Prueba del Mazda CX-30 Skyactiv-X, un SUV ‘tranquilo’ y eficiente

Con el nuevo CX-30, Mazda ha puesto tanto la carne en el asador que, desde el momento de su lanzamiento, se ha convertido ya en el modelo más importante para la marca, al menos en mercados como el español. Antes de jugársela de esta manera había que calcular muy bien qué tipo de coche se ponía en el mercado. Descontado que debía ser un SUV, la clave estaba en atinar con el tamaño, y para no errar se ha optado por el aristotélico principio del justo medio: con 4,395 mm de longitud, queda 120 mm por encima del CX-3, el todocamino urbano y juvenil de la firma japonesa, y 155 mm por debajo del CX-5, su SUV más grande y funcional.

Medidas aparte, el recién llegado se presenta con otra novedad capital, la incorporación del primer motor de la familia Skyactiv-X, que ha debutado -estrictamente hablando- en el Mazda3 y aúna las mejores virtudes de los coches de gasolina y de los diésel. Su tecnología SPCCI, pionera en la utilización de encendido por compresión controlado por la chispa de una bujía, combina la suavidad y el comportamiento elástico de un propulsor de gasolina con la respuesta y el bajo consumo de uno de gasoil, extremo que hemos podido confirmar recorriendo cerca de 1.000 kilómetros con el nuevo SUV de Mazda.

Volviendo al asunto del tamaño, el CX-30 se antoja ideal, aunque todo va en gustos y en necesidades, pues ofrece casi tanta versatilidad como el CX-5, que para muchos usuarios puede resultar demasiado grande, pero tomando el aire más fresco y urbano del CX-3. Sus 420 litros de capacidad de carga, por ejemplo, no están lejos de los 477 del hermano mayor (sí de los 350 del benjamín de la gama) y dan mucho de sí en combinación con las formas completamente regulares del maletero.

En cuanto al espacio disponible en el habitáculo, especialmente en los asientos traseros, es el adecuado para que cuatro adultos (y cinco en un trayecto corto) puedan acomodarse de manera satisfactoria. Todos ellos disfrutarán de varias características de las que pueden transformar un viaje, de experiencia fastidiosa, en algo grato y confortable: un ambiente interior refinado, materiales vistosos y de buen tacto, salidas de aire en todas las plazas y, además de todo eso, suavidad de marcha y muy bajo nivel de ruido.

Estas dos últimas cualidades tienen que ver ya con la innovadora tecnología Skyactiv-X y con el sistema híbrido (Mazda M Hybrid) del CX-30, compuesto por un motor eléctrico que asiste al motor principal y una batería de iones de litio de 24 voltios, y que le vale al nuevo modelo la etiqueta Eco de la DGT. El confort acústico se ve favorecido en ciudad por el empleo de un dispositivo de parada y arranque automáticos que la marca nipona denomina i-stop.

Extremadamente suave y refinado en su funcionamiento, el Skyactiv-X es un propulsor de gasolina de dos litros y 180 caballos que puede consumir lo que un diésel, en nuestro recorrido habitual unos 6,5 litros/100 km, siempre que le correspondamos con una conducción suave y tranquila. ¿Y eso?, te preguntarás. La cuestión es que no estamos ante un motor rabioso de los que encandilan a los amantes de los coches de gasolina de toda la vida, sino ante uno que entrega la potencia de forma progresiva y lineal, sin picos excitantes, y solo de esa manera consigue los parcos consumos que se persiguen.

De hecho, el sistema SPCCI no actúa en las aceleraciones fuertes ni en los arranques en frío ni en las fases iniciales de calentamiento, momentos todos ellos en los que el coche pasa a funcionar como un modelo de gasolina cualquiera y gasta combustible en consecuencia.

Concedamos que puede no ser un motor brillante -a la vista, sobre todo, de su potencia nominal-, pero cumple por supuesto en cualquier condición del tráfico a poco que se haga uso de la palanca de cambios, cuyo manejo resulta muy agradable por tacto y suavidad. La sexta marcha, en el caso del cambio manual de la versión que hemos probado, permite circular en carretera y autovía a un régimen de giro bajo, en tanto que la quinta, relativamente corta, sirve en bandeja adelantamientos y subidas pronunciadas.

Dinámicamente, del CX-30 se obtiene una respuesta que no dista mucho de la de un Mazda3, una referencia en comportamiento dentro de su segmento. Considerando la diferencia de altura con respecto al suelo y el superior peso, se desenvuelve con notable agilidad y precisión y sin apenas balanceo de la carrocería.

Alta calidad percibida desde el acabado más básico

Además de estas virtudes, al volante del nuevo SUV de Mazda se agradece la presencia de elementos de equipamiento que son de serie desde el acabado más básico, entre ellos el head-up display, el control de crucero adaptativo por radar, los sensores de aparcamiento traseros y la pantalla central de 8,8 pulgadas con navegador integrado, así como compatibilidad con Apple CarPlay y Android Auto y los sistemas de reconocimiento de señales, aviso de cambio involuntario de carril y detector de fatiga, que en algunas versiones incluye cámara de infrarrojos.

El acabado Zenith de la versión probada, que cuesta 32.875 euros, completa la dotación del CX-30 Skyactiv-X con llantas de 18 pulgadas, cámara de visión trasera, faros full led adaptativos, sensores de aparcamiento delanteros (ademas de los traseros) y equipo de sonido Bose con 12 altavoces, entre otros añadidos.