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“Cumplir 26 años en Madrid es una tortura”: la edad a la que los jóvenes ven dispararse el coste de la vida

Un grupo de jóvenes camina con el viento en contra.

Guillermo Hormigo

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Javier llegó a Madrid en 2017, procedente de su Murcia natal, para estudiar un máster. Por aquel entonces, con 22 años, podía disfrutar de todo el transporte público de la región por 20 euros mensuales. Además, se beneficiaba de numerosas reducciones especiales para todo tipo de eventos bajo la etiqueta joven. Así fue hasta el pasado 2021, cuando llegó esa temida fecha por tantas y tantos jóvenes de la capital: su 26º cumpleaños.

“Cumplir 26 años en Madrid es una tortura”, lamenta Javier. Y añade: “Pasas de poder disfrutar de un descuento en el transporte con el mismo precio para todas las zonas a tener que pagar más de 50 euros por tan solo una [con la rebaja actual son 27,30 aunque la Comunidad de Madrid ya ha anunciado que en enero volverán los precios habituales, en este caso 54,60]. Es un conflicto porque esa diferencia tan grande de dinero a mí me lleva a renunciar, si puedo me conformo con un sencillo de diez viajes por 12 euros”.

Aunque no sea un descuento tan importante, en Renfe los jóvenes de la Comunidad de Madrid con Carné Joven también disfrutan hasta los 25 años de un 5% de descuento en la mayoría de trenes, y hasta un 20% en Avant, Media Distancia Convencional y Regionales Feve. Así, los 26 son sinónimo de renuncias para muchos madrileños: al ocio, entretenimiento, viajes y otros gastos (no siempre) superfluos.

La brecha generacional en el precio del transporte

“Supongo que Madrid ya es de por sí una ciudad bastante hostil y que no está muy a favor de la vida de la gente, pero la cosa se complica un poco”. Son palabras de Marcos, natural de A Estrada (Pontevedra). Cumplió 26 en abril y su caso se parece mucho al de Javier. Aunque él llegó a la capital en septiembre de 2020, por lo que solo ha tenido año y medio para disfrutar de muchas ventajas para la población más joven.

El encarecimiento de la movilidad es sin duda uno de los aspectos que más le ha afectado: “La subida en el transporte público es bastante bochornosa, la verdad, sobre todo teniendo en cuenta lo que cuestan ya los alquileres y la edad media a la que ahora podemos siquiera plantearnos la independencia”. Pese a ello, se lo toma con humor: “Habrá que aprovechar el Black Friday para coger muchos autobuses”, decía la semana pasada en referencia a la decisión del Ayuntamiento de establecer como gratuito el servicio de la EMT los días 25, 26 y 27 de noviembre debido a este gran evento comercial.

Javier tampoco entiende por qué las administraciones asumen que con esa edad la mayoría de ciudadanos han adquirido ya autosuficiencia económica, especialmente en un contexto donde la precariedad, la falta de oportunidades laborales o la hostilidad del mercado inmobiliario la retrasan cada vez más: “Se da por hecho que ya tienes la suficiente estabilidad como para que no te suponga ningún esfuerzo gastarte más dinero en todo, y no, evidentemente ahí hay una cuestión de clase social”.

A partir del 1 de enero, el abono mensual será gratuito para los mayores de 65, con independencia de que se trate de un pensionista que cobra la prestación mínima o un gran propietario. Mientras, el resto de tarifas volverán a sus precios habituales previos a la rebaja que entró en vigor en septiembre.

Ajustar ayudas como la reducción al transporte a los ingresos, en lugar de a la edad, es una reivindicación habitual de muchos madrileños. El mayor inconveniente está en las dificultades técnicas o burocráticas que entrañaría su control, frente a la sencillez y automatismo de un sistema organizado por un dato esencial fácilmente controlable. Para Marcos, esas posibles incomodidades compensan frente a la desigualdad que fomenta la política actual de gobiernos como el de la Comunidad de Madrid: “Las descortesías que te comes a partir de los 26 años deberían partir de criterios más relacionados con la renta y demás”.

