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Así viven los vecinos el despliegue militar en Rusia: “Es difícil salir de casa, ver esto y no pensar que va a haber una guerra”

Tanques de combate rusos durante ejercicios en el campo de tiro Kadamovsky en la región de Rostov en enero.

Andrew Roth

Kursk y Voronezh (Rusia) —
8 de febrero de 2022 22:34 h

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El tren militar entra a trompicones en el hangar ferroviario de Kursk. A esta ciudad rusa, separada de la frontera con Ucrania por unas pocas horas en coche, el convoy ha traído tanques de combate, artillería autopropulsada y otras armas pesadas cubiertas de nieve. En el hangar, los vagones sin techo quedan estacionados entre pesados contenedores de productos químicos. Solo se pueden ver desde un pequeño puente peatonal que pasa por encima. Miembros de la policía militar con brazaletes rojos montan guardia mientras los lugareños observan curiosos las últimas llegadas del vasto despliegue militar ruso.

En un reciente viaje a las regiones rusas de Kursk y Voronezh, The Guardian ha sido testigo de un hervidero de actividad militar apenas oculto. Las tropas rusas siguen posicionándose para un posible asalto a Ucrania, con información reciente sobre la transferencias de personal y el envío de soldados desde sus barracones hacia las zonas de concentración militar a pocos kilómetros de la frontera.

Con Occidente cada vez más temeroso por una posible incursión militar rusa, los líderes mundiales se han entregado esta semana a un frenesí de encuentros diplomáticos. El presidente francés, Emmanuel Macron, viajó a Moscú para conversar con el ruso Vladimir Putin y a Kiev para verse con su homólogo ucraniano, Joe Biden recibió en Washington al canciller de Alemania, Olaf Scholz, y una delegación de la Unión Europea visitó Kiev. El Gobierno francés sugiere que tiene el compromiso de Putin de no avanzar nuevas operaciones militares en Ucrania y retirar las tropas de Bielorrusia una vez hayan terminado los ejercicios militares. Pero ninguno de los dos líderes dio detalles al respecto en la rueda de prensa del lunes. El Kremlin, de hecho, lo desmintió horas después.

Entretanto, el ministro de Defensa de Reino Unido, Ben Wallace, anunció el envío de otros 350 soldados a Polonia, miembro de la OTAN, con 1.700 paracaidistas estadounidenses de la división aerotransportada número 82 que también han llegado al país en prevención por un posible estallido de la crisis en Ucrania.

Más actividad militar

En Kursk y en Voronezh, a unos 160 kilómetros de la frontera de Ucrania cada una, el aumento de la actividad militar rusa es cada vez más difícil de ignorar. Los habitantes de Shilovo, un barrio de Voronezh, se quedaron atónitos durante unas maniobras de la semana pasada al ver cómo del campo nevado justo al lado del colegio local emergía un sistema de misiles de defensa aérea Pantsir (el distrito militar occidental anunció que solo eran ejercicios de entrenamiento). 

En Maslovka, un cercano barrio periférico, los residentes están en vilo por la llegada en los últimos meses a la estación de tren de tanques, artillería y otros equipos. “Mi esposa volvió de hacer recados gritando 'tanques, tanques, tanques'”, dice Oleg Romanenko, mecánico y empleado de un taller metalúrgico. Romanenko vive cerca de una calle principal de Maslovka nombrada en honor a la División de Fusileros número 206 que luchó en la Segunda Guerra Mundial. “Es difícil salir de casa, ver esto y no pensar que puede haber una guerra, todo el mundo ha pensado eso, como mínimo”.

Han empezado a circular vídeos de trenes transportando soldados rusos al frente. La información sobre los vuelos sugiere que también hay transporte aéreo de tropas desde Siberia hasta la frontera con Ucrania. Cerca del hangar ferroviario de Kursk, oficiales de las fuerzas aéreas pasan en bicicleta por un hotel balneario de las inmediaciones. También han sido vistos convoyes militares de la guardia nacional, que serían las fuerzas de seguimiento, cruzando ciudades cercanas y en ruta hacia la frontera.

Pero la mayor parte de la actividad apunta a una gran acumulación militar rusa en zonas a distancia de ataque de Ucrania, en algunos casos a solo docenas de kilómetros de la frontera, donde se calcula que ya se han trasladado la mitad de los grupos tácticos de batallones del país. Las autoridades estadounidenses estiman que Rusia tiene ya el 70% del equipo militar necesario para lanzar un ataque.

