El acta
Se queda, que diría Gerard Piqué. Se la queda. La concejala ha confirmado que no entrega el acta. Creo que a nadie ha sorprendido demasiado la decisión. Se daba por hecho. Quizá existía una leve esperanza de buena parte de la ciudadanía de asistir a un momento de grandeza política. Leve esperanza. Empieza a ser tendencia en la Corporación logroñesa que a mitad de Legislatura algunos concejales abandonen el partido con el que se presentaron a las elecciones municipales. Se van, pero se quedan. Al parecer, aman el acta de concejal por encima de todas las cosas. Un poco a lo Gollum. Nos hemos acostumbrado a escuchar alrededor del desenamoramiento político que nunca es el típico: “No eres tú, soy yo”, sino un contundente: “Eres tú”. Lo apuntó sin complejos la concejala: “Yo no he abandonado al partido, ha sido el partido el que me ha abandonado a mí”. La decepción rebosaba en sus palabras.
Darse de baja de un partido político cuando entiendes que ya no te representa y que no compartes ni ideológica, ni estrategia, es loable. Aplaudible. No entro en lo acertado o no de los argumentos que han justificado el abandono del partido. Como decía aquel deleznable personaje interpretado por Clint Eastwood opiniones todos tenemos una. Lo cierto es que ser consecuente se echa de menos en demasiadas ocasiones. Son exagerados los casos de diputados y senadores que parecen levantar la mano para votar como si de autómatas se tratara. En un universo político más profesional que de vocación de servicio las voces críticas pueden resultar realmente positivas. Pero quedarse a medias trunca la credibilidad. No entregar el acta de concejala está feo y pone en entredicho lo ensalzable de la decisión inicial. Repito, sea acertado o no su análisis de situación.
El acta de concejala es personal, sí. Es cierto. Pero también lo es que nunca la hubiera obtenido si el partido no hubiera confiado en ella para formar parte de sus listas electorales. Sin el partido nunca hubiera regresado a la Corporación y es más, sin la entrega del acta del anterior alcalde y otra concejala ni siquiera lo hubiera hecho en la presente Legislatura. Para entonces alguno de sus argumentos -no todos- ya se habían fraguado o se intuían.
Al igual que Pedro, la concejala se ha tomado sus tiempos de reflexión. Al parecer, previo el primero a abandonar el partido y reciente el segundo para adoptar la decisión de no entregar el acta. El milndfulness político también está de moda.
No debe ser fácil dejar atrás algo que te gusta y en lo que crees, pero en la vida es importante ser elegante. Hay que saber irse. Quedarse con el acta de concejala está feo, aunque en Logroño comience a ser tendencia. Una tendencia que recrimina el Pacto Antitransfuguismo. ¿Lo han leído? Precisamente, el portavoz municipal del partido ha acusado a la concejala de tránsfuga. Mientras exigía la entrega inmediata del acta, a su espalda alguno que años atrás coqueteó con otros ediles tránsfugas cuando la aprobación del presupuesto municipal no estaba clara mostraba impertérrito el ademán.
Ahora, como en toda ruptura, los amigos de cada cual contarán su versión y, muy probablemente, no coincidirá. Es lo que suele pasar. Desamor a quemarropa. Quizá llevaba razón la Durcal cuando cantaba aquello de: “No me vuelvo a enamorar. ¿Para qué?”.
0