La bodega del siglo XXI, entre la tradición y las nuevas tecnologías
Pensar en bodegas y viticultura es, normalmente, pensar en tradición, en agricultura, en procesos y costumbres traspasados de padres a hijos a lo largo de los siglos, en utensilios de campo, en materiales nobles, en aromas y sabores de siempre. Pero, en la actualidad, el mundo del vino y las bodegas es mucho más. Los nuevos tiempos obligan a dar un paso más y llevar el negocio de las viñas a los últimos avances tecnológicos.
Lejos de quedarse atrás, el sector vitivinícola ha sido de los primeros en entender esta necesidad y llevar la tecnología al servicio de sus necesidades. Actualmente a nadie sorprende ya la instalación de sensores de lluvia en las viñas para detectar las necesidades de agua, la clonación genética de especies para obtener la uva deseada, la informatización de todos los sistemas de la bodega o incluso la incorporación de microchips en las etiquetas para detectar falsificaciones.
Incluso los robots han llegado a las viñas. Aunque la fiabilidad del ojo humano es difícil de sustituir, ya existen robots que recorren las viñas y proporcionan información muy precisa sobre el estado de la misma o incluso sobre los racimos, inteligencia artificial al servicio del sector más antiguo: la agricultura. Puede que su uso, ya patentado, no tarde en hacerse efectivo.
Pero ni siquiera hace falta mirar al futuro porque en el presente, la informática y la tecnología lo son todo en el mundo de las bodegas. Desde los complejos programas de trazabilidad a un propio dominio de internet ‘.wine’ que ofrecen aquí que, con los diseños más atractivos y la tecnología más novedosa, permite ofrecer al público adecuado y en todo momento información actualizada tanto de sus vinos como de su oferta enoturística o la actualidad del sector.
Tanto los grandes grupos empresariales como las pequeñas bodegas familiares más arraigadas a la tradición han sabido entender que el futuro pasa por sus viñas, por sus manos y sus paladares, pero también por su innovación, sus avances, sus imagen 2.0 y su constante actualización.
La Denominación de Origen Calificada Rioja es buen ejemplo de ello. Desde su Consejo Regulador hasta la bodega más pequeña del último pueblo de la región han abierto su mirada al mercado exterior a través de internet, poniendo en valor la calidad a través de la red, mostrando al mundo el nombre de una de las regiones más pequeñas de España.
Pero no sólo en esa línea comercial, también en la innovación tecnológica sobre el terreno ha sido pionera la DOC Rioja. Los drones, por ejemplo, se han convertido en un utensilio más para facilitar el trabajo, potenciar la calidad y reducir costes en un momento de gran competencia. Hace apenas un año se presentaba la primera aplicación para entorno móvil a través de vuelos con drones, imágenes multiespectrales de satélite o estaciones agroclimáticas con información en tiempo real sobre las plantas el suelo o el clima. Lo que hace nada parecía ciencia ficción, es hoy una realidad.
Ahora, en definitiva, detrás de un buen vino ya no sólo hay un agricultor, un operario y un enólogo. El equipo de la bodega se ha ampliado y ya no sólo incluye personas sino también un nuevo espectro, la tecnología.
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