Referente, ¿de qué?
“Sudáfrica ha perdido un padre”. Así anunciaba el pasado jueves el presidente Jacob Zuma la muerte de Nelson Mandela. No sólo el sur del continente pobre se quedaba huérfano. Un vacío se instaló desde ese momento en el sentir del mundo entero, desde el más humilde trabajador hasta el mandatario más poderoso; todos nos dejamos invadir por ese ‘espíritu Madiba’.
El mundo ha perdido un referente. Una frase repetida hasta la saciedad en las horas posteriores a su muerte. ¿Referente? Referente significa ejemplo a seguir. Referente es para una mujer su madre, y de la misma forma intenta cuidar años después a sus propios hijos. Referente es para un niño su hermano mayor, y así intenta imitar sus acciones. Referente es Ferrán Adriá para un cocinero o William Shakespeare para un dramaturgo, y así intentan trabajar cada día para dar un paso más entre sus fogones o sus hojas en blanco.
Referente no podemos llamar a alguien que tomó la lucha por las libertades por bandera cuando la realidad es que en este momento, la libertad de los demás nos importa más bien poco. Principalmente porque ni siquiera hemos sabido defender la nuestra propia. Vivimos tiempos difíciles, no sólo desde el punto de vista económico. Tiempos en los que ni siquiera los derechos más fundamentales están garantizados. La vivienda digna para muchos es un sueño inalcanzable, el derecho a la vida (o a elegir sobre ella) cada vez está más limitado, incluso la libertad de expresión parece hoy en día una utopía.
Resulta curioso, preocupante y digno de reflexión, que cuando abres las páginas de un medio de comunicación a un grupo de colaboradores, la primera pregunta sea ‘¿puedo escribir de lo que quiera? ¿con total libertad?’. La pregunta en sí tiene su aquel, pero la cara de sorpresa y satisfacción que se les queda cuando escuchan un sí, es el mejor indicativo del tiempo que vivimos.
Si algo de ese ‘espíritu Madiba’ estuviese en nuestro ADN, la lucha tenía que haber empezado muchos años atrás, cuando vivíamos acomodados en este sistema, y la sombra de todo esto que padecemos, sólo podían sentirla unos pocos ‘desgraciados’ mientras los demás disfrutábamos plácidamente al calor del sol.
Esa lucha la hemos dejado durante años en manos de los que llamamos ‘responsables,’ con la tranquilidad de que, cambiar las cosas, si es que algo había que cambiar, era asunto suyo. A estas alturas ya todos hemos abierto los ojos. O más bien, nos los han abierto a la fuerza, dejándonos ahora en un desvelo que difícilmente nos permite cerrarlos.
Tal vez es momento de recordar que fue un simple gesto el que acabó con la segregación racial en EEUU cuando Rosa Parks se negó, por primera vez en la historia, a ceder su asiento en el autobús a una mujer blanca en 1955. O que fue un joven anónimo sin más protección que su valor y una camisa blanca, el que consiguió detener una larga columna de tanques en la plaza de Tiananmen en el 89.
Podemos empezar a buscar ese ‘espíritu Madiba’ en los pequeños gestos de cada uno, que pueden en ocasiones, traer enormes consecuencias. En ese momento, llamarle ‘referente’ tendría por fin sentido. No nos toca ahora parar tanques ni tirar piedras a los soldados israelíes armados hasta los dientes. Ahora es tiempo de otro tipo de lucha. La nuestra arranca en esta trinchera.
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