Brigada vecinal nocturna contra el bullicio de las terrazas: “No podemos dormir y el Ayuntamiento no hace nada”
Hartos de no poder descansar, de dormir con tapones y con las ventanas cerradas, los vecinos del barrio de la La Latina (Madrid) han decidido llamar la atención a los centenares de madrileños y turistas que acuden cada fin de semana a sus terrazas y discotecas. Una veintena de residentes han puesto en marcha unas brigadas vecinales para denunciar la “inacción” del Gobierno municipal ante el “incumplimiento reiterado” de las normativas de terrazas, horarios y ruidos.
Vestidos de blanco, con unas camisetas serigrafiadas con el lema “La Latina x la convivencia” y escoltando una pancarta en la que denunciaban que su barrio se ha convertido en una “zona contaminada por ruidos”, recorrieron el viernes pasado por la noche las calles más transitadas de esta concurrida zona de ocio de la capital para exponer a los consumidores la otra cara de la moneda de unas calles atestadas de terrazas, bares con música durante la mañana y la noche, coches con el último hit electrolatino sonando con las ventanas bajadas y celebraciones de despedidas de soltero.
“Este es el inicio de otras movilizaciones”, apunta Josefa Gallardo, abogada que lleva 15 años viviendo en este distrito. Asegura que la situación se comenzó a desbordar cuando el Gobierno municipal de Alberto Ruiz Gallardón decidió “liberalizar las terrazas”. “Antes se podía vivir, había comercio al por mayor y muy variado. La decisión de Gallardón provocó que cualquier local que tuviese un trocito de suelo delante pudiese abrir una terraza”, incide.
“De 18 a 52 bares”
Según advierten desde la asociación vecinal Las Cavas - La Latina, esta normativa dinamizó la apertura de nuevos negocios centrados en la hostelería. “Cuando yo llegué, en la Cava Baja había 18 espacios de hostelería y ahora creo que son 52”, incide Roberto, que lleva dos décadas residendo en esta zona. “Aquí no se duerme, no está permitido”, añade. Los vecinos han decidido plantarse y visibilizar este problema antes de tomar la decisión de abandonar sus hogares como aseguran que ya le ha sucedido a otros residentes del centro de la capital, en barrios como Malasaña o Chueca.
Por eso, han optado por una reivindicación silenciosa frente a locales y terrazas, el pasado viernes aprovecharon algún momento para explicar a grupos que alzaban la voz que ese tipo de actitud cada fin de semana a ellos les impide conciliar el sueño. “En mi casa de jueves a domingo lo tengo todo cerrado. No podemos dormir y el Ayuntamiento no hace nada. Los vecinos han tenido que insonorizar las ventanas, eso cuesta entre 4.000 y 9.000 euros. Algunos se han terminado yendo, la semana pasada despedí a uno que trabajaba en casa y no podía más”, apunta Saturnino, también vecino de la zona.
Zona de protección acústica especial
Ante las peticiones de este grupo de residentes, la reacción de los consumidores eran dispares. Mientras unos respondían de forma agresiva, jaleándose entre ellos e insultando a los vecinos, otros aceptaban la llamada de atención y bajaban la voz. Los que no fueron advertidos, se mostraban sorprendidos por la protesta, en varias mesas detuvieron el tema de conversación a la espera de que los vecinos comenzansen a gritar sus reivindicaciones. No fue así, la protesta era silenciosa para reivindicar también que este área está reconocida como Zona de Protección Acústica Especial (ZPAE).
“No queremos que se vayan, no queremos que los negocios desaparezcan, queremos una convivencia como la que hemos tenido durante mucho tiempo aquí, hasta que se ha desbordado la sobreexplotación del espacio publico”, indica Fernando, residente desde el año 93 en la Plaza de la Paja.