Silvia ve aquí “un agravio comparativo” que pone sobre la mesa la “poca empatía” de los dirigentes políticos con la gente joven: “Son muy poco conscientes de lo difícil que es apañarse en estos tiempos, conseguir un trabajo justamente pagado, prosperar de alguna manera, adquirir una casa o un coche, tener hijos y en general aspirar a una vida”. Pero la experiencia de esta joven es un poco distinta a la de Javier y Marcos.

La edad en la que dejas de ser joven para las empresas (salvo en el sueldo)

No solo porque todavía le queden unos meses para los 26 (con ella queremos conocer el punto de vista de alguien que roza la edad pero todavía no la ha alcanzado, para muchos jóvenes de Madrid un miedo siempre en el horizonte). También por unas circunstancias que la hacen sentirse privilegiada, aunque se trate únicamente de ser de Madrid (vive con sus padres) y tener un sueldo (no especialmente boyante). Desde su punto de vista las rebajas a jóvenes son “muy modestas y no lo suficientemente significativas”, con la excepción del abono transporte, por lo que no concibe su próximo cumpleaños como un drama.

Le preocupa más dejar de pertenecer a un grupo de edad cuya contratación por parte de las empresas repercute en beneficios y ayudas para ellas. En Madrid, las compañías que contratan a personas menores de 25 años que estén en situación de desempleo reciben por ejemplo bonificaciones en el pago de las cuotas a la Seguridad Social.

“Cuando alcanzas determinada edad quedas expuesta a la hostilidad del mundo laboral sin que se te brinden oportunidades, más allá de la continua insistencia en puestos de aprendizaje o prácticas que se alargan eternamente”, critica. Silvia ni se plantea cambiar de trabajo, aunque sus condiciones actuales no sean las mejores, porque sabe que gente con una experiencia similar “le sale más barata a otras empresas”.

Renunciar a la cultura

El ocio es otro terreno donde los 26 años funcionan como una frontera artificial. El Joven Bono Cultural, más conocido como JOBO, permite conseguir entradas gratuitas en varios espacios culturales de la ciudad y disfrutar de cine, teatro y otros espectáculos. Ni siquiera es necesario estar empadronado para disfrutar de él, pero cuando el usuario llega a la edad de marras no hay piedad. A esto se unen ofertas de numerosos centros de arte o teatros que ponen el mismo límite.

De este modo, a la vez que se encarece un servicio indispensable como el transporte, mermando la capacidad de dispendio en actividades lúdicas, estas también se vuelven más inaccesibles. Un doble golpe que limita drásticamente el acceso al arte y la cultura en un grupo de edad (los últimos veintes y los primeros treintas) cada vez más empobrecido. “También ayudaría que la ciudad estuviese un poco más preparada para ofrecer alternativas de ocio no vinculadas al consumo”, apunta Marcos.

“Los que somos de clase baja tenemos que mirar el dinero siempre y ahorrar todo lo que se pueda, así que no podemos gastar todo lo que quisiéramos en lo que nos gusta del ocio. Debes escoger muy bien a dónde puedes ir a tomar algo, o a comer, y a dónde ni se te puede ocurrir. Tienes que elegir y renunciar”, admite Javier. Para este periodista de formación “cumplir años es un rollo si eres pobre y tienes un entusiasmo por estar al tanto de todo lo nuevo que sale en el ambiente cultural”.

Javier no entiende por qué las ayudas no se amplían al menos hasta los 30, dados los cambios en los modelos de vida asociados a las dificultades económicas, laborales y habitacionales: “La situación de nuestra generación no creo que mejore a partir de los 26”. Quizá entonces pasarían a quejarse las personas que alcanzan la treintena, pero al menos la edad en la que asume emancipación estaría algo más cerca de ajustarse a la realidad, opina. El Carné Joven, bajo el cual se rigen los descuentos de muchas otras instituciones, sí es válido hasta cumplir 31 años.

En cualquier caso, esto solo mitigaría un problema que “es cuestión de clase”, reitera Javier. Hasta que las administraciones se replanteen esta cuestión, o hasta que pagar unos euros más por el transporte y el ocio deje de ser un drama para tantos jóvenes, toca resignarse: “Vamos tirando”, concluye Marcos.

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