el lodo tras una lluvia torrencial.

“Va a ser una batalla difícil, quizá de unos cinco o seis meses”, afirma. “Pero no tenemos a nadie más que a Turquía”.

La imagen de estas fuerzas del llamado Ejército Libre de Siria (ELS) empantanados en medio de una batalla contra las milicias kurdas captura el dilema central de los combatientes insurgentes sirios, que son unos 10.000 y están encabezando la ofensiva bajo órdenes de Turquía.

Abandonados por todos los demás aliados internacionales y casi derrotados, la oposición armada siria ahora se ve conduciendo una batalla contra las milicias sirias kurdas en nombre de Ankara, un patrocinador que en los últimos meses ha buscado intereses geopolíticos y de seguridad que le resultan más importantes que el objetivo de la oposición siria de vencer al presidente Bashar al-Asad.

La situación pone en primer plano hasta qué punto los insurgentes dependen de Turquía, el único benefactor que les queda, y la impotencia de los sirios para determinar el rumbo de una guerra civil que ya lleva casi siete años.

“Tenemos que fortalecernos y empezar de nuevo”, dice el jefe de los insurgentes. “La revolución armada siria fue derrotada militarmente, pero no es que Bashar al-Asad haya ganado. El hecho de que sigue existiendo una oposición es un triunfo sobre el mundo entero. Los sirios no tenemos ninguna influencia en las decisiones que atañen a nuestro país”.

Apoyo económico y entrenamientos

Las entrevistas a nueve jefes y oficiales insurgentes sirios, la mayoría de ellos combatientes en la campaña de Afrin, demuestran que están dispuestos a seguir apoyando a Turquía, el único país que según ellos los sigue apoyando y entrenando a sus combatientes a pesar de la indiferencia del resto del mundo.

Todos pusieron como condición para la entrevista permanecer en el anonimato, ya que la cuestión de las relaciones con Turquía es un tema sensible tanto para sus jefes y oficiales aliados con Ankara.

La semana pasada, Turquía lanzó una gran ofensiva en Siria, llamada Operación Rama de Olivo, encabezada por tierra por un grupo de unos 10.000 insurgentes sirios.

Ankara espera expulsar al Partido de la Unión Democrática (PYD, por sus siglas en kurdo) y su ala militar, las Unidades de Protección Popular (YPG), de Afrin, un enclave de mayoría kurda que está en la frontera con Turquía.

Ankara ha atacado los pueblos de la frontera con artillería pesada y se ha informado de que miles de personas han huido de la zona, muchos de ellos rumbo a la ciudad de Afrin.

La campaña ha supuesto un enfrentamiento con los Estados Unidos, que colaboró con protección aérea y apoyo militar directo a las milicias kurdas que encabezaron el ataque por tierra a los bastiones de ISIS en Raqqa y en el norte de Siria. Pero Ankara considera que las YPG, como ala siria del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), son un grupo terrorista que lleva décadas rebelándose contra el Estado turco.

“Seguiremos luchando hasta que no quede ni un terrorista en nuestra frontera con Irak”, dijo en un discurso en Ankara el presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, el viernes pasado, a la vez que prometió que “limpiaría” la ciudad de Manbij, al este de Afrin, también bajo control de las YPG.

Ésta es la segunda mayor campaña militar turca en territorio sirio. En agosto de 2016, Turquía lanzó la ofensiva Escudo del Éufrates, también encabezada por tierra por insurgentes sirios que expulsaron a ISIS de varios pueblos clave en la frontera y pusieron límites a la expansión de las YPG hacia el oeste.

La Operación Rama de Olivo fue lanzada después de que Estados Unidos anunciara que prepararía una fuerza de 30.000 hombres, incluyendo a las YPG, para patrullar las fronteras sirias y prevenir un resurgimiento de ISIS. El anuncio fue considerado por Ankara como una amenaza intolerable a su seguridad nacional.

Pero la campaña ha generado una crisis de conciencia entre la oposición siria, que hace tiempo que está dividida y dispersa tras varias derrotas contra Asad y sus aliados, Rusia e Irán, y acosada por luchas internas y avances de Tahrir al-Sham (conocido por sus siglas HTS), una coalición liderada por un grupo vinculado a Al Qaeda.

