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The Guardian en español

Vitaliy Kim, el gobernador ucraniano que usa el humor como resistencia ante Putin

Vitaliy Kim, gobernador de la región Mykolaiv, tras el ataque ruso el 29 de marzo.

Lorenzo Tondo

Mykolaiv (Ucrania) —

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Cuando el presidente ruso Vladímir Putin ordenó a sus tropas que invadieran Ucrania el 24 de febrero, Vitaliy Kim todavía estaba en la cama profundamente dormido. “Estaba soñando algo, pero no recuerdo qué, y cuando me desperté, todo el mundo estaba en estado de pánico”, dice Kim, de 41 años y gobernador de Mykolaiv. “Fue aterrador. La gente me preguntaba qué hacer”, cuenta.

Un par de frenéticas horas más tarde, después de que un misil ruso impactara en el aeropuerto local, a unos nueve kilómetros de su oficina, Kim -que había sido un empresario exitoso antes de ingresar a la política- ya estaba vestido con ropa militar y listo para la guerra. A partir de ese momento, Mykolaiv ha sido objeto diario de ataques con misiles. Pero, mientras las tropas de Moscú avanzaban hacia las ciudades de la región, con cada explosión Kim se hacía cada vez más popular, broma tras broma.

Sus burlas a las fuerzas rusas, que formaban parte de sus mensajes de vídeo publicados a diario en Telegram y en sus redes sociales, incluso cuando el enemigo se encontraba peligrosamente cerca de la ciudad, se hicieron virales y se convirtieron en memes. Su rostro, impreso en camisetas, rápidamente se transformó en un símbolo de la resistencia nacional contra el país más grande del mundo.

“De alguna manera, las bromas son estratégicas”, dice durante la entrevista con The Observer. “Son útiles para los civiles y los militares. Con estas burlas, intento demostrar que el Ejército ruso está formado por gente común que comete errores”, relata.

La eficacia del humor

Desde el primer día, Mykolaiv, en la mitad sur de Ucrania, ha sido el principal objetivo de los rusos en su carrera por anexionar la costa del Mar Negro del país. En marzo, Moscú prácticamente tenía rodeadas a la ciudad y su puerto en el río Buh. Sus fuerzas se habían apoderado del aeropuerto de Mykolaiv y avanzaban desde el noreste, mientras los ciudadanos amontonaban neumáticos y fabricaban cócteles molotov, preparándose para los combates callejeros.

Un día, mientras la artillería rusa bombardeaba la ciudad con cohetes y viejos misiles soviéticos, Kim publicó en su canal de Telegram una foto en la que se veía un componente de un anticuado sistema de misiles antiaéreos Krug, diseñado en 1957, que había sido encontrado por los equipos de rescate.

Debajo de la imagen, añadió: “No soy un experto en armas, pero me parece que pronto empezarán a lanzarnos balalaikas”, en referencia a un instrumento musical de cuerda típico de Rusia. Y, cuando parecía que la ciudad caía en manos de los rusos, Kim, para infundir la calma entre la población, publicó una foto suya en su despacho, en la que se lo ve con los pies sobre el escritorio y vistiendo calcetines multicolores. La imagen se hizo viral inmediatamente. Una versión trucada lo mostraba sentado con los pies sobre la imponente y larga mesa de Putin.

La capacidad de Kim para bromear ante el horror y el miedo ha contribuido a tranquilizar a los ucranianos y a aliviar su desesperación. Paradójicamente, su forma de enfrentarse a situaciones tan traumáticas puede resumirse en una frase atribuida a un anarquista revolucionario ruso, Mijaíl Alexandrovich Bakunin: “Una carcajada os enterrará a todos”.

“No fue difícil unir a los ucranianos al comienzo de la guerra. Lo hicieron en un día”, dice Kim, hijo de un entrenador de baloncesto de ascendencia coreana. “Fue así de fácil. Porque ante sus ojos, Rusia se mostró no solo como un Ejército, sino como un verdadero mal que destruye todo a su paso. Violan, matan y secuestran a la gente. Así que resultó fácil unirse para luchar contra ellos. A lo largo de nuestra historia, hemos luchado por nuestra independencia. La lucha por la libertad está en nuestros genes”, opina.

De hecho, los habitantes de Mykolaiv lograron hacer frente a los rusos, convirtiéndose así en uno de los bastiones más valientes del frente sur, a pesar de que algunos creen que una buena parte de la población era prorrusa.

