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El polvo de los frenos aventaja a los gases de escape en la emisión de partículas finas

Una investigación del King’s College de Londres pone el acento en el polvo de los frenos como causante del 20% de toda la contaminación producida por el tráfico rodado.

Víctor Celaya

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La mayoría de los estudios sobre la contaminación por partículas finas, de las que son responsables los vehículos diésel especialmente, se centraban hasta ahora en los gases expulsados al aire desde el tubo de escape. Por medio de este sesgo se dejaban fuera del cómputo otras fuentes de generación de este tipo de material nocivo, como el desgaste de los neumáticos, el embrague y los frenos, así como el polvo de la carretera en suspensión, y se olvidaba que solo el 7% de las conocidas como PM2,5 procede de los gases de escape.

Las PM2,5 son partículas en suspensión de menos de 2,5 micras de diámetro, es decir, suficientemente finas como para penetrar en lo más profundo de las vías respiratorias, por lo que tienen efectos muy graves sobre la salud de las personas. Hasta la Organización Mundial de la Salud (OMS) las considera un mejor indicador de la contaminación en las grandes ciudades que las PM10 que se han medido ordinariamente, sobre todo porque su origen, en muy alta proporción, es antropogénico, esto es, debido a la actividad humana, en este caso a la circulación de vehículos diésel en entornos urbanos.

Pues bien, una investigación del King’s College de Londres ha venido a poner el acento en el polvo de los frenos como causante del 20% de toda la contaminación de PM2,5 producida por el tráfico rodado. El trabajo, financiado principalmente por el Medical Research Council (MRC) para el Medio Ambiente y la Salud de la prestigiosa universidad británica, establece una relación entre la emisión de partículas metálicas por la abrasión de las pastillas de freno y una mayor susceptibilidad de la población a sufrir infecciones de las vías respiratorias y otros efectos sobre la salud.

Minimiza la capacidad de las células del sistema inmunitario

El estudio indica que el polvo de los frenos puede causar inflamación y reducir la capacidad de las células del sistema inmunitario para hacer frente a agentes dañinos. En Madrid, el Instituto de Salud Carlos III ha vinculado también el aumento de partículas finas en el aire con el de ingresos hospitalarios, de acuerdo con la investigación llevada a cabo por Cristina Linares Gil, del Centro Nacional de Epidemiología, y Julio Díaz Jiménez, de la Escuela Nacional de Sanidad.

Ian Mudway, que ha encabezado el equipo del MRC de Londres, ha afirmado que, “en este momento, las referencias bibliográficas justifican por completo el enfoque sobre las emisiones de los tubos de escape de los vehículos diésel, pero no debemos olvidar ni descartar la importancia de otros componentes, como los metales de la abrasión mecánica, especialmente de los frenos. No existe un vehículo cero emisiones, y a medida que entran en vigor las regulaciones para reducir los gases de escape, es probable que la contribución de estas fuentes sea más significativa”.

Como recuerda la Asociación Española de Profesionales de Automoción (Asepa), el polvo de la fricción de los frenos es rico en metales y susceptible de catalizar la producción de sustancias reactivas de oxígeno (ROS, según las siglas en inglés), es decir, sustancias químicas que pueden dañar las células al penetrar en los pulmones y que conllevan un mayor riesgo de infecciones bacterianas, como tos, resfriados, bronquitis y neumonía, palabras estas que han estado más de actualidad que nunca en los últimos meses por la pandemia del Covid-19.

Los científicos del King’s College se sorprendieron al descubrir que los metales, tanto en el polvo de los frenos como en los tubos de escape de los vehículos diésel, producían efectos similares en las células inmunitarias, ya que los gases de escape de esos coches carecían del hierro y el cobre comunes en el polvo de frenos, que se sabe que generan ROS en el cuerpo.

Se detectaron otras partículas metálicas comunes a ambas fuentes generadoras de PM2,5, entre ellas el arsénico, el estaño y el antimonio, pero los investigadores concluyeron que el mayor responsable del fenómeno era el vanadio, único metal que las células absorbían cada vez más conforme aumentaban las dosis de polvo de frenos y partículas de escape de vehículos diésel.

Según destaca la Asociación Nacional de Gestores de Residuos de Automoción (Angerea), el estudio inglés se realizó en células inmunitarias dentro del laboratorio y es preciso más investigación para conocer con más detalle las consecuencias para la salud de las partículas producidas por el polvo de los frenos.

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