Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.
Los responsables de las opiniones recogidas en este blog son sus propios autores.
El domingo 20 de diciembre ejercí de apoderado durante la jornada electoral. Tengo que reconocer, con cierta vergüenza, que me faltó moral para terminar el recuento en una de las mesas electorales de Torre Pacheco. Aunque el PP se quedó muy lejos del 71,79% de los votos que obtuvo en 2011, su victoria fue arrolladora con un 45,14% de apoyo vecinal. Sin embargo, lo que hizo que me retirase cuando aún quedaba media urna por contabilizar no fue que la exalcaldesa del municipio, que también ejercía de apoderada, jalease cada uno de los votos del PP -“¡vamos, Mariano!”, “¡venga, este por Soraya!”-, que celebrase casi como propios los de C’s -“¡las derechas, bien, bien!”-, o que lamentase el significativo apoyo a Podemos (11,42%) -“¡cuánto loco hay en el pueblo, madre mía!”-; lo que me hizo levantarme de la silla e irme fue la casi total desaparición de IU-UP en una urna en la que mayoritariamente habían votado trabajadores pobres.
A pesar de todo, 333 personas (un 2,55%) votaron por la candidatura de Magdalena Martínez Bode en el municipio, pocos votos, pero que demuestran que el suelo electoral de IU es sólido incluso en un lugar tan conservador como Torre Pacheco, donde la organización y la movilización son escasas. Un suelo de gente fuertemente concienciada y con una idea muy clara de cómo es el país donde querrían vivir.
Desde el día 21 he conversado con muchos amigos sobre el futuro de IU y sobre el papel que debería jugar en caso de celebrarse elecciones anticipadas. Entre los que votaron a Podemos, unos piden que demos por acabado el proyecto de IU y nos integremos en Podemos y otros desean que ambas organizaciones lleguen a algún tipo de acuerdo electoral. En mi opinión y la de muchos otros hay una tercera opción, la que Alberto Garzón intentó construir: un bloque de izquierdas, inclusivo y armado desde la base, capaz de articular los descontentos con la gestión neoliberal en un sentido radicalmente transformador, no reintegrándolos en el sistema, sino poniéndolos a trabajar por un proyecto social y políticamente arriesgado pero ilusionante. Un proyecto que sea capaz de poner fin al reparto desigual de la riqueza que el franquismo fortaleció y que la transición santificó con un halo democrático que aseguraba la perpetuación de la dictadura en el terreno económico.
¿Deberían entonces IU y el PCE disolverse en ese bloque? Ese sería en mi opinión el peor error político que podría cometerse, incluso mayor que la no constitución del mismo. Estoy seguro de que los grandes poderes económicos de España celebrarían alborozados esta decisión. Recurriendo a la ya manida comparación con Italia, el error no fue la creación de L’Ulivo, la coalición de fuerzas de centro izquierda e izquierda que en 1996 ganó las elecciones a Berlusconi, sino la disolución del PCI y su transformación en DS (Demócratas de Izquierda) primero y PD (Partido Democrático) después.
Aunque electoralmente haya podido ser una estrategia ganadora (y esto es discutible), políticamente ha permitido que las clases dominantes italianas impongan sin oposición su agenda social, económica y cultural. Fue relativamente sencillo, se dinamitó desde dentro una organización de más de un millón de afiliados y con ella desapareció del imaginario popular del país una opción social alternativa al capitalismo.
Cuando en 1991 se aprobó la disolución del PCI, con una pequeña oposición que fundó PRC (Partido de la Refundación Comunista), la izquierda radical italiana dejó de estar preparada para la victoria, sin armazón teórico, sin organización, sin estructura real y sin un proyecto alternativo al neoliberalismo del euro y la OTAN. Pero sobre todo, la izquierda dejó de estar preparada para la derrota, para mantener vivas las luchas en las fábricas y en las calles, para seguir siendo una oposición ética y cultural a la amoralidad capitalista. Con ello, dejó también el camino expedito a la hegemonía berlusconiana, al infantilismo inofensivo de Beppe Grillo y a una izquierda tan parecida a la derecha y útil al capitalismo como la liderada por Matteo Renzi, líder del partido heredero del PCI.
Esto fue lo que ocurrió en Italia pero, ¿cuál sería el destino de la izquierda radical española si el PCE e IU son apenas una sombra de lo que era el PCI en el momento de su disolución? IU debe refundarse, cambiar de nombre si es necesario, trabajar por la constitución de un bloque social transformador, por construir un imaginario social, económico y cultural alternativo al capitalismo y por organizar una base social que sea capaz de asegurar la realización de ese proyecto en caso de victoria, pero también debe garantizar la supervivencia de ese imaginario en caso de derrota.
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