“Eso no es cierto”, responde Kim. “No puede haber prorrusos. ¿Quién apoyaría a un país que no es una democracia? Lo que había aquí era muchos de estilo pro-soviético”, dice.

La batalla es “inevitable”

Mykolaiv ha pagado un precio alto por los cinco meses de guerra y resistencia. Muchos de sus ciudadanos han sido asesinados y cerca del 40% de su población ha huido, lo que prácticamente ha dejado a la ciudad como un pueblo fantasma. Las pocas personas que hay en las calles son, en su mayoría, ancianos. Durante más de un mes, no hubo agua tras la destrucción de una tubería. En un teatro y sala de conciertos de 200 años de antigüedad que se encuentra en ruinas, se ha instalado un punto de ayuda humanitaria que suministra ropa, zapatos y medicinas.

Los misiles sacuden la ciudad a diario. Mientras The Observer conversa con Kim, dos misiles de crucero rusos surcan el cielo. “Bienvenidos a Mykolaiv”, dice un soldado sonriente. “Hoy los rusos han llegado tarde”, añade.

Tras la captura de la región de Lugansk, que junto con Donetsk conforma el Donbás oriental, las autoridades locales de Mykolaiv se están preparando para una intensificación de los ataques.

“La batalla por el sur de Ucrania aún está por delante y es inevitable”, dice Roman Kostenko, miembro del Parlamento ucraniano y comandante de las fuerzas especiales, que el primer día de la guerra cambió su traje y corbata por un uniforme militar y se apresuró a ir a la línea del frente de Mykolaiv. La ciudad, que limita con el vital puerto de Odesa en el Mar Negro, es considerada por Moscú como un objetivo estratégico para alcanzar su meta de anexionar la costa ucraniana, lo que convertiría a Ucrania en un país sin salida al mar.

“El objetivo principal del Kremlin era hacerse con el sur y el este, y volver a poner a Ucrania dentro de su esfera de influencia”, dice Kostenko. “Pero no se lo permitimos, y por eso tuvieron que alterar sus planes y concentrar la mayor parte de su fuerza en el este. Su objetivo es arrebatarnos el mar. Anunciaron que estos son sus 'territorios indígenas'. Intentarán llegar a la frontera de Transnistria porque Rusia creó muchas de esas cuasi repúblicas, como la RPD [República Popular de Donetsk], la RPL [República Popular de Lugansk], Abjasia, Osetia del Sur y Transnistria. Están intentando conectarlas entre sí”, relata.

“Pero la cuestión es que esta cruel guerra no se trata siquiera de una pérdida temporal de territorios. Se trata de la muerte de nuestra gente, de las mujeres, de los niños. Pregúntenle a Vitaliy Kim: él les mostrará lo que Rusia hizo con el edificio del Gobierno”, asegura.

Un combate de artes marciales

El 29 de marzo, un misil de crucero ruso impactó en el centro administrativo regional de Mykolaiv, dejando a decenas de personas atrapadas bajo los escombros: 38 murieron en el ataque. Es aquí donde Kim se reúne con los periodistas para las entrevistas, junto al edificio dañado. El misil dejó un enorme agujero y lanzó el mobiliario de oficina por los aires. Las paredes interiores y cientos de documentos siguen manchados de sangre.

Las fuerzas rusas esperaron a que la gente llegara al trabajo por la mañana antes de atacar el lugar. Kim también debía estar allí, pero aquel día se había quedado dormido.

Kim ha practicado taekwondo durante gran parte de su vida: “El taekwondo se trata de disciplina y de conseguir tus objetivos”, dice. “Puedes aplicar este sistema en la vida cotidiana y también en la guerra”. Antes de ser suspendido como presidente honorario de la Federación Internacional de Judo, Putin —cinturón negro de judo— fue coautor de un libro titulado Judo: historia, teoría, práctica.

Muchos ucranianos y seguidores de Kim se preguntan quién prevalecería en un combate de artes marciales entre ambos. “Nunca he pensado en eso”, dice, sonriendo. Entonces, señala con el dedo el esqueleto del edificio gubernamental destruido por las tropas rusas y añade: “Pero viendo lo que nos hizo, no lucharía contra él en un ring. Simplemente cogería una pistola y le dispararía”.

Traducción de Julián Cnochaert.

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