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The Guardian en español

La ejecución de un periodista no fue motivo suficiente para que Thatcher dejara de hacer negocios con Sadam

Captura de pantalla de un extracto de la confesión de Farzad Bazoft

Richard Norton-Taylor / Tracy McVeigh

El 15 de marzo de 1990, Farzad Bazoft, un periodista freelance que publicaba en el dominical británico The Observer, fue ejecutado en Irak, por orden directa del entonces presidente del país, Sadam Hussein. Esta ejecución indignó al mundo entero. Ese mismo día, Margaret Thatcher y su Gobierno decidieron no tomar medidas contra lo que ellos mismos consideraban un “régimen despiadado” por miedo a que peligraran las exportaciones a ese país.

Se acaban de hacer públicos unos informes que fueron escritos dos años después de que Sadam utilizara gas mostaza para matar a más de 3.000 kurdos y solo unos meses después de que invadiera Kuwait y provocara una guerra. Estos documentos revelan que el gobierno de Thatcher consideró que los intereses comerciales del Reino Unido eran prioritarios.

Tras el ahorcamiento del periodista, y a pesar de que el Gobierno británico prometió que actuaría con firmeza contra un dictador cada vez más peligroso, lo cierto es que el Gabinete de 'la dama de hierro' decidió no imponer sanciones.

Norman Lamont, que por aquel entonces aún no era canciller del Ministerio de Hacienda sino que estaba al frente de la Secretaría General del Tesoro, escribió a Douglas Hurd, ministro de Exteriores británico, para puntualizar que las restricciones comerciales o crediticias “no conseguirían hacer cambiar la actitud del Gobierno iraquí” y que, en cambio, podían “causar un daño desproporcionado a la industria del Reino Unido”.

Hurd le contestó que, si bien la ejecución había consternado profundamente a la ciudadanía, él también estaba preocupado por el impacto que la situación podía tener sobre las relaciones comerciales entre ambos países. “Debemos proteger nuestros intereses comerciales en Irak”, señaló.

En declaraciones a The Observer, Lamont, que más tarde fue distinguido con el título de Lord, ha señalado que no recuerda con detalle lo sucedido 27 años atrás, pero que no cree que su opinión pudiera haber sido determinante para decidir la estrategia frente al Gobierno de Sadam.

“No recuerdo haber estado involucrado en esta situación tan lamentable, si bien recuerdo como si fuera hoy que la trágica muerte de este joven me impactó”, ha indicado. “En su momento se debatió el grado de vinculación del periodista con el Reino Unido. Tenía pasaporte iraní y este fue el argumento decisivo: no era británico”.

Bazoft, un periodista freelance que había nacido en Irán y que residía en el Reino Unido, había recibido la invitación del Gobierno de Sadam. Viajó a Irak junto con otros periodistas para cubrir las elecciones en las zonas kurdas del país. Era la sexta vez que viajaba al país y su objetivo era escribir un reportaje para The Observer.

El día en el que regresaba a Londres, en septiembre de 1989, The Independent publicó un reportaje sobre una explosión que había tenido lugar un mes antes en las instalaciones militares de al-Hillah, situadas al sur de Bagdad, sospechosa de modificar misiles balísticos y de fabricar armas químicas. Se rumoreaba que cientos de personas habían muerto en esas instalaciones. Bazoft pidió a una enfermera británica, Daphne Parish, que lo llevara hasta allí. Tomó fotografías y recogió muestras de tierra del suelo.

Lo detuvieron en el aeropuerto de Bagdad mientras esperaba el vuelo que debía llevarlo a Londres. Lo encarcelaron en la prisión de Abú Ghraib y estuvo recluido en régimen de aislamiento. Lo torturaron y lo golpearon. El 1 de noviembre, confesó ante las cámaras que era un espía israelí.

En 2003, The Observer consiguió localizar a Kadem Askar, el coronel de los servicios de inteligencia iraquíes que interrogó a Bazoft. Reconoció que siempre supo de la inocencia del periodista pero que Sadam le había ordenado que el joven fuera condenado y ejecutado. Las autoridades iraquíes metieron el cuerpo del periodista en una vulgar caja y la enviaron a sus padres sin previo aviso. De hecho, la caja apareció en el aeropuerto de Heathrow sin que las autoridades iraquíes hubieran contactado con la familia.

A los pocos meses de la muerte de Bazoft, Sadam desplegó a sus soldados en la frontera con Kuwait (trazada por el Reino Unido); esta acción propició la primera Guerra del Golfo.

