Soy pésimo en el billar a tres bandas, soy incapaz de ver la trigonometría del juego y carezco de concentración con un taco en la mano, pero sí soy capaz de apreciar las carambolas políticas cuando las veo, aunque en nuestro caso hay tantas que es imposible saber cual de ellas saldrá.
El triunfo de Giorgia Meloni tendrá sus efectos en la política exterior italiana, en las tensiones de las diferentes familias del Partido Popular Europeo y de rebote en el Partido Popular español. Este además tiene un problema. Sus principales apoyos mediáticos tienen una especial relación con Italia y no sabemos cómo afectará el ascenso de 'la Meloni' a sus líneas editoriales.
Ahora bien, no conviene olvidar que Vox no son los Hermanos de Italia, más bien parecen los cainitas de España. Es imposible saber si la crisis de Vox tendrá efectos en los votos; si, derivada de ella, Santiago Abascal ha llamado o llamó a Juan José Liarte, visto que Antelo no tira y con él al mando la pérdida de votos podría acabar dándole la mayoría al PP murciano; si Juan José Liarte y compañía, con sus apoyos intelectuales, juegan a crear un partido propio amplificando la situación de Macarena Olona, enfrentada como todos, con Javier Ortega Smith con objeto de mejorar su negociación con Abascal de cara a las próximas elecciones. Desconocemos si alguno ha tanteado a los posibles recambios de Fernando López Miras.
Lo peor de tanta carambola es que de este juego de despachos depende nuestro sistema electoral. Si Liarte pacta con Olona y saca partido propio, que no parece que suceda para las autonómicas y municipales, las cosas se quedarán como están y habrá cambio en la legislación electoral murciana; si no sucede así es posible que cambie, aunque habrá que ver qué decide la tercera en discordia, esa que hace tiempo por motivos familiares ni gobierna ni aparece por la consejería y, así, de hecho, somos administrados que no gobernados. Una situación que no es nueva en esta Región, pues desde que se inició el Gobierno tránsfuga el Parlamento el Ejecutivo yace paralizado mientras los lobbies ejercen su poder.
Hace tiempo que dije que en Murcia más que análisis de políticas tenemos una salsa rosa en el que los acentos es quién va con quién y es un problema. La red atrapa los chismes, que dan para todos los partidos, pero deja al margen los análisis y pasa lo que pasa. El sistema construido por Valcárcel sigue en pie. Nadie habla de las presiones centrífugas que existen para según qué temas. El mejor ejemplo lo puso de manifiesto mi compadre en este mismo diario cuando mostró como los firmantes del pacto de infraestructuras pasan de puntillas y no abren la boca ante las promesas del Partido Popular nacional de recortar las inversiones que ahí se disponen, entre las que se encuentra ese mismo AVE que pide sin denuedo el Gobierno regional.
Este es un mundo de máscaras, de representaciones, de artificio. El Gobierno regional le echa en cara al nacional sus propias incapacidades. Los atascos son el producto de unos inexistentes planes de movilidad desde la disolución de la entidad regional de transporte que no se va a recuperar porque el Gobierno regional no tiene presupuesto para ello. El resultado, anuncios y más anuncios, pero la ausencia total de una política que permita una conexión regional o supramunicipal. Pedimos alta velocidad por Albacete, pero desconocemos cómo vamos a integrar los cercanías; queremos trenes, pero no hablamos de carreteras. Ahí ha estado fino el PSOE completando el pacto por las infraestructuras con un plan de carreteras regionales que fue tema principal en las pasadas elecciones.
A veces pareciera que el Gobierno de Murcia lo sea de la capital y no de la Región. Una cuestión que explicaría la ausencia de hospitales dotados en las comarcas desde Lorca a Yecla. Mientras ellos siguen recortando dinero a mansalva, los colegios se caen, los hospitales se llenan y Murcia sigue a la cola de los indicadores. Que por nadie pase.
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