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The Guardian en español

Polonia y Hungría pretenden aguar la fiesta del 60º aniversario de la UE

El primer ministro checo, Bohuslav Sobotka, el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, la primera ministra polaca, Beata Szydlo, y su colega eslovaco, Robert Fico, durante una rueda de prensa tras una reunión del denominado Grupo de Visegrado en Varsovia, Polonia, hoy, 2 de marzo de 2017.

Patrick Wintour

El papel de líder del pelotón europeo de los molestos, interpretado con aplomo por Reino Unido durante los últimos 45 años, pasará este fin de semana a Polonia y Hungría, en la reunión de los líderes de la Unión Europea en Roma para celebrar el 60º aniversario del nacimiento de la Unión Europea y planear un nuevo futuro tras el Brexit.

Con Theresa May ausente, los líderes de Varsovia y Budapest piensan perturbar cualquier estado de ánimo cercano a la autocomplacencia. Se espera también que frenen cualquier intento de fortalecer a los estados que apuesten por una mayor integración creando, en la práctica, una Europa de dos velocidades.

Pero la firmeza de Polonia, señala Gavin Rae, profesor asociado en la Universidad de Kozminski, en Varsovia, “refleja un miedo a un cambio potencial más amplio en el balance de poder tras el referéndum del Brexit” al tiempo que pierde uno de sus aliados más cercanos y “se encuentra más aislada que nunca”.

Polonia teme que una Europa de dos velocidades pueda institucionalizar este proceso de marginación. “No podemos aceptar ningún anuncio de una Europa de dos velocidades”, ha afirmado el presidente del partido gobernante Ley y Justicia, Jarosław Kaczyński, quien se ha reunido con la primera ministra británica esta semana. “Esto significaría empujarnos fuera de la Unión Europea o degradarnos a una categoría inferior de miembros”.

Viktor Orbán, primer ministro húngaro, ha desechado una Europa de dos velocidades, calificando esta idea como un insulto a Europa del Este. Polonia, la República Checa, Eslovaquia y Hungría, conocidos como Grupo Visegrado, se unieron a la UE para estar en el corazón de Europa, no en su periferia.

La primera ministra polaca, Beata Szydło, amenazó este jueves con no firmar la declaración de Roma si no incluye asuntos que son prioridad de Polonia, incluida la unidad de Europa, la importancia de la OTAN, el fortalecimiento de los parlamentos nacionales y un mercado único unido. Puede que se encuentren las palabras para disimular las diferencias, pero de acuerdo con Piotr Buras, director en Polonia del think tank European Council on Foreign Relations, la trayectoria es de divergencia.

La contrarrevolución 'necesaria'

Polonia y Hungría se ven a sí mismos como los que comunican las verdades incómodas a la vieja élite europea por el interés de la propia supervivencia de la Unión. Szydło y Orbán creen que los acontecimientos en Europa les han dado la razón sobre lo que el primer ministro húngaro ha llamado “el caballo terrorista de Troya de la inmigración masiva”, la impracticabilidad de las cuotas obligatorias de inmigrantes y la necesidad de campos de asilo, fronteras duras y autodeterminación nacional.

Lejos de ser rebeldes nacionalistas aislados, creen que están liderando una contrarrevolución necesaria. En una reciente entrevista en la publicación húngara Heti Válasz, Jarosław Kaczyński afirmó que la cooperación entre los países de Europa central y del este podría servir como contrapeso al actual liderazgo en Bruselas.

Sin embargo, a primera vista, la recuperación de la idea de una Europa flexible o a varias velocidades, promovida por Francia y Alemania, con “diferentes círculos de cooperación” podría ser una idea que Polonia aceptase. No se exige a ningún país que coopere. Los países podrían elegir compartir más soberanía en temas como la defensa, la moneda común o la migración.

Esta estrategia de vive y deja vivir parece que ha sido rechazada por Polonia y Hungría. El analista Buras describe la posición de Polonia como “completamente incongruente”. En teoría favorecen la flexibilidad, pero temen que si el núcleo duro coopera más, ellos acabarán perdiendo.

“El riesgo es que la eurozona cree sus propias estructuras, su propio presupuesto y que domine sobre el resto de Europa”, aseguró esta semana el ministro de Exteriores polaco, Witold Waszczykowski.

Polonia, el mayor receptor de fondos europeos

Desesperados por una Europa que cumpla, Alemania y Francia quieren eliminar los obstáculos y están perdiendo la paciencia con el Este. El presidente francés, François Hollande, advirtió a los polacos en la última cumbre europea: “Puede que ustedes tengan sus principios, pero nosotros tenemos los fondos estructurales”. El hecho de que Angela Merkel esté dispuesta a consentir una Europa de dos velocidades, algo a lo que anteriormente se mostró reacia, es una indicación de su frustración con Polonia.

Algunos comisarios piden que la UE retire su financiación a Polonia a menos que retire las reformas judiciales contra las normas democráticas y, en pos del equilibrio, acepte los 6.200 refugiados que se le asignaron desde Bruselas. Tales amenazas no son triviales. Polonia es de largo el mayor receptor neto de fondos comunitarios. Recibe casi un cuarto de toda la financiación europea, que representa el 2,3% de su PIB.

“La Unión Europea es una comunidad de Estado de derecho. No deberíamos apartarnos y seguir viendo esto”, ha afirmado el presidente de los liberales en el Parlamento Europeo, Guy Verhofstadt.

Pero hasta ahora Polonia no parece dispuesta a ceder ante lo que considera un chantaje. Su intento de bloquear la reelección de su compatriota Donald Tusk como presidente del Consejo de la Unión Europea fue un fracaso y ningún país, ni siquiera el Grupo Visegrado, apoyó a Polonia.

Los polacos respondieron al desplante negándose a firmar las conclusiones de la cumbre, un paso sin precedentes. Polonia prometió también que en el futuro enseñará “sus dientes afilados”. El periódico nacionalista Gazeta Polska publicó una portada con Tusk vistiendo el uniforme del Ejército alemán nazi.

La posibilidad de la derrota nacionalista

La mayor esperanza de Bruselas es que se produzca una reacción política interna en estos países tras años en los que ambos gobiernos, Polonia y Hungría, han consolidado su poder en torno a economías crecientes, una reforma social conservadora y el nacionalismo.

Tanto en Polonia como en Hungría se observan ligeros movimientos de disidencia interna. En Polonia, una encuesta publicada este lunes mostraba que el apoyo al partido en el Gobierno ha caído cinco puntos, bajando hasta el 29%. Sin embargo, la Plataforma Cívica de Tusk ha subido 10 puntos hasta el 27%. La posibilidad de que Tusk vuelva a la carrera por la presidencia en 2020 no es inverosímil.

En Hungría, debido a la convocatoria de elecciones el año que viene, se ha formado un nuevo partido que promete no ser ni de izquierdas ni de derechas llamado Movimiento Momentum. El partido está liderado por András Fekete-Győr, de 28 años. Momentum ha paralizado la apuesta de Budapest por los Juegos Olímpicos, atrayendo 260.000 firmas, y ya tiene el aroma de un partido capaz de usurpar el poder a un establishment político cansado.

Pero el profesor universitario Rae sostiene que para que las fuerzas conservadoras pierdan popularidad se necesita que la UE adopte una estrategia económica que ayude a aquellos en Polonia y Hungría que quieren cooperar con la Unión.

Una versión en bruto de una Europa a dos velocidades en la que solo prosperen los países del euro podría simplemente fomentar la sensación de agravio sobre la cual prospera el populismo.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

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