La decisión de hacer públicos los informes de 1990 se enmarca en una iniciativa que quiere adelantar la difusión de forma gradual de documentos oficiales clasificados que tienen una antigüedad de entre 20 y 30 años. Estos documentos, así como otros que el Gobierno de Thatcher mandó entre 1989 y 1990, se encuentran a disposición del público en los Archivos Nacionales de Kew.

Los papeles revelan que Charles Powell, consejero en Asuntos Exteriores de Margaret Thatcher, le anunció que, sin lugar a dudas, recibiría llamadas para que suspendieran los créditos o impusieran restricciones comerciales a Irak. Sin embargo, le avisó de que “si bien la comunidad internacional nos dará su apoyo, no conseguiremos nada con estas medidas”. Lamont estuvo de acuerdo con esta valoración.

Cinco días después de la ejecución de Bazoft, Hurd lanzó la siguiente advertencia: “En el actual clima de tensión, una restricción crediticia sería interpretada por Irak como una respuesta política a la muerte de Bazoft y reaccionaría con contundencia. Esto perjudicaría nuestros intereses comerciales y nuestros competidores no tardarían en quedarse con nuestra cuota de mercado”.

Los documentos muestran que Thatcher se limitó a no dar una subvención a una misión comercial de Birmingham que debía viajar a Irak y optó por no promocionarla.

Durante los seis meses que Bazoft y Parish estuvieron en la cárcel, varios periódicos publicaron reportajes sobre la conexión del periodista con el espionaje. Sadam afirmó que los dos prisioneros eran espías del Reino Unido o de Israel, si bien nunca consiguió demostrarlo.

De hecho, varios documentos que se hicieron públicos en Bagdad en 2003 evidenciaron que Sadam sabía que ambos eran inocentes y que simplemente quería “castigar a Margaret Thatcher” y humillar al Reino Unido. El juicio de Bazoft y Parish solo duró un día; se hizo a puerta cerrada, en árabe y sin defensa legal.

Parish fue condenada a quince años de cárcel. La dejaron regresar a Reino Unido diez meses después de la ejecución de Bazoft.

Dos parlamentarios del Partido Conservador que no ocupaban puestos en el Gobierno contribuyeron a divulgar el rumor de que Bazoft era un espía. También se filtró que tenía antecedentes penales.

El Gobierno sabía que el periodista tenía un pasado. Entre los documentos del Archivo Nacional de Kew se incluye una nota que Sara Dent, secretaria privada de David Waddington, ministro de Interior, hizo llegar a Powell antes de la ejecución de Bazoft.

“Tal vez quieras saber que hemos revisado el expediente de Bazoft, el periodista de The Observer que ha sido acusado de espionaje en Irak y condenado a muerte, y hemos podido constatar que tiene antecedentes penales en el Reino Unido”. “Aunque esto no justifica la sentencia de muerte, sí que es probable que las autoridades o los medios de comunicación iraquíes lo mencionen”, concluía.

Le indicaba que Bazoft había llegado al Reino Unido en 1975. Por aquel entonces era estudiante y tuvo problemas económicos. Solicitó una prórroga de su visado, que le fue denegada. Entonces fue a una constructora y amenazó a sus directivos con hacerla explotar si no sacaban dinero del cajero. Le dieron unos 540 euros, la cantidad que debía. Fue detenido ese mismo día. No tenía una bomba y fue condenado a 18 meses de cárcel.

Las autoridades revocaron una orden de deportación cuando confirmaron que Irán había emitido una orden de detención contra el joven por considerarlo “antirrevolucionario”. La familia del periodista era contraria al ayatolá Jomeini y por este motivo y “como excepción” las autoridades optaron por revocar la orden. Dent terminaba su nota a Powell indicando que el Ministerio del Interior consideraba que no debía dar esta información pero que si salía a la luz no debía desmentirla.

Los medios sensacionalistas del país no tardaron en publicar la noticia en portada. Lord (Woodrow) Wyatt explicó a los lectores del News of the World que el Reino Unido “debería empezar a priorizar sus intereses comerciales y dejar de hablar de Farzad Bazoft”.

Donald Trelford, que era director de The Observer cuando Bazoft fue detenido y ejecutado, señala que la cobertura de algunos medios fue “persistentemente hostil”. Señala que si bien han pasado 20 años todavía tiene que hacer esfuerzos por reprimir su ira cuando recuerda la crueldad de Sadam y también cómo los tories y algunos medios de comunicación británicos intentaron convencer a la gente de que el periodista era el culpable de su situación.

