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Arquitectos y urbanistas critican la reforma de las Torres Colón: “Han entendido muy mal las claves del edificio”

Las torres de Colón.

Constanza Lambertucci

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Las Torres Colón, dos estructuras gemelas que se erigen en el centro de Madrid, se alzan sólidas sobre el Paseo de la Castellana pese a las polémicas que las sacuden desde hace más de cuatro décadas. El complejo diseñado por el arquitecto Antonio Lamela en los años 70 sorprendió por su novedosa forma de construcción para la época --de arriba hacia abajo, empezando por el tejado-- y aún hoy da que hablar: arquitectos y urbanistas califican de “disparate” el proyecto presentado en diciembre para rehabilitarlas y apuntan a que la obra “únicamente” responde a intereses comerciales de la propietaria, Mutua Madrileña.

Carlos Lamela, hijo de Antonio Lamela -fallecido en 2017- y director del estudio que hasta ahora había hecho todas las actuaciones en el edificio, fue el primero en poner el grito en el cielo cuando en diciembre se presentaron las imágenes del proyecto ideado por Luis Vidal. La propuesta del arquitecto que también diseñó la Terminal 2 del aeropuerto de Heathrow, en Londres, reemplaza la piel ámbar de la pareja de torres, une los dos edificios y hace crecer la construcción cuatro plantas, aunque mantiene la altura y la edificabilidad original, según defienden los promotores.

Además, elimina la icónica estructura que corona las torres -conocido popularmente como “el enchufe”- colocada sobre las plataformas de la que descendió la construcción del edificio.

Para Lamela, que preside la Asociación para la Protección de las Torres Colón y afirma que ha presentado un recurso contencioso administrativo contra el Ayuntamiento, este nuevo diseño es una “insensatez” que “pervertiría y desfiguraría completamente el proyecto original”. Los impulsores del proyecto, sin embargo, defendieron el día de la presentación que el proyecto, aprobado durante el Gobierno de Manuela Carmena (Ahora Madrid), respeta “íntegramente” la estructura interna de los rascacielos y recupera “la lectura de ese edificio suspendido”.

Profesionales consultados por eldiario.es opinan, en cambio, que tras la rehabilitación el edificio perderá su principal “valor”: la innovadora tecnología con la que fue construido, que hizo del complejo un icono en los años 70. Estructuralmente, el edificio está compuesto por dos núcleos de hormigón rematados por sendas plataformas de las que “cuelga” el rascacielos. Para Amparo Berlinches, arquitecta y presidenta Madrid Ciudadanía y Patrimonio, añadir plantas por encima de lo ya construido diluye la sensación de que el edificio está suspendido.

“En un proyecto de rehabilitación tiene que primar el edificio, y eso choca con la incuestionable vanidad de mi profesión. Muchos arquitectos se acercan a un edificio para dejar su huella”, lamenta la presidenta Madrid Ciudadanía y Patrimonio. Berlinches matiza que el “disparate”, como define al nuevo diseño, no difiere del “que hizo Carlos Lamela”.

Se refiere a una propuesta del Estudio Lamela de 2016, que pretendía sumar siete plantas al rascacielos original sin aumentar la altura de la obra. En aquel año el edificio aún no estaba en fase de protección, como está ahora. Berlinches continúa en su crítica: “Cualquier cosa que se haya hecho, empezando por el proyecto de Lamela de cubrirlo con esa estructura verde [en los años 90], ya es desvirtuar completamente las torres”.

Joaquín López Vaamonte, arquitecto y profesor de la Escuela Superior Técnica de Arquitectura de Madrid, considera que, aún con el remate de los años 90, la estructura art decó que se popularizó como enchufe, “la esencia de las dos torres no estaba del todo pervertida”. Pero la solución que propone Vidal ahora le parece “triste” y “sin reflexión”.

Para López Vaamonde, la actual propuesta es una “bofetada al perfil de la ciudad”: “Las torres, por su ubicación, por su significación en la memoria de la ciudad, por lo que supusieron en su día de revolución constructiva y estructural, son un icono y lo que se haga en ellas tiene un impacto significativo en Madrid”.

El arquitecto Ekain Jiménez Valencia coincide en que los actuales promotores de la reforma “han entendido muy mal las claves del edificio existente”. Critica, sobre todo, que se incorpore “un volumen sin vinculación” con el resto de la construcción. “Se desvirtúa totalmente la lectura de que son dos torres independientes”, asegura. “Aquello que vemos en un edificio tiene que tener siempre una explicación constructiva, si no, estamos mintiendo. No somos tan artistas como la gente piensa. Cuando no encontramos esas razones, lo que sale es algo arbitrario, que es lo que pasa con la propuesta presentada”, incide.

Jiménez Valencia responsabiliza al Ayuntamiento de haber “pecado de ligereza” al autorizar el proyecto. “No podemos esperar que el propietario sea cuidadoso con el valor patrimonial, tiene que ser la administración. Si la propiedad puede aumentar la edificabilidad, lo hará a toda costa para sacar el máximo rendimiento económico. No se puede pedir a la propiedad que no haga aquello que puede legalmente”, reflexiona. Las obras autorizadas por el momento “no afectan en ningún caso a la futura protección del edificio”, que recaerá sobre “la estructura interna, los tirantes y la cabeza del edificio”, según afirman fuentes del área de Desarrollo Urbano del Ayuntamiento.

Un debate con “poco de arquitectura y más de negocio”

Otros profesionales, que han preferido no entrar en el debate, coinciden en que la disputa “tiene poco de arquitectura y más de negocio” porque la propuesta de Vidal para el edificio propiedad de Mutua Madrileña añade plantas para oficinas, un sector inmobiliario en auge en Madrid.

“La ciudad empieza a estar colapsada y me parece innecesario incrementar las actividades en estos puntos si ya hay demasiada densidad de actividades”, apunta Agustín Hernández Aja, urbanista y catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid. El investigador señala, en cambio, que en Madrid “hay otros sitios con edificabilidad remanente”.

Para Hernández Aja, el problema es que “se deja crecer [la ciudad] descompensadamente”: “No tiene sentido que todo se concentre en el centro, que está cada vez más colapsado y es menos residencial. Si me dijesen que las torres de Colón van a ser viviendas sociales pues igual me parecía bien”. Pero el catedrático lamenta que las obras no vayan a “resolver ningún problema”. “Va a generar valor para Mutua Madrileña y punto. Y va a generar más presión sobre la zona: estos señores consumirán aquí más tercerización, más bares, más Uber…”.

“Es muy frecuente en los últimos tiempos que edificios de oficinas sean transformados y rehabilitados completamente para mejorar su funcionalidad e imagen, pero sobre todo su eficiencia energética”, explica el exdecano del Colegio de Arquitectos de Madrid y Premio Nacional de Urbanismo José María Ezquiaga. “Una ciudad que se queda estática muere; las ciudades dinámicas se reinventan”, afirma.

“Pero necesitamos que haya una madurez cultural en la opinión pública para exigir que una remodelación sea una mejora y no empeoramiento estético”, dice el arquitecto. Ezquiaga señala que ciudades como Londres, Nueva York o Tokio se actualizan “constantemente” y que aún así se mantienen “fieles a su tradición”: “No hay edificio histórico en Nueva York que no haya tenido varias actualizaciones a lo largo del tiempo, pero cuando se hacen bien no se pierde la identidad del edificio”. En el caso de las torres de Colón, asegura, es la “audaz apuesta” por invertir la lógica estructural de la época y colgarlas “desde las cabezas” hace casi de medio siglo.

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