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The Guardian en español

Trump empequeñece bajo la sombra centenaria de JFK

A cien años del nacimiento de Kennedy y en medio del gobierno Trump, crece la nostalgia por la era ‘Camelot’

David Smith

Washington —

El 14 de junio de 1956, el entonces senador John Fitzgerald Kennedy pronunciaba el discurso de la ceremonia de graduación de la Universidad de Harvard en Cambridge, Massachusetts. “Los primeros grandes políticos de nuestra nación estaban también entre los primeros grandes escritores y estudiosos del país”, dijo. “Los libros eran sus herramientas, no sus enemigos”. Mientras tanto, a poco más de 300 kilómetros de ese lugar, un niño celebraba su décimo cumpleaños en Nueva York. Se llamaba Donald John Trump.

El centenario del nacimiento de Kennedy se celebra con importantes actos conmemorativos en varios lugares. En Boston, la biblioteca presidencial Kennedy ha inaugurado una exhibición que incluye un libro con recortes de su época de bachillerato, el maletín que utilizó durante la campaña de 1960 y algunas de sus corbatas. En Washington, el instituto Smithsoniano ha programado una serie de muestras y programas, mientras que el centro Kennedy, construido en su honor, comienza su temporada de homenajes. Entre ellos, la lectura el mismo lunes de sus discursos por parte de la periodista Dana Bash, la soprano Renée Fleming y los actores Brian Dennehy y Martin Sheen, entre otros. También habrá libros, revistas y especiales de televisión para revivir el romance de EEUU con 'Camelot', como se conoce popularmente la era de la presidencia de Kennedy.

La mirada es positiva y, en algunos casos, parece la historia de un santo: se resalta el glamour, la erudición y la oratoria de alto vuelo de Kennedy y se eluden sus aventuras extramatrimoniales, los secretos detrás de sus problemas de salud y sus errores garrafales en política exterior. Entre sus admiradores el anhelo, producto de la nostalgia, se intensifica. Y también, quizá, se simplifica en exceso por el rechazo que genera el actual ocupante de la Casa Blanca.

La melancolía se sentía inconfundible en el museo Smithsoniano de Arte durante la reciente inauguración de una muestra de fotos sobre la vida y carrera de Kennedy. Nancy Pelosi, líder de la minoría demócrata en el Congreso de los Diputados, se mostró efusiva. “La muestra me pareció hermosa”, dijo a the Guardian. “Fue una verdadera demostración de lo maravillosa que fue siempre la familia Kennedy. Había historia, fotos familiares y el detalle de unas carreras políticas perfectas, así que me encantó verla”.

La prensa estaba encantada con Kennedy

“Porque nosotros, en el periodismo, nunca hemos conocido y tal vez jamás conoceremos a un presidente tan elocuente en su prosa y que generara incluso en nosotros, la prensa, la cínica prensa, tanto orgullo de tener a un hombre así como presidente”, aseguró al público el experimentado periodista Gay Talese (85).

Salvo por el gran manejo los medios televisivos, único rasgo en común, Trump es el anti-Kennedy en muchos aspectos. Este republicano de 70 años carente de experiencia política ha sido la persona de mayor edad en ganar una elección a presidente de los Estados Unidos. Kennedy, un demócrata de 43 años que ya había formado parte de la Cámara de los Representantes y del Senado, fue el presidente más joven. A los 100 días de mandato, el índice de aprobación de Trump fue del 41%. El de Kennedy había sido del 83%.

A Trump se le concedieron cinco prórrogas para su ingreso al servicio militar durante la guerra de Vietnam; Kennedy recibió honores militares tras la Segunda Guerra Mundial por haber salvado la vida de sus compañeros cuando el bote torpedero en el que navegaban fue alcanzado por un destructor japonés.

Como tristemente se sabe, Trump no lee libros, sus discursos son inconexos y es alguien que ha sido capaz de decir que “para ser grande hay que ser rico”. Kennedy tenía la costumbre de citar a filósofos griegos y a Shakespeare, ganó el premio Pulitzer por su libro Perfiles de Coraje y fue alguien capaz de decir que Estados Unidos “no puede darse el lujo de ser materialmente rico y espiritualmente pobre”.

