Hoy celebramos un año más el Día de la mujer y la niña en la ciencia, y no voy a hablar sobre los estragos de la pandemia y lo necesario que es invertir en investigación, ni vamos a enumerar a todas las grandes pioneras de la historia. Con vuestro permiso, voy a hablar de una historia real.
Tengo la suerte de estar rodeada de mujeres brillantes; una de ellas científica, acabando su Doctorado en Biología molecular y biotecnología en la UMU, aportando talento, responsabilidad y privilegio a una región que no destaca precisamente por su brillante desarrollo científico; sino que más bien suele sobresalir por las tropelías, la corrupción y el robo de vacunas. Su trabajo en investigación básica es la antesala de miles de descubrimientos.
Pero en unos meses se irá a Londres a seguir creciendo, y allí se unirá a otros tantos investigadores españoles que aplican su talento a proyectos de investigación fuera de España. Porque en España, al parecer, no hay sitio para ellas.
Ella ha estudiado y trabajado siempre en Murcia, con unas condiciones muy poco motivadoras, apenas recibiendo unos 1000€ por su trabajo, y ahora que está muy formada, tiene que irse fuera. España prepara a estos jóvenes y otros países se aprovechan de su talento. Una inversión ruinosa que no repercute en el bienestar social ni en el desarrollo económico de nuestro país.
En su caso, como en el de muchos y muchas, el inicio de la carrera investigadora resultó estresante por la búsqueda de financiación. Cuando estaba finalizando el máster y tuvo claro que quería hacer el doctorado, el primer consejo que recibió fue: “Tienes que conseguir una beca”. Su grupo de investigación no podía pagarle, no había dinero sobrante del proyecto para contratar a alguien (de nuevo la escasa inversión) y ella no podía ni quería realizar el doctorado gratis. La poca inversión se traduce en un número reducido de becas, teniendo en cuenta la cantidad de gente que aplica a las diferentes convocatorias de becas predoctorales a nivel estatal y regional. Ella consiguió, gracias a su expediente académico y méritos varios, una de estas becas. Como digo, cobrando apenas 1000€, pero estaba contenta y, además consideraba un privilegio su posición, porque hay gente que lo hace GRATIS.
La felicidad que produce ir avanzando en las investigaciones durante los años invertidos en escribir la tesis doctoral es una luz que se apaga en la recta final; momento en el que las investigadoras se preguntan ¿y ahora qué? Una de las vías más elegidas a corto plazo es aplicar a una beca o contrato postdoctoral. En España, para los recién doctorados, solo existen los contratos Juan de la Cierva formación, unos 270 anuales. Por el contrario, en otros países la posición postdoctoral está mucho más establecida y hay numerosos contratos y financiación pública y privada para su contratación.
Mentes brillantes infravaloradas y apartadas de cualquier proyección de desarrollo académico y profesional en su materia, en su país. Han estudiado aquí, han desarrollo su talento aquí, pero pronto emigrarán.
Y se irán con una maleta, con cuenta bancaria y sin dejar tras ellos las bombas que desolan algunos países; pero nuestros jóvenes españoles también emigran. Y se van porque aquí no les quieren, no les cuidan, no les valoran.
Ella, como tantas otras jóvenes investigadoras, huye de la precariedad, de la desmotivación de no contar con los recursos suficientes para lanzar sus proyectos; huyen del silencio administrativo de España, y de la poca visión estratégica de un país que es un diamante en bruto en manos de dementes negacionistas vendidos al capital.
No quiero ni pensar en el momento en que le digan el típico “qué valiente eres por irte fuera” o el más adulterado “todo te va a ir bien”. Lo que todas ellas necesitan y hoy reclamamos es más investigación, más recursos, más profesionales; queremos conocer a nuestras científicas e investigadoras, queremos estudiarlas, saber a quién debemos los avances de hoy, y conocer quiénes construirán nuestro futuro.
Queremos más referentes femeninos en los libros, la ciencia, la historia, queremos conocer a las pioneras, a las que abrieron caminos y a las que los abrirán y ahora están estudiando para ello. Y que lo consigan.
Me encantaría animar a todas las niñas que se estén planteando estudiar una carrera de ciencia a que lo hagan. ¡No os pongáis límites! ¡Cada vez sois más!
De todos depende ahora que nuestro genio, nuestra capacidad creadora y de innovación no se convierta en el simple recuerdo de un pasado que no volverá.
“Defiende tu derecho a pensar, porque incluso pensar de manera errónea, es mejor que no pensar”, Hipatia de Alejandría.
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