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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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Amor a tiro limpio

Caza
24 de abril de 2022 09:24 h

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En literatura, el oxímoron es una figura por la cual se yuxtaponen dos términos que en un principio son antagónicos. Silencios clamorosos, momentos eternos o dulces amargos dan buena cuenta de la riqueza del castellano para expresar contrasentidos que lo dicen todo. No hay que confundir este artificio retórico con la simple mentira. Por ejemplo, decir que los cazadores son quienes más quieren a la naturaleza no es un oxímoron, es una mentira. Una que recuerda mucho a aquella de que el amor tiene que doler, o que los celos son expresión de afecto, y que como estos dos ejemplos, forma parte de una gran falsedad patriarcal cargada de testosterona. El sentimiento patrimonialista de aquellos que consideran que la naturaleza está ahí para su gozo personal, siendo además de su uso exclusivo, no es una forma de amar a la naturaleza, sino la demostración de que ésta se considera únicamente una propiedad privada.

También es un falso oxímoron el que asegura que, si se quiere garantizar el equilibrio y la vida en los ecosistemas, se necesita que el hombre dispare a poblaciones enteras de animales para controlar su población. Es evidente que la vida en nuestro planeta ha existido durante miles de millones de años sin necesidad de intervención humana alguna para mantenerla. No es necesario camuflar la caza bajo un pretendido ecologismo fariseo. Es más sencillo, aunque evidentemente más impopular, llamar a las cosas por su nombre: placer por matar. Quienes amamos realmente la naturaleza no necesitamos disparar a un animal salvaje para sentirnos mejor: el trofeo es contemplarlo, saber que hay vida más allá de las ciudades y los pueblos y que los ecosistemas hay que protegerlos.

No es casual que los partidos que más se afanan en defender la caza como un acto ecologista sean también quienes más desprecian la defensa de los entornos naturales. El consejero de Medio Ambiente de la Región de Murcia, Antonio Luengo, repetía hace unos días el mantra de que los cazadores son quienes más cuidan nuestros montes. Se trata del mismo consejero que se ha negado a sancionar a todas aquellas empresas que han contaminado el Mar Menor o a poner coto a la proliferación de macrogranjas que están haciendo inhabitables pedanías y pueblos enteros de nuestra Región. Sólo nos faltaba escuchar a Luengo decir que el amor por la naturaleza consiste en disparar a ciervos, arruís o jabalíes.

Pero entonces ¿no es cierto que especies animales pongan en peligro por su proliferación sin control aquellos ecosistemas en los que viven? No, no lo es. Lejos de ello, lo que encontramos en nuestra región es justo lo contrario. Hace décadas, los cazadores decidieron introducir en entornos como Sierra Espuña una serie de animales, el arruí sin ir más lejos, que no es autóctona y que se ha convertido en una especie invasora. Sin embargo, en lugar de trasladar y controlar a estas poblaciones de animales, el Gobierno regional tolera su crecimiento para después autorizar batidas de caza contra ellos. Esta práctica se sigue llevando a cabo con diferentes especies en lo que se conoce como 'granjas cinegéticas', unos espacios en los que se crían artificialmente conejos, liebres o jabalíes que después son introducidos en los entornos naturales para servir como diana de tiro. Un sinsentido que genera problemas como plagas de enfermedades y que, además, hace que sea peligroso caminar por determinadas zonas para aquellos que nos conformamos con contemplar la naturaleza, sin necesidad de matar a ningún ser vivo.

El sentido común y la sensibilidad del siglo XXI avanza hacia una sociedad en la que el respeto por la naturaleza y por la vida animal cobra una importancia fundamental. Sin embargo, en nuestra región, los pactos entre el PP y la extrema derecha están sirviendo, entre otros disparates, para financiar actividades destinadas a desaparecer como la tauromaquia, la caza o el uso de aves maltratadas para la diversión humana. Mientras tanto, nuestros ecosistemas están cada vez más degradados, aumentan las agresiones contra entornos únicos como el Mar Menor y se intentan promover bajomano atentados contra el patrimonio histórico y natural, tal y como ha tratado de hacer el Partido Popular con la instalación de una macrogranja en pleno Monte Arabí, en Yecla. En ambos casos, está siendo la sociedad concienciada, organizada y movilizada la que está logrando frenar este desprecio absoluto por estos entornos. Juzguen ustedes quiénes son los que aman la naturaleza.

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