La estrategia del Gobierno de ignorar las atrocidades de Sadam para seguir haciendo negocios con él quedó en evidencia durante una investigación judicial impulsada en 1992 por Richard Scott y que tenía por objetivo evaluar la venta de armamento a Irak por parte de empresas del Reino Unido.

A finales de 1980, una fábrica del Reino Unido, Matrix Churchill, vendió maquinaria susceptible de fabricar armas a Sadam. Durante el juicio se supo que los servicios secretos habían pedido a los directivos de la empresa que intentaran recabar información sobre el programa de armas de Sadam durante sus visitas a las fábricas iraquíes.

El Gobierno ya sabía que Sadam había utilizado armas químicas en la guerra contra Irán. En marzo de 1988, aviones de combate iraquíes atacaron la ciudad de Halabja con armas químicas. Entre 3.000 y 5.000 civiles fueron gaseados. Por esas mismas fechas el Gobierno del Reino Unido había flexibilizado los controles del armamento que exportaba a Irak.

Entre los expedientes hechos públicos la semana pasada se incluye un documento de 1989 en el que el excanciller y exministro de Exteriores conservador Geoffrey Howe señala que Tariq Aziz, ministro de Exteriores de Sadam, había prometido no volver a utilizar armas químicas. Ese documento coincide en el tiempo con un plan del Gabinete para aumentar las garantías a los créditos de exportación para Irak con el objetivo de que ese país concediera más contratos a las empresas del Reino Unido.

Ese mismo año, Hurd dijo a Thatcher que “el régimen iraquí es despiadado y desagradable pero tras su conflicto con Irán [que finalizó en 1988] su influencia ha aumentado”. Le advirtió de que tomar medidas contra Sadam podía perjudicar los negocios del Reino Unido.

En el Archivo Nacional también se puede consultar una carta que Margaret Thatcher envió a Sadam tras la liberación de Parish. La escribió el 16 de julio de 1990 e indica: “Me ha alegrado mucho la decisión de su Excelencia de liberar a Daphne Parish por motivos humanitarios. Nuestros países tienen lazos de amistad que se remontan a muchos años atrás y nuestra relación tiene muchos elementos positivos a partir de los cuales podemos seguir avanzando”.

Irak y Reino Unido: una breve historia

1941 Irak vuelve a ser ocupado por el Reino Unido tan solo una década después de su independencia.

1975 Farzad Bazoft, un joven de 16 años que había nacido en Irán, se instala en el Reino Unido con sus padres.

1979 Sadam Hussein, del partido árabe nacionalista Baaz, se convierte en el líder del país.

1980 Estalla la guerra Irán-Irak, que llega a un punto muerto ocho años más tarde.

1981 Un ataque aéreo de Israel destruye un reactor nuclear cerca de Bagdad.

1988 Sadam ataca a la población kurda con gases mortales. El ataque químico mata a miles de kurdos.

1989 Una explosión en al-Hillah, unas instalaciones militares situadas a unos 100 kilómetros de Bagdad, levanta sospechas de que allí se están llevando a cabo operaciones militares secretas. En septiembre, Irak invita a un grupo de periodistas extranjeros a viajar al país y cubrir las elecciones que se celebrarán en el Kurdistán iraquí. Bazoft acepta la invitación y, una vez allí, pide a una enfermera británica, Daphne Parish, que lo lleve hasta al-Hillah porque quiere investigar lo sucedido. Las autoridades iraquíes los detienen.

1990 Algunos miembros del Parlamento Británico del Partido Conservador acusan a Bazoft de ser un espía y algunos periódicos se hacen eco de esta afirmación falsa. También filtran los antecedentes penales del periodista. Bazoft es ejecutado el 15 de marzo. En una comunicación por escrito, Margaret Thatcher le hace saber a Sadam Hussein que está “horrorizada”. El 2 de agosto Irak invade Kuwait. Estalla la primera Guerra del Golfo.

1991 Repliegue de las tropas iraquíes de Kuwait. Irak es objeto de inspecciones de armas. Comienza una brutal represión contra la población kurda. Estalla la rebelión en el sur chií. Parish es liberada y puede regresar al Reino Unido.

2002 Tony Blair publica un informe de dudosa credibilidad sobre la capacidad armamentística de Irak.

2003 La invasión liderada por Estados Unidos derrota el régimen de Sadam. Unos documentos encontrados en Bagdad muestran que Sadam sabía que Bazoft no era un espía. Lo mató para humillar al Reino Unido.

Traducido por Emma Reverter

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