El sobrino de Kennedy, Stephen Kennedy Smith (59), publicó junto a Douglas Brinkley el libro JFK: A Vision For America (JFK: Una visión para Estados Unidos) para conmemorar el aniversario de su tío. Durante una entrevista tuvo mucho cuidado para no mencionar a Trump cuando dijo “que el presidente Kennedy pensaba en Estados Unidos como una gran civilización, una empresa moral, un conjunto de ideales en evolución, por eso creía en las artes y en la financiación de las artes, igual que creía en la ciencia y en la financiación de la ciencia”. “Kennedy escribió un libro llamado Una nación de inmigrantes acerca de cómo Estados Unidos había sido construida por extranjeros. Dio el mejor discurso sobre la discriminación religiosa que jamás haya dado un presidente estadounidense porque él era católico. Creo que esas cosas hablan por sí solas”.

Lamentablemente, las circunstancias que rodean la muerte de Kennedy, asesinado en Dallas en 1963, son más conocidas que su propio nacimiento. Kennedy nació en el próspero barrio residencial de Brookline (Boston) el 29 de mayo de 1917 en el seno de una familia de “gran fe, gran ambición y gran riqueza”, como dijo el periodista Tom Brokaw. En Connecticut, Kennedy asistió al exclusivo Choate Rosemary Hall school, donde, dicho sea de paso, nunca pasó del aprobado en oratoria.

Después estudió en la Universidad de Harvard y en la London School of Economics, peleó en la guerra y siguió su carrera en la Cámara de Representantes y en el Senado antes de ganar una reñida y todavía cuestionada elección ante Richard Nixon. Mientras Trump evocaba este año un vacío de tintes nixonianos y hacía hincapié en “Estados Unidos primero” en su discurso de toma de posesión, Kennedy presentó en 1961 una visión más optimista, pidió forjar “una gran alianza global” y encaminó a Estados Unidos para llevar un hombre a la luna.

Thomas Henriksen es una de las personas que lo escucharon en 1961 en la helada ciudad de Washington. Como estudiante del Virginia Military Institute, le tocó marchar por delante del nuevo presidente. “Teníamos los pies congelados”, recuerda Henriksen. “Estábamos en los autobuses escuchando la radio, ya listos para partir, cuando Kennedy dijo la famosa frase de ‘No preguntes lo que tu país puede hacer por ti, sino lo que tú puedes hacer por tu país’. ¡Fue increíble! Todos nos emocionamos mucho. Nos dijimos, ‘¡Eso que dijo es muy bueno!’ Qué frase tan acertada. Es como que te levantaba el ánimo”.

Hoy Henriksen tiene 77 años y es profesor emérito de Hoover Institution en Palo Alto, California. “La familia Kennedy tenía mucha elegancia. Te hacían sentir orgulloso de Estados Unidos. Este joven, su bella esposa y sus dos niños pequeños. Parecía ser nuestro futuro”, explica.

“Creo que estaría desconcertado”

La presidencia de Kennedy, que duró apenas 1.036 días, es más conocida por el desastre de la Bahía de Cochinos, cuando un grupo de unos 1.350 exiliados cubanos con apoyo de la CIA lanzó una invasión de su país destinada al fracaso, y por el momento cumbre vivido durante la Crisis de los misiles en Cuba, cuando Kennedy demostró actuar bajo presión al tratar con el líder soviético Nikita Kruschev y sacar al mundo de una posible guerra nuclear.

El senador republicano John McCain, que durante aquella crisis prestaba servicio en un portaaviones con armas nucleares cerca de Cuba, veía a Kennedy como el primer presidente de su generación. “No era mucho más grande que yo y ciertamente se veía mucho más joven que yo”, afirma McCain. ¿Qué pensaría Kennedy de Trump? Le preguntaron a McCain. “Creo que estaría desconcertado”, respondió.