“En el último par de semanas hemos marcado todas nuestras casillas de alarma”, dice un investigador del Equipo de Inteligencia de Conflictos de código abierto (CIT, por sus siglas en inglés), que rastrea el despliegue militar ruso en torno a Ucrania. Uno de los movimientos ha sido el de la brigada de fusileros motorizados número 200, que en enero salió de su base al norte del Círculo Polar Ártico y que tal vez fue la llegada observada por The Guardian en Kursk.

El investigador del CIT dijo que sus señales de alerta incluyen el movimiento de tropas aerotransportadas y de tropas de la guardia nacional, así como el reciente transporte de equipos desde un gran campamento militar en la ciudad de Yelnya. Él lo llama un “momento oh, mierda”. “Las pruebas que tenemos sugieren con mucha solidez que, literalmente, todas las grandes formaciones terrestres de las fuerzas armadas rusas están involucradas”, dice. Desde la desaparición de la Unión Soviética “es literalmente algo sin precedentes”, añade.

Petición de silencio

A pesar de las señales de alerta, algunos residentes de Maslovka siguen viendo con cierta indiferencia el despliegue militar. En marzo, empezaron a aparecer vídeos de tanques y de otros armamentos que llegaban a la estación. Desde entonces, muchos están convencidos de que el movimiento de armamento pesado es solo una postura defensiva, o una estratagema en una negociación de alto riesgo con Occidente.

“Nos hemos acostumbrado a esto”, dice Marina, jubilada, mientras espera su autobús en una parada de la calle principal. No quiere decir su apellido. “Llegan soldados y a los pocos días vuelven a desaparecer; a veces se ven algunos hombres de uniforme, pero en general no nos metemos, no hacemos preguntas. Los tiempos son así”.

Sin duda la seguridad se ha reforzado desde la primavera, cuando en la región de Voronezh un equipo de la cadena de televisión Sky News consiguió acceder a una nueva base para las tropas que llegaban. Ahora, los lugareños hablan de bloqueos en las carreteras que conducen a los grandes campamentos militares del área. Los investigadores del CIT dicen que los ferrocarriles rusos han dificultado el seguimiento de los datos sobre trenes, lo que ha hecho más relevante la información obtenida en redes sociales de vídeos, como los subidos a la plataforma TikTok.

Según varios habitantes de Maslovka, ha habido advertencias informales para que la gente no hable sobre el despliegue militar o sobre los movimientos de vehículos del ejército con los medios de comunicación ni con personas de fuera. En una tienda de comida del lugar, la tendera se encoge de hombros cuando le preguntan por unos tanques que unos días antes habrían estado aparcados a 50 metros de su puerta. “No sé nada de eso”, dice antes de irse al fondo de la tienda.

Lazos familiares

En la vecina región de Kursk, que hace poco no tenía demasiada actividad militar, ahora hay “una afluencia masiva de vehículos y de personal”, escribe Konrad Muzyka al examinar las fotografías de la región sacadas por un satélite a principios de febrero. En vídeos vistos este lunes en las redes sociales había más transportes de tanques por ferrocarril al sur de Kursk, hacia la frontera.

Según los analistas, un ataque desde esta zona podría servir para amenazar a la ciudad ucraniana de Kharkiv, al otro lado de la frontera, o para continuar y cortar la línea de las tropas ucranianas en el este, o para marchar hacia Kiev, la capital del país.

En la historia, el nombre de Kursk está asociado a una de las mayores y más sangrientas batallas de tanques de la Segunda Guerra Mundial. Para algunos lugareños, imaginar que volverían a estar en la primera línea de un conflicto es algo impensable. “Todo el mundo está interconectado, especialmente por nuestros lazos familiares, con el otro lado de la frontera”, dice Larisa Kholtobina, directora de un museo de Kursk dedicado a preservar la memoria de los niños que lucharon en la Segunda Guerra Mundial. “Ha habido este período difícil... Pero esperamos que las cosas se calmen”. 

“Solo hay unos cientos de kilómetros desde aquí”, dice un asistente de Larisa sobre la frontera. “Intentamos no pensar en ello, pero sabemos que una guerra nos tocaría también aquí”.

Traducción de Francisco de Zárate

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