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La espera angustiada al confinamiento en Parla, la ciudad de España más sacudida por la COVID-19

Estación de Cercanías de Parla, el municipio de España con la incidencia más alta de coronavirus. / S.P

Sofía Pérez Mendoza

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992 contagiados por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días. Parla, a 20 kilómetros de la Puerta del Sol, es el municipio de Madrid más sacudido por el coronavirus en esta segunda ola. Y también de España. Los 130.000 vecinos y vecinas esperan el anuncio de un confinamiento en las próximas horas entre la alarma y la incredulidad. “No me lo creo del todo”, dice Lucía, cuidadora de dos personas mayores y con dos hijos. “Ayer nos lo tomamos un poco a broma, pero no sé. Ya no sé nada”, añade Patricia, una treintañera que trabaja al otro lado del mostrador del supermercado. Aún no saben si tendrán que quedarse en casa, en qué zonas y bajo qué condiciones pero, aseguran, necesitan salir a trabajar. La Comunidad de Madrid aclarará este viernes hasta dónde llega el endurecimiento de las medidas tras dos días de mensajes contradictorios que han sumido a la población en el desconcierto.

La preocupación se ha extendido en las últimas horas por el municipio, especialmente en los centros de salud. A los ambulatorios ya han acudido personas despistadas que piden justificantes para poder salir a trabajar en caso de confinamiento. Lo cuenta sorprendido Raúl Sánchez, médico del Centro de Salud de San Blas como muestra de la confusión que atraviesa a la población, la más pobre de toda la comunidad. La renta por hogar apenas llega a los 9.000 euros al año, por debajo de sus vecina Fuenlabrada (10.062), Getafe (12.250) o Pinto (11.957).

“No vale decir que cerramos y ya”, responde el alcalde del municipio, Ramón Jurado (PSOE). Coge el teléfono indignado porque la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, acaba de cancelar la reunión prevista para este viernes con regidores municipales. “No cuestionamos las medidas sanitarias que se tomen pero que nos explique, por favor. Esta desinformación está generando alarma social, la gente está muy preocupada. Es una irresponsabilidad”, afirma el regidor socialista, que se pregunta en qué va a consistir, si se produce finalmente, el confinamiento.



En la panadería de Paulina y Cristian, los clientes no preguntan otra cosa. “La gente aquí está muy preocupada porque si no salen a trabajar, no comen. Casi nadie puede quedarse en casa”, explica Paulina, que tuvo que cerrar el negocio cuando Cristian enfermó porque él hace el pan. Contrajo el virus, cuenta, al inicio de la pandemia, cuando aún no se hacían PCR a los enfermos leves. Terminó en el hospital con coágulos en los pulmones. El centro de salud más crítico de la ciudad, San Blas, está haciendo estos días 120 pruebas diagnósticas por jornada. Los sanitarios salen y entran con una organización militar adquirida a base de semanas y semanas con las colas desbordando el recinto. Eso, pese a los esfuerzos de las médicas y los enfermeros, “no ha cambiado”.

Una semana de retraso en los resultados

Los que se toman hoy la muestra no tendrán el resultado hasta dentro de una semana. O quizás más. “Es el retraso inaceptable que llevamos. Comunicas, escribes, gritas, chillas pero nadie te hace ni puto caso”, lamenta Sánchez. La tasa de positividad de las pruebas llega al 30%, según el médico. El equipo está aturdido por el volumen de burocracia y llamadas que asumen cada jornada. Los números marean: 400 atenciones telefónicas, 127 consultas COVID, 235 personas en el triaje de la puerta, 95 PCR solo en el turno de mañana. Las cifras se exhiben en un gran cartel pintado a mano por los sanitarios que termina diciendo: “Estamos haciendo todo lo posible por atenderlos”. El municipio cuenta con cuatro centros de salud que atienden, de media, a 33.000 personas. Las recomendaciones del decreto de estructura básica de salud fijan el tope en 25.000, confirma el Ayuntamiento. De momento, nueve clases de los 22 colegios y ocho institutos que hay en la localidad han tenido que mandar a los niños a casa por uno o varios contagios.

A la precariedad que revelan las cifras, los expertos suman una intersección de factores “que multiplican los efectos” para tratar de explicar por qué en Parla se ha concentrado la mayor incidencia de España. Primero, las que ya sabíamos, porque se reproducen en los barrios del sur de la región y de la capital: rentas bajas, pisos pequeños y escasas posibilidades de teletrabajar. En Parla se añaden otras, como la necesidad de desplazamientos largos para trabajar (está a 20 kilómetros de Madrid) o una población siete años más joven que en el resto de la Comunidad. Los habitantes tienen 35 años de media, según datos aportados por el Ayuntamiento.