El cumpleaños más conocido de Kennedy fue en el año 62, cuando Marilyn Monroe le cantó en el Madison Square Garden de Nueva York. La opinión de los historiadores está dividida sobre si la lucha de los derechos civiles y la guerra de Vietnam habrían tomado un camino diferente si Kennedy hubiera vivido y no hubiera sido reemplazado por Lyndon Johnson. Pero con la ayuda de su esposa, Jackie, la mística y el mito de “Camelot” sobrevivieron a Kennedy junto con una dinastía que le siguió los pasos en la política y el servicio público.

“Le escribí una carta cuando tenía, creo, ocho años. Le pedí si podía hablar con él sobre el medio ambiente. Fui a la Casa Blanca y pasé una hora con él en el Salón Oval hablando sobre la contaminación”, recordó con cariño el activista ambiental Robert F. Kennedy Jr. (63), hijo del fiscal general y hermano del presidente Robert Kennedy. “Luego me presentó a Rachel Carson, autora de Primavera silenciosa, y a Stewart Udall, quien era secretario del Interior. Le traje una salamandra y salió conmigo y soltamos a la salamandra en la fuente del jardín de las rosas”.

Según Kennedy Jr. “una parte muy importante de su legado fue su deseo de que haya paz y buenas relaciones tanto con los soviéticos como con Cuba y, además, su determinación de sacarnos de Vietnam: ”Todo eso proviene de lo que aborrecía la guerra. Ben Bradlee, uno de sus amigos más cercanos, le preguntó qué quería que dijera su epitafio y Kennedy dijo: ‘Mantuvo la paz’. También decía que ese era el trabajo más importante de un presidente: mantener al país lejos de la guerra“.

El hijo de John F. Kennedy, John Jr., murió en un accidente aéreo cuando tenía solo 38 años. La hija, Caroline (59), fue embajadora de Japón durante la Administración Obama. Sus sobrinos, Patrick Kennedy y Joseph Kennedy II, fueron legisladores en Washington, y otro sobrino, Chris Kennedy, actualmente es candidato a gobernador de Illinois.

Joe Kennedy III, un sobrino nieto de 36 años, es diputado en Washington por Massachusetts, desde donde se opone frontalmente a Trump. Según Kennedy III, “es evidente que los valores que Kennedy representaba y la visión que tenía para este país son esencialmente opuestos a los de esta Administración, que sigue un rumbo desafortunado, un cambio desafortunado impuesto por el presidente”. “Pero para los que creemos en esos valores, es nuestra tarea lograr que se hagan realidad y que nos vaya mejor en las próximas elecciones”.

En esta época de política partidaria, queda por verse si Kennedy todavía puede ser una figura trascendente y si el aniversario de su centenario puede traer un inusitado momento de unidad. Desde la derecha, varios críticos rechazan ese relato del héroe.

Según Niall Ferguson, un historiador británico que trabajó como asesor en la Casa Blanca de Kennedy y escribió una biografía de Henry Kissinger, “el mito de Kennedy seguirá existiendo y, cuanto más perdure, más se alejará de la realidad histórica”: “Para la mayoría de los estadounidenses, es imposible conciliar la imagen de John F. Kennedy propagada por personas como Arthur Schlesinger, que hablaba de Camelot y del glamour de su presidencia, con la circunstancia de que ganó la presidencia por un estrechísimo margen, posiblemente con la ayuda de la mafia, y de que sus aventuras amorosas incluso llegaron a poner en peligro la seguridad nacional, como cuando se descubrió que el presidente y un mafioso compartían una novia con la KGB”.

“Casi me olvido: con la ayuda de su hermano Bobby Kennedy, le colocaron micrófonos ocultos a Martin Luther King. Las verdades de la Casa Blanca de los Kennedy son tan extraordinariamente repugnantes que, en comparación, Trump parece un santo”.

Según Ferguson, a pesar de cometer unos errores en política exterior que empujaron al mundo al borde del desastre, Kennedy se salvó del intenso escrutinio de los medios que experimenta Trump. “Toda una secuencia de infracciones y aun así Kennedy es recordado como un héroe”, dijo. “Tal vez todavía haya esperanzas para Donald Trump”.

Traducido por Francisco de Zárate

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