Opinión: Tapar lo que no quieren que se vea no soluciona nada
Cuando recientemente entrevistamos al concejal del distrito Centro éste nos indicó que con la próxima apertura de una comisaría de policía en la plaza de la Luna y la instalación de un quiosco-cafetería permanente en ese mismo lugar se dará por concluida la recuperación de esa zona para la ciudadanía.
Tras sus palabras se ocultaba cierto orgullo. Desde que Soledad Torres Acosta tocara fondo allá por 2007 con las denuncias vecinales en vídeo de lo que era el día a día en el área y el asesinato en plena calle de una mujer, las críticas recibidas por el Ayuntamiento provocaron la rápida (y polémica) remodelación de la plaza y la llegada de un flujo de dinero para la recuperación y rehabilitación de las calles aledañas a la misma.
Con la comisaría y el quiosco anunciados el trabajo se daría por concluido: Luna quedará limpia de drogadictos, mendigos y prostitutas, lo cual es una prioridad municipal.
Al terminar de oír sus palabras le hicimos notar que con esa 'limpieza' de la que nos hablaba los problemas no desaparecerían sino que simplemente cambiarían de lugar. José Enrique Núñez nos dijo entonces: “Sí, esas cosas suelen pasar. ¿Pero qué le vamos a hacer, ni la mendicidad ni la prostitución son un delito en este país?”.
Ojos que no ven, corazón que no siente. La plaza Luna es la patena que debe permanecer impoluta y las arterias que nacen de ella y que se adentran en el barrio son los felpudos donde esconder lo que no quieren que se vea. “Madrid no puede permitir que un lugar tan próximo a la Gran Vía, y más a las puertas de su centenerio, dé la imagen que hasta hace bien poco arrojaba Luna”. Ahí lo tienen, el político de turno hablándonos de 'imagen', mientras nosotros le hablábamos de realidades para las que no tienen ni respuesta ni propuesta alguna.
Este pasado domingo nos hemos desayunado con un artículo en el diario El País titulado 'La cloaca del Broadway español''La cloaca del Broadway español'. Su protagonista era 'Rasta', un camello que pasa pasta base de cocaína, y toda una cohorte de compinches, yonquis y prostitutas que reinan durante la noche en las calles Desengaño, Valverde, Puebla, Barco y Ballesta, lugares pegaditos a Luna. Hablaba del espectáculo de peleas, botellas rotas, hostales ilegales, gritos e insomnio vecinal, con un decorado repleto de basura, que se da en la zona.
A los vecinos del barrio, el reportaje no nos ha venido a descubrir nada nuevo -al Ayuntamiento, tampoco-. A 'Rasta' y a otros como él los hemos visto muchas veces en Cruz Verde, en Antonio GriloCruz Verde, en Minas, merodeando por San Ildefonso o en el Dos de Mayo. Sin embargo, al resto de madrileños quizá sí les haya mostrado lo que sigue habiendo en un área que algún iluso ha dado en llamar el 'Soho' madrileño, además de enseñarles el trasero del Consistorio, que ha quedado al aire.
Dice 'El País' que mientras todo esto sucede, los policías municipales permanecen apostados en Soledad Torres Acosta. Quizá entrenan para cuando llegue allí la anunciada comisaría.
Sólo hay una cosa del citado reportaje con la que no estamos de acuerdo. “El menudeo de drogas y el consumo callejero regresan a las zonas aledañas a la Gran Vía”, escribe el periodista sin saber que jamás se habían ido, ni tan sólo desaparecieron durante el tiempo no muy lejano en el que patrullas vecinales estuvieron recorriendo por las noches esas mismas zonas a la 'caza' de drogadictos.
Por otra parte, el artículo de El País da por fracasado el intento del barrio por reinventarse en una especie de “bohemia lujosa” y califican a iniciativas como la de Triball de “espejismo”, “una tregua diurna y sólo en algunas de sus calles”. Sobre este asunto, mejor guardaremos un prudente silencio, no vayan a volver a acusarnos de hacer daño a ese pequeño comercio que día a día se esfuerza por salir adelante.
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