Muchos de estos vecinos están acostumbrados a reprender a los dueños de los bares si la noche anterior no cumplieron la normativa. Aunque aprovechando la protesta y que iban en grupo, el viernes pasado consiguieron que algún portero que mantenía las puertas abiertas mientras sonaba música en su local, cerrase una de ellas. “Esa puerta siempre está cerrada, es la primera vez que abrimos”, respondía este trabajador a eldiario.es. “Les entiendo”, empatizaba después, asegurando que él había residido en esa zona y se marchó por la subida del alquiler.
Pero ni los ciudadanos ni los hosteleros son los destinatarios de esta reivindicación, los residentes dirigen sus reclamanciones contra el Ayuntamiento de Madrid. Los vecinos aseguran que no hay ningún dispositivo de seguridad municipal que se encargue de vigilar que estos negocios están cumpliendo la normativa. Durante las dos horas en las que recorrieron las zonas de bares, llegaron a parar el tráfico en alguna ocasión y ningún operativo municipal apareció.
“Tuvimos una reunión con el área muncipal de medioambiente, la agencia de actividades, representantes de la policía y el concejal de centro. Nos prometieron que nos iban a crear un dispositivo de policía de jueves a domingo y no han aparecido, solo han venido unos chavalines que se pasan el día mirando el teléfono”, explica Josefa Gallardo.
Policía “sin formación” en normativa de ocio
Esta abogada carga sobre el cuerpo de seguridad gran parte de la responsabilidad del incumplimiento de la normativa. “La Policía viene aquí y no tienen formación para saber qué local puede tener música, cuándo necesitan un vestidor acústico, no saben nada de nada. Si no sabes nada de nada es bastante difícil que puedas abrir un acta de inspección y que ese acta de lugar a un procedimiento sancionador”, reseña.
Además, asevera que no han recibido respuesta a las 30 quejas presentadas ante un organismo municipal hace un año para que algunos locales fuesen inspeccionados. “Puedes poner todas las denuncias que quieras y aquí no pasa nada”, advierte esta letrada que inició su lucha personal por la vía contencioso-administrativa para cerrar dos bares “ilegales” que había debajo de su casa. Lo consiguió.
Aunque por ahora no ponen nombre al culpable, no creen que sea un caso de “turistificación”, ya que La Latina es una de las zonas de ocio más transitadas por los madrileños. Aunque sí que es fácil encontrarse un fin de semana a una guía con el brazo levantado indicando a un grupo de turistas el bar al que van a tomar la próxima ración de tapas.
Los vecinos veteranos, los que llevan varias décadas residiendo en esta zona, aseguran que hace dos años se agravó el incumplimiento de la normativa. “En el 2006 tuvimos este mismo probema y hubo una reacción por parte del Ayuntamiento, acotaron el número de mesas y establecieron el espacio en el que podían ir terrazas. Desde hace dos años la decadencia ha sido total. Han desaparecido todos los bares típicos, las tiendas típicas y las mercerías. Todo se ha convertido en franquicias de 20 botellines a dos euros”, indica Fernando.
Los que acaban de llegar, como Alberto y Egoitz, se han dado de plazo un año para ver si se adaptan al ruido provocado por una discoteca que hay debajo de su casa. “Somos jóvenes, nos gusta salir y en las discotecas serias cuando sales a fumar no se escucha el volar de una mosca porque si alzas la voz, no vuelves a entrar. No vuelves a entrar ni hoy ni mañana”, aclara Egoitz antes de exponer su caso.
Hace un año encontraron en La Latina un piso que les “enamoró”. El casero ya les advirtió del ruido nocturno. “Pero no pensamos que fuese a ser tan grave”, apunta Alberto. Segúne exponen, al encontrarse muy cerca del viaducto de la calle Segovia, el sonido se amplifica cada vez que alguien entra o sale de la discoteca.“El responsable de seguridad no respeta el espacio sonoro que tiene que haber entre puerta y puerta, abre directamente las dos y todo el sonido sale a la calle”, advierte.
Los vecinos aseguran que no se dan por vencidos y que seguirán protestando hasta que el Consistorio intermedie para encontrar una solución que permita la convivencia entre vecinos, consumidores, turistas y hosteleros.