Algunos ven la campaña como el fin del levantamiento sirio que comenzó con protestas pacíficas contra el Estado policial de Asad en 2011, considerando que los combatientes de la oposición están luchando por los intereses turcos en detrimento de sus propios objetivos.

Sin embargo, los mandos insurgentes entrevistados por the Guardian aseguran que Turquía les ha ayudado a entrenar a miles de combatientes que podrían formar un ejército insurgente unificado, ofreciéndoles una posibilidad de vencer a Asad. Afirman que una victoria en Afrin abriría un corredor por tierra hacia la provincia de Idlib, controlada por el HTS y atacada por el régimen, permitiéndoles lanzar un ataque de gran escala para expulsar a Al Qaeda de la zona.

Ellos también se sienten molestos con el PYD y las YPG, a las que acusan de cultivar sentimientos separatistas y de cooperar con el régimen de Asad, en particular ayudándolo a precipitar la caída de Alepo en 2016, un golpe del que la oposición nunca pudo recuperarse, al haber tomado seis meses antes una carretera que los insurgentes utilizaban para abastecerse.

El papel de Turquía

Ankara ha recibido a 3,5 millones de refugiados sirios y permite que la oposición resida en Turquía, mientras que Estados Unidos ha dejado de ayudar a los insurgentes. El año pasado, la CIA cortó el apoyo que canalizaba a través de un centro de operaciones conjunto en Turquía, según varios mandos insurgentes.

“Turquía está haciendo algo, hay que apreciar estos esfuerzos. De no ser por ellos, seríamos parias”, dice un oficial insurgente que participó de la campaña en Afrin. “Turquía no nos ha abandonado, y no podemos abandonarlos a ellos. Nosotros los necesitamos más de lo que ellos nos necesitan a nosotros”.

Pero en los últimos dos años, los intereses de los turcos se han distanciado de los de los insurgentes, ya que el foco pasó a estar en las milicias kurdas y Turquía buscó un acercamiento con Rusia, el principal aliado de Asad, para dar comienzo a las negociaciones de paz.

Los dirigentes turcos en sus declaraciones ya no exigen que Asad dimita de inmediato, aunque Erdoğan hace poco lo mencionó en un discurso calificándolo de terrorista. Ankara informó al gobierno en Damasco sobre la Operación Rama de Olivo.

“Es un latiguillo ahora que la principal preocupación de Turquía respecto de Siria son los kurdos, los kurdos, los kurdos,” indica un diplomático occidental.

En un ejemplo confirmado por varios oficiales insurgentes, en agosto una fuerza de 700 hombres de la Operación Escudo del Éufrates fue enviada al paso fronterizo con Turquía en la provincia de Idlib para preparar la primera fase de una campaña terrestre contra el HTS, una batalla que muchos insurgentes quieren llevar a cabo.

Pero fueron enviados de regreso, ya que Moscú, Teherán y Ankara firmaron un acuerdo de “desescalada” que incluía a Idlib para reducir la violencia en el país.

Los insurgentes no han logrado que Turquía les prometa que apoyará una futura campaña en Idlib contra el HTS. Pero ellos dicen que de todas formas necesitarían más apoyo internacional para una campaña así, y que Turquía sigue apoyando el proyecto de formación de un ejército nacional insurgente para el que ya lleva entrenados entre 10.000 y 15.000 combatientes, mayormente de las fuerzas de la Operación Escudo del Éufrates.  

Los oficiales insurgentes entrevistados explican que luchar contra las YPG también fue una necesidad porque éstas querían formar un Estado independiente dentro de Siria. Al hablar, utilizaron un lenguaje similar al del Gobierno turco, describiendo a las milicias respaldadas por Estados Unidos como un grupo terrorista y remarcando las acusaciones de que habían expulsado a los árabes de las ciudades y pueblos donde eran mayoría.

Aun así, si bien muchos insurgentes aseguran tener fe en la sabiduría estratégica de la campaña en Afrin, son conscientes de que no tienen mucho espacio para opinar sobre el asunto.

“Esto es sencillamente una batalla internacional”, dice un oficial insurgente perteneciente a una facción que participa en la campaña en Afrin. “Ni el régimen ni la oposición tienen voz en esto”.

“Debemos luchar por nuestra supervivencia”, añade.

Traducido por Lucía Balducci

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