El municipio del área metropolitana sufre también carencias de infraestructuras. Solo está conectado al centro de Madrid por una estación de Cercanías por la que pasan al día unas 50.000 personas, según datos ofrecidos por el Ayuntamiento. Este nodo concentra, además, a los habitantes de la zona norte de Toledo, formada por pequeños municipios mal conectados que se desplazan en coche hasta la parada de Parla. De manera que en el municipio terminan confluyendo habitantes de muchos sitios para ir a trabajar.

En las calles de Parla transitan en una mañana de septiembre la variedad de personas que se espera de cualquier ciudad del área metropolitana madrileña. La mayoría lleva mascarilla, salvo casos excepcionales que la portan bajada. Es extraño ver a algún vecino sin ella. Varias personas cuentan que existió una cierta “relajación” por parte de los habitantes. Pocos se reconocen a sí mismos como irresponsables y señalan a los demás.

En un pequeño parque que separa dos bloques de pisos se concentran a la hora de comer de un día laborable pequeños grupos de personas. Tres adultos beben cerveza en un banco. A unos metros, dos niñas juegan en unos columpios para que los mayores hagan ejercicio en la calle. Apenas se ven personas ancianas por la acera, excepto en las inmediaciones del tranvía, donde esperan sentadas en un banco. La policía pasa regularmente por algunas vías. El Ayuntamiento asegura que ha reforzado la presencia de agentes para evitar botellones y reuniones numerosas. Los parques se cierran a las 21.30 desde finales de agosto.



“A veces pienso que los habitantes estamos en el punto de mira”

“A veces pienso que los habitantes estamos en el punto de mira”, señala Lucía, sentada en un vagón de Cercanías de camino a la casa donde cuida a dos personas mayores. “Nuestra mayor preocupación es no poder ir a trabajar”, resume. Patricia, una joven parleña que trabaja como cajera en un súper, se queja de la imagen que en estos días se está generando del cinturón sur de Madrid. “No sé qué piensa la gente, ¿que estamos tirados en la calle? Somos personas humildes”. Guadalupe, peruana con dos años de residencia en Madrid, se revuelve contra las palabras de la presidenta madrileña, que asumió en el Debate del Estado de la región, que la elevada incidencia de la COVID-19 en el sur tenía que ver con “el modo de vida” de los inmigrantes. “Le respondería que todos esos inmigrantes de los que habla cuidamos a sus mayores y limpiamos sus casas. No lo puedo entender”, dice mientras espera a que su esposo salga del centro de salud. Ha tenido fiebre muy alta esta noche. Ninguno de los dos tiene papeles: a él lo despidieron de la obra porque se fracturó una pierna, relata Guadalupe. Ella busca trabajos como cuidadora en Mil Anuncios. “Ahora que estamos los dos sin trabajar vivimos de los ahorritos, hasta que podamos”, prosigue, “con ayuda algunas semanas de Cruz Roja”.

La eficacia de los confinamientos parciales

La pregunta que todos los vecinos se hacen es si tiene sentido un confinamiento parcial en Parla. Los epidemiólogos manifiestan sus dudas. “Los confinamientos perimetrales tienen sentido si se cumplen una serie de condiciones que en algunos barrios son difíciles de cumplir. Primero, que se puedan hacer de verdad y controlar. Eso exige una intervención sociosanitaria simultánea, casi puerta a puerta, para garantizar recursos a la población e informar de los riesgos”, explica María Urtasun, portavoz de la Asociación Madrileña de Salud Pública. La investigadora considera que estas medidas van a aplicarse porque no se han tomado otras antes “con la intensidad debida”. Cita el refuerzo de la Atención Primaria –que lleva semanas colapsada– y la contratación de más rastreadores –“son como unicornios”, dice el médico de San Blas–. Actuar a golpe de indicadores hospitalarios, asegura la experta, es actuar tarde. “Antes ha habido otras señales. Si encuentras ya impacto en los hospitales, no llegas a tiempo”, asegura. La asociación de la que forma parte propuso, ante el aumento de casos, volver a escenarios de la fase 0 y 1 de la “desescalada que ya resultan familiares a las personas”.

Parla y toda la región espera este viernes pegada al televisor, a la radio o al móvil las nuevas medidas del Gobierno de la Comunidad de Madrid para atajar la escalada de contagios, que ya empieza a repercutir con gravedad en los hospitales y las UCI. La incertidumbre de estos días, asegura Artasun, pasará factura. “En situaciones de emergencia y de grave problemática, lo último que necesita la población es que se añadan incertidumbres. Hay que procurar no hacerlo en una situación de muchas dudas por el sufrimiento y la angustia que genera”. Así está el municipio más sacudido el coronavirus. Desconcertado.

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