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Cuando miles de madrileños votaron para colocar a Carlos III en la Puerta del Sol (y guardaron sus mensajes dentro)

Vista frontal de la estatua de Carlos III en Sol, antes del traslado

Diego Casado

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El 26 de diciembre del año 1993 Madrid cerraba una de sus votaciones populares más existosas. Ese día fue el último en el que seis urnas colocadas en la Puerta del Sol recogían papeletas para decidir el futuro de una nueva estatua que en poco tiempo se convertiría en icono para la capital: la efigie ecuestre de Carlos III.

El referéndum contó 126.194 votos, una participación inusitada para el Ayuntamiento de Madrid, la entidad organizadora que preveía como mucho llegar a las 50.000 papeletas. Pero la expectación que había generado el monumento y la posibilidad directa de decidir su futuro desbordó todos los cálculos.

Par entender qué estaba pasando allí hay que volver algo más atrás en el tiempo: durante el año 1988 se habían cumplido dos siglos del fallecimiento de Carlos III, un monarca muy especial para la ciudad, conocido como el mejor alcalde de Madrid por la construcción de grandes infraestructuras públicas en la capital del reino, a imagen de lo que había visto y proyectado en Italia, que había gobernado en su juventud.

El equipo de Álvarez del Manzano, que por entonces dirigía la ciudad (contaba con Esperanza Aguirre como concejala de Cultura), quería hacer un homenaje al responsable de elementos tan icónicos para la ciudad como la Puerta de Alcalá o el Paseo del Prado, hoy protegidos por la Unesco. Para ello retomó la idea de una gran estatua ecuestre que el propio Carlos III pensó en el siglo XVIII como homenaje a su padre, Felipe V. Como base se tomó la miniatura presentada a concurso por Juan Pascual de Mena en 1780 y que se conservaba en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Los escultores contemporáneos Miguel Ángel Rodríguez y Eduardo Zancada usaron el modelo original y crearon una nueva cabeza inspirada en retratos del rey pintados por Goya y Mengs.

Con la escultura de 4,35 metros ya fundida en unos talleres de San Blas (pesaba más de dos toneladas y media), Álvarez del Manzano organizó en diciembre de 1993 un referéndum para que los madrileños dedicieran cuál sería su ubicación definitiva. Y el 13 de diciembre plantó las seis urnas en la Puerta del Sol, al lado de la estatua. Los votantes podían observar junto a ella una recreación fotográfica del monumento en sus diferentes emplazamientos, para hacerse una idea del resultado final.

El Ayuntamiento de Madrid había preguntado primero a “personalidades de la cultura y el urbanismo” para decidir las posibles ubicaciones, que finalmente fueron la Puerta de Alcalá, la Puerta del Sol, el Paseo del Prado, la plaza de la Armería (en el Palacio Real) y la Red de San Luis. Además, una sexta urna recogía otras propuestas de los madrileños, lo que dio pie a numerosas bromas al respecto. Alguno propuso colocarlo en la puerta de su casa, contaba ABC. Otro en “la portería local del estadio Santiago Bernabéu” o en un bar “especializado en patatas bravas”, recuerda una crónica publicada en El País.

El resultado de la votación se dio a conocer a finales de año: un 42% pidió colocar la estatua en la Puerta del Sol de foma definitiva, mientras un 28,40% apostaba por llevarlo a la Puerta de Alcalá, el arco del triunfo que levantó el rey con proyecto de Sabatini. Un 10,41% pedía llevarlo a la Plaza de la Armería y el resto de opciones concitaron muchos menos apoyos. La consulta, que no era vinculante, se produjo de modo informal y no había control sobre si una persona podía llegar a votar varias veces. Una práctica que confesaba a El País, por ejemplo, un policía municipal que trabajaba en la zona: “Estoy votando todos los días para que se la lleven a la Puerta de Alcalá porque no quiero que, además de esta zona, me toque cuidar del caballito. Es lo que me faltaba”.

Un año después de la votación, el 16 de diciembre de 1994, Carlos III llegaba definitivamente a la Puerta del Sol. Venía acompañado de un pedestal de piedra caliza procedente de Colmenar de Oreja, sobre el que se habían practicado varias inscripciones (ver al final de este texto), entre las que destacaba la trasera: MADRID AL REY ILVSTRADO. El conjunto había costado 69 millones de pesetas, a los que hubo que sumar otros 4,4 millones para limpiarlo años después y protegerlo de los excrementos de las palomas, fieles inseparables de la figura monárquica durante varios años.

Nuevo traslado en 2023

La efeméride era recordada hace solo unos días por los concejales del Ayuntamiento de Madrid, a raíz de una pregunta del edil Fernando Martínez Vidal (Vox) sobre las razones para trasladar el monumento a un lateral de la plaza, dentro de la reforma general de la Puerta del Sol. Con el año nuevo, el monumento se moverá a uno de los laterales de la plaza y será rodeado de una lámina de agua con forma ovalada.

La regia figura quedará alineada con la nueva marquesina de entrada al Cercanías, al otro lado de la plaza, y dejará espacio para crear una zona diáfana en el centro, según el proyecto municipal basado en la idea de los arquitectos Ignacio Linazasoro y Ricardo Sánchez.

Con el traslado del monumento también se moverá un secreto que pocos madrileños conocen: la cápsula del tiempo que guarda en su interior. Durante la votación para decidir su ubicación final, el Ayuntamiento de Madrid recopiló los mensajes que los participantes quisieron dejar a sus descendientes. Los escritos fueron microfilmados y depositados dentro del conjunto, para ser abiertos en el año 2188, cuando se cumpla el cuarto centenario de la muerte de Carlos III.

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